Agencia TSS – Un grupo interdisciplinario de investigadores, profesionales y técnicos de distintas instituciones públicas desarrollaron “La Feria con Vos”, una feria virtual que prevé el armado de canastas con productos elaborados artesanalmente, que luego se distribuyen mediante nodos. Esto les permitió adaptarse a las medidas de aislamiento impuestas por la pandemia pero tras la vuelta de la presencialidad continuaron con este modelo de comercialización.
El grupo también trabajan en inocuidad de los alimentos y adaptación de las normativas para ayudar a pequeños productores agroalimentarios a formalizar su trabajo, mejorar la calidad de los productos que ofrecen y acercarlos a los consumidores.
“La modalidad es muy accesible para el elaborador, ya que le da la ventaja de que, como es a pedido, se vende 48 horas antes. El equipo administrador de la feria, que ahora está conformado por alumnos de grado y becarios, le indica qué tiene que producir, entonces no compra materia prima de más y el día de la entrega se acerca a los nodos adonde el equipo administrador arma las canastas y las distribuye o espera que los vecinos pasen a retirarlas”, explica la investigadora del CONICET en la Universidad Nacional de La Matanza (UNLAM) Carolina Feito, una de las fundadoras y coordinadoras de esta feria virtual, con apoyo de la Estación Experimental AMBA del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA AMBA)..
Este desarrollo fue posible, entre otras cuestiones, gracias a la experiencia que estaban desarrollando desde 2015, en la feria presencial “Del Productor al Consumidor, la Soberanía Alimentaria entra a las Aulas”, en la Universidad Nacional de La Matanza (UNLAM). Actualmente, se denomina “Feria Susana Battista”, en honor a su cofundadora, esta feria está compuesta por una veintena de emprendimientos y funciona en el predio de esa universidad en la localidad de San Justo, en el conurbano bonaerense, también con el acompañamiento de INTA AMBA.
Foto: Pablo Oliveri/INTA
Cuando se inició la pandemia por COVID-19, en marzo de 2020, debieron adaptarse a la virtualidad impuesta por el aislamiento social obligatorio. Esta situación les obligó a pensar nuevas formas de llegar a los consumidores e idearon esta nueva modalidad de trabajo que, al parecer, llegó para quedarse, ya que continúa funcionando de manera mixta pese a que están volviendo paulatinamente a la presencialidad.
En ese momento ya habían conformado la Red de Ferias en Universidades, integrada por 17 instituciones en las que se desarrollaban iniciativas similares. Entonces, volvieron a reunirse, y las distintas ferias comenzaron a comercializar los bolsones de verduras. Pero en UNLAM no se vendían productos frescos y por eso tampoco tenían la posibilidad de hacer bolsones o implementar la estrategia de distribución de las comercializadoras solidarias.
Para resolverlo, desarrollaron esta modalidad alternativa entre la comercialización solidaria y la feria a la que denominaron “La Feria con Vos”, que consiste en el armado de canastas con productos elaborados artesanalmente, que luego se distribuyen mediante nodos en Zona Oeste y la gente pasa a retirarlos o se entregan a pedido en la Ciudad de Buenos Aires. Ahora, esta innovación se suma a otras que agregan valor al trabajo de los y las feriantes.
Cultura de la inocuidad
En mayo de 2019, dos mujeres se intoxicaron tras consumir humus que habían comprado en uno de los locales de un productor que también participaba en una de las ferias universitarias. Eso generó una gran preocupación y puso en alerta a toda la comunidad de feriantes, que resultó en elevar los controles bromatológicos de todos los productos alimentarios que se comercializan, así como potenciar las capacitaciones a productores.
Foto: Pablo Oliveri/INTA
“Las autoridades de control nos dijeron que podría haber sido la tragedia alimentaria más grande en la historia de la Argentina”, recuerda Feito y comenta que inmediatamente se pusieron en estado de alerta, se suspendieron varias ferias en las universidades y rápidamente armaron una mesa con las autoridades de control, el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA) y el Instituto Nacional de Alimentos (INAL), para determinar cuáles eran los requisitos mínimos necesarios para abrir una feria, ya que durante la década del 2010 se habían abierto varias en las universidades del conurbano, para favorecer los canales cortos de comercialización.
Entonces, por un lado, junto a la feria de la Universidad Nacional de Hurlingam (UNaHur, que hoy está cerrada) y la “Feria Agroecológica ITU AMBA” (organizada por INTA AMBA y el Municipio de Ituzaingó), desarrollaron capacitaciones específicas para los productores –complementarias a otros cursos de manipulación de alimentos que ya venían realizando–, en temas como elaboración de conservas seguras, botulismo, registros, información fiscal, manejo de instrumental, entre otros, para la elaboración de los distintos productos.
“Juntamos estas tres ferias porque el 70% de los feriantes eran los mismos, hicimos una gran asamblea común y durante fines del 2019 hicimos todas estas capacitaciones y un proceso de control en las ediciones presenciales de la feria, adonde hacíamos análisis físico químicos de los alimentos que se vendían”, recuerda Feito, que es doctora en Antropología y una de las creadoras y coordinadoras de la feria en UNLAM.
