Un vistazo a nuestro alrededor certifica lo que Julio Basulto escribe en Come mierda, su último libro: tiendas exponiendo a alimentos súpercalóricos, ultraprocesados, con nulas propiedades nutricionales.
Publicado en Vergara después de varios manuales sobre la materia, el dietista y profesor en la Facultad de Ciencias de la Salud y el Bienestar de la Universidad de Vic recorre en este volumen las amenazas más frecuentes de una alimentación sana y arremete contra la publicidad o el peso de la industria.
Basulto elabora una especie de enciclopedia con el peligro de las grasas, el azúcar, la sal o el alcohol. También se centra en las leyes que regulan la venta de productos poco saludables y del entorno o las circunstancias que favorecen unos hábitos erróneos
A lo largo de más de 300 páginas, Basulto elabora una especie de enciclopedia con el peligro de las grasas, el azúcar, la sal o el alcohol. También se centra en las leyes que regulan la venta de productos poco saludables y del entorno o las circunstancias que favorecen unos hábitos erróneos.
Con el subtítulo de No comas mejor, deja de comer peor, el nutricionista transita por los debates y las dudas más habituales de su gremio. Recién salida de imprenta una tercera edición y con el apodo jocoso de basulpedia, el autor contesta por teléfono a EcoAvant.com.
Vayamos al título, que será por lo que todo el mundo te preguntará. ¿Qué es comer mierda?
Come mierda para mí es un imperativo que nos pone la industria, que flota en el aire, y que parece que no nos damos cuenta. La tercera aceptación de la Real Academia de la Lengua (RAE) es algo mal hecho, de mala calidad. Ponen como ejemplo un paraguas. Si ellos pueden usar eso sin que nadie piense que es algo maloliente y putrefacto, ¿por qué no vamos a utilizar lo mismo a los alimentos de mala calidad cuando, además, en el ámbito científico está bien descrito el concepto junk food o trash food, que se traducen como comida chatarra o basura. En España, un 32% de las calorías que ingerimos son de ultraprocesados, así que es dar un toque de atención a esta situación, que es muy grave.
Habla del entorno que favorece a la obesidad. ¿Cómo se ha llegado a eso? ¿Ocurre en todo el mundo o solo aquí, donde presumimos de la famosa dieta mediterránea?
Se llama obesogénico. Es un entorno que dificulta comer saludablemente y favorece lo malsano, que complica el ejercicio físico y favorece el sedentarismo. Hemos llegado, sobre todo, por la dejadez legislativa. Y por un desconocimiento supino por parte de la población con respecto a aspectos dietéticos nutricionales. También por una prensa irresponsable, que da unos mensajes relacionados con la salud sin base científica. O por charlatanes, famosos ambiciosos o sanitarios negligentes. Juntas ese cóctel explosivo y te da lugar a esta situación en la que la esperanza de vida, y su calidad, está empezando a verse reducida.
Dice que cada vez que alguien dice lo de que “comemos seguro” mata a un nutricionista. ¿Por qué hemos asumido ese mantra?
Bueno, en parte porque la industria alimentaria ha intentado hacernos entender que el hecho de tener un producto en el mercado no solo es seguro, sino nutritivo y saludable. Por ejemplo, los cereales Chocapic. Un 25% es de azúcar. Esto es: de cada cuatro cucharadas, una es de azúcar. Pero te ponen en mayúsculas que es ‘bio’, que no tiene aditivos, que tiene vitaminas y minerales, que son integrales… De nuevo, la culpa es de las administraciones, que tienen que advertir.
Muchos. Por ejemplo, el Actimel todo el mundo cree que mejora el sistema inmunitario. Y es mentira. Tiene vitaminas que favorecen al sistema inmunitario. Pero ellos usan todos los medios a su alcance para que la población y se lo crea
¿Qué trucos utiliza esta industria para engañarnos?
