La crisis por la guerra de Ucrania ha tenido un impacto directo en nuestros bolsillos y la consecuencia es que incluso en el consumo de alimentos “se compran menos unidades y también de menos valor”, lo que afecta a toda la cadena de valor, incluidos sus pequeñas “familias proveedoras”.
¿Qué está pasado con los precios de los alimentos básicos y cómo está afectando todo ello al consumo?
– Es algo inédito; no recuerdo unas inflaciones de este tipoo. Y está teniendo una gran repercusión en la consumidora, porque al final esto todo llega al último eslabón de la cadena, que es la consumidora, que además está en un momento complicado, donde hay mucha inseguridad, mucha desconfianza por todo lo que está ocurriendo en el mundo. Y es normal que haya un refugio en el ahorro y desde ese punto de vista en Eroski lo que estamos tratando es de minimizar las subidas de precios.
¿Se pueden minimizar este impacto al consumidor? ¿Qué margen de maniobra tienen ustedes, las distribuidoras?
-Tenemos un programa de eficiencia para ajustar al máximo estas inflaciones y comercialmente, apoyamos a nuestras consumidoras con diferentes iniciativas promocionales a nivel general, pero también personalizada en función de la tipología de la clienta. El futuro de la fidelización va a venir de la mano de la personalización. Entender bien en qué momento está cada una de las clientas y cuál es la necesidad que tiene es fundamental para la fidelidad.
¿Qué es lo que más le preocupa?
– Sobre todo me preocupa que esta tendencia de inflación repercuta en una desvalorización del tipo de consumo y esto se vea agravado e impactado en algunos colectivos, como son los productores locales, que en general tienen un producto de mayor calidad, también un mayor precio, y para nosotros son muy importantes.
¿Qué quiere decir con desvalorización?
– Quiere decir que hay un incremento en el consumo de la marca propia o de categorías que tienen menos valor. Y esto es un problema para toda la cadena de valor. Afecta de Eroski hacia atrás. Afecta a nuestras familias productoras y eso es algo que nos importa, potenciar el consumo de producto local, que no necesariamente es el más barato, pero tenemos que poner en valor lo que aporta. Pero hay que ser conscientes de la realidad de la consumidora, que está muy preocupada por el ahorro y no son miedos infundados.
Le voy a pedir un ejercicio pedagógico. ¿Por qué cuesta más lo más cercano?
– Primero tiene que ver con la calidad de producto: no todos los productos son iguales; no todas las lentejas son iguales, por ejemplo. Luego hay un tema de economías de escala. Normalmente, los productores locales trabajan con volúmenes más ajustados y no pueden competir con grandes producciones y muchas veces deslocalizadas, con mano de obra más económica. Pero las producciones locales son más tradicionales, menos agresivas con el medio ambiente; se utilizan también mecanismos más sostenibles, el producto ecológico, el kilómetro cero. No es lo mismo. No se puede comparar un producto con otro.
¿Está diciendo que hay otras cosas que se pagan?
– Para nosotros es importante ser altavoces del valor que tiene el producto local, porque potencia nuestro entorno, tanto desde el punto de vista económico, como medioambiental. Por ejemplo, de repente tenemos escasez de aceite de girasol y nos damos cuenta de lo importante que es tener un entorno productivo y un sector agroalimentario fuerte en cada territorio, porque nos da la confianza, primero de tener la disponibilidad de producto; y luego, de saber que son vecinos y vecinas que sabemos cómo trabajan y nos da la garantía de la calidad del producto también. Siempre se asocia a lo local un precio superior, pero aparte del valor real, hay un valor emocional, de valores, de cultura, y todo eso tiene un valor económico.
¿Ha mencionado la bajada del consumo. ¿Se puede cuantificar?
– En términos generales, puede haber en torno al 1-2% de caída de volumen en unidades. Eso es bastante, porque hablamos de alimentación y frescos, que es un sector muy estable, poco elástico a las situaciones negativas, pero también a las positivas. Y se ve un cambio de tendencia en el volumen de consumo que no se había visto en los últimos años. Pero lo que más impacta es el cambio del mix de producto que se vende o es desvalorización; es decir, pasar de comprar carne de vacuno a carne de pollo. De comprar unas marcas locales o líderes, a pasar a comprar marcas propias; o incluso a pasar de comprar en establecimientos que tienen una propuesta de valor de amplia capacidad de elección, a ir a otros operadores que venden a precio más bajo.
¿Van a seguir subiendo los precios de la alimentación básica? ¿Hasta cuándo?
