La ciencia es una actividad apasionante y es lógico que sea atractiva para la gente joven cuando se plantea su futuro. Algunos ven que las enseñanzas universitarias parecen difíciles, pero sobre todo pueden encontrar que existe una falta de salidas laborales. Existe en este momento una ley en el Parlament de Catalunya que trata de ordenar el sistema científico catalán en su conjunto y acaba de salir un anteproyecto de reforma de la ley de la ciencia española que trata del mismo tema. Una de las materias que tocan estas leyes es el personal que investiga en nuestro país.
Cuando alguien entra en estudios universitarios de contenidos científicos, lo hace por el interés que se le ha despertado en la escuela o el instituto. Algunos de estos estudios están muy demandados, tanto en disciplinas como la física o las matemáticas como en ciencias biológicas en la mayoría de nuestras universidades. Que esto ocurra nos demuestra que tenemos gente joven dispuesta a pasar sus años de formación universitaria adentrándose en materias que no son fáciles, pero que esperan les permita una comprensión del mundo profunda y desarrollar su actividad profesional. La formación en materias científicas puede permitir a algunos de los que estudian pensar en dedicarse a la investigación, pero estos estudios tienen también muchas salidas en la industria y la enseñanza. Empresas dedicadas a la digitalización necesitan perfiles de física o matemáticas y empresas dedicadas a aplicaciones biomédicas o ambientales necesitan de formaciones en el ámbito de la biología.
Seguir en la carrera de investigación implica en todo el mundo realizar estudios de doctorado que significan un entrenamiento de tres o cuatro años en un grupo de investigación. Últimamente, esta formación está considerada también un trabajo, y por tanto se hace de forma total o parcial en el marco de un contrato laboral. Al terminar la tesis, un porcentaje de quienes la pasan pueden seguir hacia la profesión de la investigación o la enseñanza aunque de forma creciente existe, sobre todo en algunos países, una demanda de personas con formación doctoral en las empresas. Desde el punto de vista del profesional de la ciencia, la etapa posdoctoral es la más importante. Una vez terminada la tesis, la persona puede decantarse por optar a un contrato universitario o por seguir en el trabajo de investigación, que en las disciplinas actuales más intensas implica cambiar de laboratorio, y es aconsejable que sea en un país diferente. Esta etapa, que puede durar entre dos y cuatro años, suele ser una de las más provechosas para la persona, que puede empezar a un trabajo con iniciativa propia y, si ha escogido bien, en un entorno internacional estimulante.
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En nuestro país las cosas se complican cuando el investigador, pasada la etapa posdoctoral, se plantea trabajar en una universidad o un centro de investigación. La idea clásica es la del funcionariado. Y eso implica que salgan plazas, hacer oposiciones y esperar a que los tribunales sean imparciales. Ya hace tiempo que se ha venido diciendo que esta no es la figura apropiada para hacer ciencia en el siglo XXI. Existen ejemplos de personal de investigación en régimen de contrato indefinido que garantizan la estabilidad en el empleo. En Catalunya (y en el País Vasco) se han hecho experiencias como los contratos ICREA, pero son pocos, o la experiencia del IRTA, donde todo el personal es contratado. La reforma de la ley de la ciencia del Estado crea un mecanismo para realizar contratos indefinidos para los investigadores a partir de un contrato inicial de cinco años, pero mantiene la estructura funcionarial que, como en otros casos, acabará siendo la considerada como la más legítima y puede gozar de complementos salariales importantes.
El trabajo de investigador científico es apasionante y atrae a mucha gente joven, pero de estos, una proporción acaban decepcionados por la falta de oportunidades profesionales. No se trata de ofrecer un sistema cerrado de promoción, sino un conjunto de reglas que permita a la gente saber qué debe hacer para mantenerse y progresar en el sistema. Esto incluye, evidentemente, un número de contratos en universidades y centros de investigación suficientes, pero también unas reglas del juego flexibles, claras y atractivas. Algunas reformas actuales siguen pareciendo oportunidades perdidas.