Muchos. Por ejemplo, el Actimel todo el mundo cree que mejora el sistema inmunitario. Y es mentira. Tiene vitaminas que favorecen al sistema inmunitario. Pero ellos usan todos los medios a su alcance para que la población y se lo crea. Otro ejemplo: en Cataluña se ha puesto un impuesto a bebidas con más de un 5% de azúcar, incluyendo los zumos. Pues lo que hacen es poner un 4,5% y luego edulcorante, que es seguro pero no inocuo. Así la gente no lo ve y piensa que son buenas. O galletas como las Príncipe que tienen el sello de La Roja, la selección española, que es un reclamo. O ponerlo a la altura de los ojos. El Red Bull está a la altura de los ojos de los niños, no de los adultos. Todo eso es muy relevante. Por eso el título, llamativo, intenta contrarrestar un márquetin muy poderoso y muy inteligente.
Al respecto, comenta que un dietista en un escenario así es como un animalista en una plaza de toros…
Claro. De hecho, después de tantas entrevistas pienso que, al apuntar directamente a algunos productos, a las marcas no les va a gustar. Decir que los Chocapic son una mierda no le gustará a Nestlé. Y me puede llegar en algún momento un burofax. ¿Cuántos abogados tienen ellos y cuántos yo? Ninguno. Me siento indefenso frente a un enemigo muy poderoso. Así nos sentimos todos. Nos acusan de pesados, pero es que por cada mensaje que da uno de nosotros sobre salud, la industria ya ha enviado 200. Y, además, mucho mejor diseñados.
Casi todo lo que se anuncia en televisión es ultraprocesado. Creo que no hace falta tener una cátedra en nutrición para que sepas que unas patatas fritas de bolsa son ultraprocesados
Siempre se habla de los famosos ultraprocesados. ¿Qué son y por qué tienen ese carácter demoniaco últimamente?
En primer lugar, casi todo lo que se anuncia en televisión es ultraprocesado. Creo que no hace falta tener una cátedra en nutrición para que sepas que unas patatas fritas de bolsa son ultraprocesados. Tengo un listado en el libro sobre ellos, divididos en apartados y que no conviene tomar. Por ejemplo, una bebida alcohólica puede no ser un ultraprocesado, no ha sufrido una modificación muy severa de su de sus propiedades, pero no es aconsejable. Lo ultraprocesado se entiende como aquel producto en el que cuesta entender cuáles son sus ingredientes primarios: patatas, bebidas azucaradas, bollería, precocinados… con grandes cantidades de grasa, azúcar o sal.
El problema es que les ponemos el diminutivo –una patatita, una galletita, un yogurcito con azúcar, una cervecita– y en realidad son productos que tienen una alta densidad calórica, son bombas. Nadie dice “tengo un sueldecito de 3.000 euros”. Dentro de estos procesados, hay un márquetin para que no nos demos cuenta de la basura que llevan. No sabemos de lo que están hechos: un filete con mostaza puede tener más azúcar, por la salsa, que un terrón en el café. Y a eso le decimos que no, porque no está oculto: solo el 20% del azúcar que consumimos lo añadimos nosotros, el resto (un 80%) proviene de productos azucarados y no somos conscientes. Bebidas azucaradas, cereales de desayuno, postres lácteos o bollería.
Entonces, una Nocilla sin grasas trans es mejor, pero es el tema es que sigue siendo un producto con mucho azúcar y con muchas grasas. Con mucha densidad calórica y que no aporta nutrientes
¿Ha cambiado la forma de comprar por ser consciente de lo que llevan, como está ocurriendo con el aceite de palma o esos azúcares ocultos?
Lo que pasa es que, utilizando una metáfora de Juan Revenga, tirarte por un quinto piso es mejor que por un séptimo. Entonces, una Nocilla sin grasas trans es mejor, pero es el tema es que sigue siendo un producto con mucho azúcar y con muchas grasas. Con mucha densidad calórica y que no aporta nutrientes. Que estimula tu apetito y, por tanto, comes por encima de tu sensaciones fisiológicas de hambre y saciedad. Puede que sea un cambio, pero la gente lee “sin trans” y cree que es bueno.