– Sacar la bola de cristal es complicado, pero creemos que a corto plazo no va a haber una bajada de inflación importante, porque todavía estamos gestionando nuevas tarifas por parte de nuestros proveedores, que están tratando ellos también de hacer un esfuerzo de contención, pero llega un momento en que no pueden soportar, porque no hacen una repercusión del impacto que hay en las materias primas, de la energía, y todavía seguirá habiendo subidas; lo previsible es que en el segundo semestre se pare la subida y empiece a haber ligeras bajadas. Pero no parece que a corto plazo vayamos a ver una recuperación rápida de los niveles de precio. Nosotros estamos tratando por todos los medios de incrementar al mínimo posible la subida.
¿Qué se han encontrado en el encuentro que han tenido este viernes con 250 de sus proveedores locales?
– Lógicamente, el sector primario vive con preocupación por ver cuál va a ser la evolución y las decisiones que la consumidora va a tomar, y por otro lado, están agradecidos del esfuerzo que estamos haciendo, conjuntamente con ellos, para trasladar ese valor del producto local. Es fundamental que, junto con las instituciones, todos hagamos ese esfuerzo por valorizar el producto de cercanía. También tenemos que poner en valor la profesión y el modo de vida de las familias productoras. Con un foco de sostenibilidad, pero en un triple ámbito: sostenibilidad económica, social, que la gente cada vez lo demanda más y medioambiental.
¿Y cómo ven ellos la sostenibilidad? ¿Como un coste añadido?
– Pues muy bien y han puesto en valor la sostenibilidad ambiental con un mensaje positivo: que la sostenibilidad no siempre cuesta dinero, porque reducir el consumo de agua que cuesta producir la patata, por ejemplo, ha supuesto en alguno de nuestros productores reducción de un 40% de agua. Y eso es más sostenible para el medioambiente y más sostenible económicamente.
¿Qué vamos a comer dentro de 15 años?
– Es cierto que en el mundo de la alimentación hay muchísima más sensibilidad hacia el consumo de productos más sanos, o por lo menos hacia tener una dieta más equilibrada. O sea, que compensaremos más los momentos de placer con una alimentación más centrada en productos de la base de la pirámide. Las cosas que más están cambiando la cesta son los productos que tienen que ver con los productos de base planta. Es algo que empieza a pasar de un nicho y ser un producto más de ciertos estilos de vida, de personas veganas y demás, a esa dieta flexitariana en la que cada vez hay más adeptos y pasa a ser algo más normalizado. Hay una tendencia hacia lo más orgánico, hacia lo más natural, hacia la eliminación de aditivos, de productos que vengan de la tierra y probablemente menos proteína animal. Hay una tendencia también a consumir productos sostenibles. En otros países se observa esta tendencia desde hace años. Aquí todavía el consumo de producto ecológico es minoritario, pero es una apuesta que estamos haciendo ya en Eroski porque estamos convencidas de que va a ser el futuro.
¿Tenemos productos más saludables que hace diez años?
– Sin duda. No solo por la evolución de cada una de las empresas, sino que a nivel normativo hay reducciones fuertes de azúcar, sal o grasa. Y luego también, nosotras que incorporamos el Nutriscore: una información que incorporamos en nuestros productos de marca propia, que identifica de la A a la E la calificación nutricional de ese producto, siendo la A la mejor. Y lo que es que cada vez pesan más en las cestas de la compra de nuestras consumidoras los productos con mejor perfil nutricional. Es decir, la venta de los productos A y B está incrementándose de manera notable.
¿Se miran las etiquetas?
– Cada vez se miran más las etiquetas. Hay muchísima polémica alrededor del Nutriscore, porque ningún fabricante quiere tener un Nutriscore E porque es un freno a la compra; y hay categorías enteras que tienen la E. Pero para Eroski es súper importante dar esa información a las consumidoras y prevalece que sepan que ese producto se puede consumir, pero hay que hacerlo de manera equilibrada. No puedes consumir todos los días un producto E y lo tienes que equilibrar con otros productos que sean más saludables.
¿Y si no nos llega?
– Sin duda, que habrá consumidores y consumidoras de todo tipo que tengan mucha más necesidad de buscar un ahorro y no se podrán permitir otro tipo de consumo. Recientemente, un estudio que leí decía que los hogares en los que realmente va a haber un problema fuerte de ahorro puede ser el 20% de la población, pero los valores de las empresas son un valor al alza. Y en Eroski en ese aspecto tenemos claro lo que somos; cuál es nuestro rol en la sociedad, cómo apostamos por la salud, la sostenibilidad y los productos locales.