Para poder continuar con los trabajos destinados a mejorar la calidad e inocuidad de los productos, Feito obtuvo un proyecto CYTMA, del programa de Investigación Científica, Desarrollo y Transferencia de Tecnología e Innovaciones, en laUNLAM. Además, también fue seleccionada por el Programa Vincular 2020, para desarrollar un proyecto específico para hacer análisis de laboratorios de los productos elaborados artesanalmente, como conservas, encurtidos, dulces, vinagres, mieles y panificados, entre otros.
“Nos parece fundamental sumar el tema de la cultura de inocuidad alimentaria y elevar los estándares de calidad”, subraya Feito y adelanta que ahora “van por más”, ya que anhelan convertirse en la primera feria del país que haga análisis microbiológicos complejos, para lo cual han hecho una licitación y harán los análisis en el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), en el marco de la cultura de la inocuidad, “que no solamente implica hacer análisis químicos, sino que es toda una cuestión cultural de procedimientos y comportamientos, que involucra a las personas”.
Al respecto, la especialista aclara que la idea no es ser punitivos con los y las feriantes sino, por el contrario, darles asesoramiento y ayuda para mejorar la calidad de sus producciones. En tal sentido, por ejemplo, otorgan un carnet de manipulación sin el cual no pueden participar en la feria y que les permite presentarse en otras de todo el país (aunque no en todas los solicitan).
En paralelo, además, están trabajando en conjunto con las instituciones de control para adaptar la normativa, de modo tal que se ajuste a las características particulares de la pequeña producción. Por ejemplo, generar información que les permita habilitar el uso de cocinas domiciliarias o Pequeñas Unidades de Producción Alimentaria (PUPAs), que deben seguir normas específicas de manipulación de los ingredientes, como por ejemplo, cocinar fuera de los horarios en que se cocina para el resto de la familia y sin la presencia de niños ni animales en el lugar.
Foto: Pablo Oliveri/INTA
“La idea es expandir este modelo a todo el país, por eso nos vamos a reunir con el resto de las ferias para evaluar la posibilidad de escalarlo, ya que en otras, como la de la Facultad de Agronomía, los productores superan el centenar y es necesario modificar y adaptar la escala”, sostiene Feito y advierte que, además, necesitan conseguir los aparatos necesarios para hacer esos estudios.
Actualmente, están equipando el laboratorio de la UNaHur, a través de distintos proyectos de investigación y pretenden aplicar en convocatorias del Ministerio de Ciencia para gran equipamiento, porque tanto los equipos como los análisis son muy costosos. “Los análisis que esta haciendo gratuitamente la doctora en Química Alejandra Ricca, de UNaHur e INTA AMBA, que es parte de nuestro equipo, cuestan entre 12.000 y 24.000 pesos. Para un elaborador familiar es imposible pagarlo porque necesita analizar cada tipo de producto”, cuestiona Feito y advierte que es sumamente difícil que un agricultor familiar cumpla con la normativa actual y pueda formalizarse y entregar en los mercados y a las ferias productos de calidad con alto grado de inocuidad.
Al servicio de las necesidades locales
Feito participa en distintas líneas de investigación y proyectos de extensión que le permitan llevar adelante estas iniciativas vinculadas al derecho a la alimentación. Lo hace junto a colegas de otras disciplinas e instituciones públicas, algo que considera imprescindible para poder abordar la complejidad de estos proyectos. Por ejemplo, integra uno que dirige Ricca, en la UNaHur, que fue seleccionado entre los proyectos ganadores de Ciencia y Tecnología contra el Hambre, impulsados por el Gobierno Nacional, en el que también participa la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS), los Ministerios de Desarrollo Agrario y de Producción, Ciencia e Innovación Tecnológica de la Provincia de Buenos Aires, el SENASA, el INTA y el Mercado Central de Buenos Aires.
“Estamos tratando mostrarles a los investigadores que, si nos postulamos a proyectos de investigación y extensión para pedir financiamiento para estas cosas, se pueden conseguir recursos para hacer todos los análisis y avanzar. En el caso de que no tengan los equipos pueden contactar servicios técnicos especializado dentro del proyecto”, destaca la especialista y agrega que también están tratando de formalizarse como grupo de feriantes.
En ese sentido, están tratando de armar una cooperativa de comercialización que formalice al equipo de trabajo, más allá de la participación conjunta en proyectos de investigación. También buscan hacer convenios entre las instituciones participantes, para que si un día el equipo técnico actual se retira, no desaparezca la experiencia.
La investigadora cuestiona que en el ámbito académico no se reconozca lo suficiente el trabajo de gestión, lo que obliga a los investigadores a hacer permanentemente el análisis de la experiencia para presentarla en un congreso, escribir el capítulo de un libro o artículos para revistas, porque cuando llega el momento de la evaluacióne se toman en cuenta las publicaciones y no el éxito o las ventas que hicieron los feriantes. “Ese es un problema grande que hay que hay que corregir, porque el fin de toda investigación tiene que ser la intervención sobre la realidad social. Uno tiene que trabajar para la gente y más desde la universidad pública”, concluye Feito.