Alemania se recuperó rápidamente luego de la ferocidad de la Segunda Guerra Mundial, que destruyó parte de un continente. La razón no solo fue la ayuda económica internacional (el Plan Marshall), sino el elevado nivel cultural de su población. Alemania era y sigue siendo un pueblo culto.
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El desarrollo cultural, en el sentido holístico, produce respeto, cercanía, compañerismo, entrega, generosidad y alegría del alma y del ser. La cultura transforma los pueblos, haciéndolos crecer de manera integral; cómo avanza el sector cultural dice mucho sobre la suerte de una sociedad.
En Colombia estamos atravesando, como cada cuatro años, un escenario político y electoral crispado. Estamos eligiendo a nuestros directores, a aquellos que nos indican cómo continuar el proceso de construcción de nuestro país, que ojalá sea mejor cada día para la vida de sus ciudadanos. Acabamos de escoger a nuestros congresistas y elegiremos a nuestro Presidente para los próximos cuatro años.
El panorama no es halagüeño. Por ahora estamos viendo y oyendo discursos primarios sin fondo. Hay debates, los que solo sirven para que los candidatos se rasguen las vestiduras y saquen a relucir temas personales que poco interesa oír.
La cultura es el pilar fundamental del desarrollo y si no hablamos del tema desde la política, el futuro se ve desalentador.
El problema es que todos los candidatos están hablando de muchas cosas, pero no acompañan ese discurso con fórmulas para cumplir sus promesas. “Acabaremos la corrupción”. ¿Cómo?; “Acabaremos la pobreza”. ¿Cómo?; “Habrá cobertura total de salud”. ¿Cómo?… Todas son buenas expresiones, sabemos que indispensables, pero inertes, sin contenido real ni complemento de acción. “¡Avancemos, que no queda mucho tiempo!”.
Para que un país crezca, para que su gente conviva con respeto, unida y de mejor manera; para que esté contenta y con sentimientos amables por los demás, se necesita ¡CULTURA! ¡Sí, así, con mayúsculas!
Ninguno, ni los senadores, ni los representantes, ni los candidatos a la presidencia ni los que hoy están en los lugares de manejo, dirección y poder hablan con entusiasmo y convicción de cultura, ni qué hacer con ella. Ya dijimos en una columna anterior que el inicuo presupuesto que le dan a este campo no alcanza para un desarrollo que realmente tenga impacto.
Ahora llega la coyuntura electoral y el mensaje es el mismo: la cultura no es tema de debate; es un asunto que no vale la pena tocar. ¿Será que no da votos?
Los cambios generan más cambios. Así que la esperanza aflora. Pensemos que vendrán nuevos vientos y nosotros estaremos allí incluidos. Triste país sin una cultura. ¡Generemos un cambio o seguiremos siendo subdesarrollados!
A los pocos meses de asumir el cargo como directora del Museo de Arte Moderno de Bogotá se aprobó la Ley 1819 de 2016, que estableció una tarifa de 4 % de impuesto al consumo para telefonía celular. Un alto funcionario de aquel gobierno me dijo que parte del recaudo proveniente de dicha ley iría al Ministerio de Cultura y así dejaría de ser deficitario; por el contrario, el funcionario anticipaba que ese presupuesto crecería con creces. “¡Qué felicidad! ¡Qué gran noticia!”, pensé entonces. Esos cuatro puntos de impuesto se repartieron 70 % para el deporte y 30 % para la cultura. ¿Qué nos resolvió esta repartición? Nada.
Qué emocionante es ver cómo una nación deshecha, como la Alemania de la posguerra, se convirtió en pocos años en la segunda y hoy la cuarta economía del mundo. Qué hermoso es ver cómo allí se invierte en cultura, en conformar una ciudadanía más preparada y con sensibilidad.
La cultura es el pilar fundamental del desarrollo y si no hablamos del tema desde la política, el futuro se ve desalentador. Los políticos todavía tienen una oportunidad, pues falta más de un mes, para las elecciones presidenciales en primera vuelta. ¿Cuáles son sus propuestas, señores candidatos, frente a este tema? Queremos escucharlos.
CLAUDIA HAKIM
* Directora del Museo de Arte Moderno de Bogotá
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