Pero estos esfuerzos tenían dos problemas de concepción muy contradictorios que a su vez dificultaban la integración: (1) Abogaban por una integración económica, pero las economías de cada país seguían protegidas, y (2) Los marcos de integración fueron intergubernamentales y no supranacionales, de modo que las decisiones comunitarias no tuvieron una fuerza definitiva y la vigencia e importancia de los procesos fueron determinados por el movimiento pendular de las ideologías.
Por ejemplo, si los gobiernos de los países más grandes son de derecha o neoliberales, se queda entre el congelador una integración más avanzada y profunda entre los países miembros del respectivo acuerdo (CAN, Mercosur y UNASUR, entre otros); en este caso los acuerdos se reducen a propiciar el libre comercio, sin concretar decisiones comunes y duraderas para el desarrollo de la región y de las economías que la conforman.
Si los gobiernos son liberales, de izquierda o intervencionistas, la integración cobra aliento, pero los dos factores arriba mencionados —no supranacionalidad y no desarrollos profundos, conjuntos y sostenidos en sectores estratégicos— le restan velocidad y vigor a la integración, de manera que al final y de modo paradójico los acuerdos se siguen reduciendo al intercambio comercial según las ventajas de cada país.
Del periodo 1960 – 1990 cabe ante todo destacar el Pacto Andino (después Comunidad Andina de Naciones-CAN), proceso que aspiraba a una unión aduanera, con programas de desarrollo industrial conjuntos (Monómeros Colombo Venezolanos fue un ejemplo) en agricultura, industria, energía, transporte y comunicaciones, entre otros. Para eso la CAN promovía la armonización de las políticas económicas y de industria, agricultura, cambiarias y fiscales, y el tratamiento condicionado a la inversión extranjera.
Se conformó también una organización institucional comunitaria, alguna de carácter supranacional, en temas de ciencia, educación, cultura, salud, trabajo, y seguridad alimentaria, que en su mayoría desaparecieron. Razones políticas, de cambios hacia modelos de mercado abiertos, dictaduras y conflictos militares entre Perú y Ecuador menguaron a la CAN y hoy esta sobrevive con más pena que gloria.
Por otro lado, como fruto de los convenios de ALADI, se firmaron gran cantidad de Acuerdos de Complementación Económica. Entre ellos están el Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe (SELA, 1975), el Caricom (Centro América y el Caribe), y el Mercado Común del Cono Sur (Mercosur), con el Tratado de Asunción de 1991. Al final, el Mercosur es el proyecto de integración más fuerte de la región por la presencia de Brasil. Colombia es el país más fuerte de la CAN, pero, por mirar solo al norte se olvidó el sur.
Resumiendo, el marco de integración hasta comienzos de los años 1990 pretendía ampliar los mercados para facilitar un desarrollo industrial endógeno sobre la base de mayores economías de escala y de un más intenso intercambio comercial entre las naciones. Los países más grandes y con mayores capacidades productivas y en conocimiento lograron resultados positivos, pero la mayoría consiguieron poco o nada. En este periodo aparecieron los bancos de desarrollo como el de Centro América y la Corporación Andina de Fomento (CAF), y otros mecanismos relacionados con justicia y política como el Parlamento Andino.
Presente (2001 al 2022): la desintegración neoliberal
En 2004 se creó la Comunidad Sudamericana de Naciones y en 2008 la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), acuerdos que forman parte de un mismo proceso integracionista.
La UNASUR no pretendía ser un organismo cerrado, razón por la cual promovía consolidar mecanismos de cooperación con otros bloques regionales, Estados y otras entidades internacionales, dando prioridad a proyectos en energía, financiamiento, infraestructura, políticas sociales, seguridad, defensa, ciencia, tecnología, medio ambiente y educación.
Después, en 2010, se creó la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), como sustituto de la ALADI. Este nuevo proceso parecía evolucionar hacia un paradigma holístico de intercambios comerciales y además de concertar políticas sociales y económicas que llevaran al desarrollo autónomo y autosostenido de nuestros países.
Finalmente, el “giro a la derecha” por parte de los gobiernos sudamericanos resultó en la Alianza del Pacífico, en desmedro de Mercado Común del Sur (Mercosur), y después en el Foro para el Progreso e Integración de América del Sur (Prosur), que son nuevos elementos de la des-integración regional.