Por una #SociedadHorizontal
Uno de los pilares fundamentales del acuerdo social sobre el que descansó el México posrevolucionario -a lo largo de muchas décadas- fue el Derecho a la Educación consagrado en el artículo 3º de nuestra Constitución Política. Nuestro sistema de enseñanza se convirtió en un elemento indispensable para entender la posibilidad de desarrollo del país, así como la permeabilidad social. Sin embargo, con el paso del tiempo, ese sistema no evolucionó conforme lo hicieron otros espacios de la vida nacional y crecieron las distorsiones.
Respecto al plan de ruta que debería significar la educación, resaltan las múltiples contradicciones que hoy definen nuestro modelo. Cobertura insuficiente, mala calidad en los contenidos y en la impartición, problemas administrativos y de gestión del capital humano, así como falta de recursos de inversión en infraestructura, son solo algunos ejemplos de la prevaleciente falta de acuerdos respecto a metas y objetivos. Hemos llegado al absurdo de que, en tan solo cinco años, modificamos 180 grados la esencia de la carta magna, sin que ello represente un acuerdo social estable respecto a este tema.
Sirva la presentación que se hizo el martes pasado, del nuevo plan curricular de Estudio para la Educación Básica del país (preescolar, primaria y secundaria), para ilustrar la falta de claridad y de consenso que impera en esta materia.
Con la presencia de la nueva titular de la SEP, se anunció que a partir del 29 de agosto se aplicará “una prueba piloto” de los nuevos planes educativos en mil escuelas de toda la República, 30 por cada entidad federativa. Ante la falta de información amplia y detallada sobre un tema tan importante, las especulaciones no se hicieron esperar. Los medios criticaron que se “experimente” con la educación de los niños. Varios dieron cuenta de que se dejará de lado la calificación numérica como forma de medir el aprendizaje, toda vez que ahora, el proceso de acreditación de los alumnos dependerá del juicio de los maestros, a quienes se les otorgará libertad de cátedra, podrán contextualizar los contenidos de acuerdo con la realidad social y procurarán tener un enfoque especial en humanidades.
Al presentar el plan, las autoridades subrayaron que el proyecto apenas está por materializarse y convocaron al magisterio a no “angustiarse”, ya que se trata de una política pública de largo aliento, cuyo proceso de construcción se realizará con “paciencia y sin acelerarse”. Aun no se cuenta con una fecha clara para la operación universal del proyecto en todas las escuelas del país.
Voces críticas de expertos como Gilberto Guevara Niebla, han reclamado que la propuesta no fue consensuada con conocedores de la materia, ni con los profesores de la SNTE ni de la CNTE. Un claro ejemplo de la confusión que prevalece lo rescata el periodista Salvador García Soto en una de sus columnas: “en la propuesta se rechazan las competencias educativas y se desconocen funciones intelectuales como comprender, correlacionar, comparar, sintetizar, etc., para colocar en su lugar las prácticas, usos y costumbres de la comunidad”. Esto contraría recomendaciones de instancias internacionales como la UNICEF, quienes han remarcado que los esfuerzos deberían enfocarse a resolver “deficiencias en el razonamiento matemático y la solución de problemas básicos”.
Hace falta información sobre la propuesta, pero sobre todo, necesitamos recuperar un acuerdo en lo fundamental en materia educativa. La #SociedadHorizontal debe exigir que, en torno al nuevo plan educativo, se genere una amplia discusión que incluya a expertos, maestros, padres de familia y sociedad en general, se analicen los pros y contras y se de una gran conciliación sobre la ruta a seguir. Sin objetivos claros y ampliamente consensuados en torno al proyecto educativo, nuestro país corre el riesgo de perder el rumbo.