¿Y no se ha modificado gracias a ciertos movimientos ciudadanos, al menos, que las marcas alteren sus ingredientes?
Eso lo explicaría mejor un sociólogo. Yo no estoy seguro. Lo que está claro es que los cambios tienen que ser estructurales. Si no, son parches: arreglamos una cosa y estropeamos otra.
Aquí ha habido varias polémicas solo por decir que hay que disminuir el consumo de carne…
Sí, de repente se habla de algo que está científicamente consensuados desde hace 30 años y hay reacciones en contra. Yo valoro eso del Ministerio de Consumo, igual que critico otras cosas. Por ejemplo, los discos de nutrición en las cajas: es una patada a la salud pública. En Chile, Argentina o México funcionan los sellos negros, pero lo que hay que hacer es educar. La industria lo que quiere es vender. Tú no puedes prohibir ciertos productos, pero sí enseñar que no son buenos.
El alcohol mata a 2,8 millones de personas cada año y es la principal causa de muerte de las personas que tienen entre 15 y 45 años. Además, genera accidentes de tráfico en los que mueren muchas personas inocentes y una lista larguísima de enfermedades
Se mete de lleno en el alcohol y su perjuicios. Parece que no se tienen en cuenta por el ambiente en el que vivimos, rodeados de él.
Tenemos una cultura muy proclive al alcohol y hay incluso titulares o publicidad que vende sus beneficios. Lo que está claro es que es malo. Y calórico. Por un gramos de azúcar tomas cuatro calorías. En el alcohol son siete, y es alcohol: más peligroso. En el libro tengo una página sobre los anuncios que hay, que hablan hasta de los cinco beneficios del whisky. Es un lobby muy poderoso que, por ejemplo, acaba de frenar la iniciativa de poner una etiqueta de advertencia sanitaria las bebidas alcohólicas, votada por el Partido Popular.
El alcohol mata a 2,8 millones de personas cada año y es la principal causa de muerte de las personas que tienen entre 15 y 45 años. Además, genera accidentes de tráfico en los que mueren muchas personas inocentes y una lista larguísima de enfermedades. Pero, sobre todo, genera dolor y sufrimiento, porque una persona que es adicta sufre y hace sufrir a su familia. Además, es una sustancia adictiva y se publicita en ocasiones como buena.
Doy un dato: la administración Obama invirtió cinco millones en una campaña para promocionar el consumo de cinco raciones de fruta y hortalizas al día, repartiéndolas gratuitamente. ¿Dónde fueron a parar? El problema es que el márquetin de fast food en Estados Unidos gasta cinco millones al día en publicidad
¿Por qué cree que no se entra de raíz en el asunto de la alimentación o del ejercicio físico, si es incluso positivo para ahorrar en tratamientos hospitalarios?
Porque es difícil. Doy un dato: la administración Obama invirtió cinco millones en una campaña para promocionar el consumo de cinco raciones de fruta y hortalizas al día, repartiéndolas gratuitamente. ¿Dónde fueron a parar? A lo mejor algo a escuelas, pero también a conferencias, carteles… Vale. El problema es que el márquetin de fast food en Estados Unidos gasta cinco millones al día en publicidad. Hay poco que hacer contra eso. Es como luchar en un cuadrilátero a 500 pesos pesados y tú eres un peso pluma. El tema no es sumar presupuesto para promocionar una dieta sana, que está bien, sino frenar el márquetin depredador, que se puede sencillamente con una ley, no es tan complicado.
También, en este sentido, se anota la desigual pelea de precios entre lo sano y lo insano.
Sí, el precio de una mala comida es mucho más barato. En el libro hablo de una palmera de chocolate y un plátano. Para obtener las calorías del primero, unas 2.400 y que cuesta un euro y algo, habría que comprar varios kilos de plátanos, unos 15 euros.
Arremete por fin contra los llamados superalimentos. ¿Existen?
No, aunque cada dos meses haya un bombardeo sobre uno nuevo: semillas, bayas, kombucha… Y, como pongo en el prólogo del periodista Antonio Ortí, a río revuelto, ganancia de la agroindustri.