- Cecilia Barría
- BBC News Mundo
Para un granjero que vive de la producción de sus vacas o sus gallinas, un mundo vegetariano suena más absurdo que realista.
Para un empresario latinoamericano que vende soja para alimentar cerdos, también.
Lo mismo para las multinacionales que dominan la industria cárnica mundial, como Cargill, Tyson o JBS, o para los países donde la carne es un motor económico importante, como Brasil o Argentina.
Y aunque el vegetarianismo es una tendencia creciente en los naciones ricas —para mejorar la salud, combatir el cambio climático o proteger a los animales—, lo cierto es que a nivel mundial el consumo de carne va en aumento.
Y no solo porque hay más población, sino porque ha crecido la clase media en países como China y otras economías emergentes.
La producción de carne hoy es casi cinco veces más alta que a principios de la década de los 60, pasando de las 70 millones de toneladas que se generaban entonces a los más de 330 millones de toneladas de 2017, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Y los países que más la consumen son Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda y Argentina.
Sin embargo, en los últimos años ha tomado fuerza la idea de que es bueno para la salud y para el planeta consumir menos carne.
De hecho, la carne (y especialmente la carne de vaca) es una de las industrias que más afecta al medio ambiente, porque requiere grandes extensiones de tierra, utiliza mucha agua y emite grandes cantidades de gases de efecto invernadero.
Pero cuando nos planteamos cómo cambiaría la economía global si todos fuéramos vegetarianos, entramos al terreno de la futurología.
Y la respuesta a esa pregunta depende de cuál es el escenario hipotético que nos imaginemos.
Cómo sería una economía vegetariana
“Una economía vegetariana crearía nuevos tipos de empleo y más alimentos con base vegetal que sustituyen a la carne”, le dice a BBC Mundo Marco Springmann, investigador de la Universidad de Oxford, en Reino Unido.
“Se reducirían los costos de salud generados por el alto consumo de carne y los costos asociados al cambio climático”.
Para llegar a esta economía vegetariana, explica, tendría que existir una transición gradual, cuyo rumbo dependerá de las políticas que tomen los países para establecer los incentivos que permitan hacer esa transformación.
“Los efectos económicos negativos podrían ser mitigados por decisiones políticas“, apunta Springmann.
Efectivamente los granjeros no pueden ser abandonados a su suerte, como tampoco se pueden cerrar de golpe las industrias cárnicas que generan empleo y aportan al Producto Interno Bruto (PIB) de los países.
“Los ganadores y agricultores tendrían que diversificarse“, explica.
Lo más realista, agrega, sería que las personas se vuelvan flexitarianas, es decir, que consuman menos carne, dado que es poco probable que el mundo entero se vuelva vegetariano.
“El mundo estaría mejor”
Los costos del cambio hacia un mundo vegetariano dependerán de cuáles son los supuestos que utilizamos para imaginar ese escenario, le dice a BBC Mundo Tim Benton, director del Departamento de Energía, Medioambiente y Recursos del centro de estudios británico Chatham House.
Pero como sea, “habría costos económicos significativos”, señala. La reducción del sector cárnico afectaría al crecimiento económico, aunque eso podría ser compensado con la producción de otros productos, explica.
“Habría un costo de transición, pero al final tendríamos gente más saludable y un planeta más saludable”, asumiendo que existirían desarrollos tecnológicos e incentivos económicos para consumir menos carne.
“El mundo estaría mucho mejor si consumiéramos menos carne“, señala Benton.
“La producción de proteína animal a gran escala ha sido apoyada con subsidios públicos. Si esos subsidios públicos fueran destinados a la producción de proteína vegetal, sería finalmente más barato para las personas mantener dietas más saludables”.
Con todo, aunque a nivel global sería recomendable comer menos carne y producirla de otra manera, eso no significa que todos los países puedan permitírselo, advierte Benton.
“Negativo para las comunidades agrícolas”
Andrew Jarvis, director de análisis de políticas del Centro Internacional para la Agricultura Tropical (CIAT, por sus siglas en inglés) e investigador del Programa de Investigación sobre Cambio Climático, Agricultura y Seguridad Alimentaria, advierte que si todos fuéramos vegetarianos, se crearía una situación difícil en los países con menos recursos.
“Bajaría el precio de la tierra y eso sería negativo para las comunidades agrícolas”, le dice a BBC Mundo.
“Probablemente habría más migración hacia las ciudades y potencialmente aumentaría la pobreza en el campo, al menos en el corto plazo”.
Explica que aunque algunas tierras podrían reforestarse o reconvertirse, no todas son necesariamente funcionales para ese objetivo.
“Sería un gran problema para el Cono Sur“, apunta Jarvis, quien vive y trabaja en Colombia.
Aunque también proyecta que podrían producirse algunos efectos positivos.
“Si se reduce el consumo de carne, más cultivos podrían ser destinados a alimentar a la gente y no a los animales”.
“Es mejor avanzar hacia una economía másflexitariana y no vegetariana“.
Según el Instituto de la Carne de Estados Unidos (NAMI, por sus siglas en inglés), el sector es clave para alimentar la economía del país.
Solo la industria de la carne de vaca y el sector avícola del país, son responsables de la generación de más de cinco millones de empleos, con salarios que oscilan entre los US$13,5 y los US$14,9 por hora en las plantas empacadoras y procesadoras.
Además, citando un estudio hecho por John Dunham & Associates, el sector genera más de US$1 billón, cercano al 5,6% del PIB nacional.
Por lo tanto, si esta industria desapareciera, las consecuencias económicas serían potencialmente desastrosas.
“Es raro imaginar un mundo vegetariano”
“Es raro imaginar un mundo vegetariano cuando el consumo de carne en el mundo está creciendo”, dice Ryan Katz-Rosene, profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Ottawa, en diálogo con BBC Mundo.
“Me siento renuente a pensar esa situación hipotética porque no la veo en el futuro”, explica, argumentando que en el debate público sobre los efectos del consumo de carne hay mucha confusión.
“Algo más concreto es imaginar un futuro con una dieta más sostenible, porque el 95% de la población mundial no es vegetariana“.
Katz-Rosene plantea que el sector ganadero, por un lado, contribuye a la seguridad alimentaria de las familias pobres, pero también presenta desafíos.
Lo importante, apunta, es distinguir que hay distintas maneras de producir carne. No es lo mismo la producción industrial que la producción de una familia que tiene una cabra que les permite subsistir.
Por otro lado, no es tan fácil cambiar la proteína animal por la proteína vegetal, dado que que la proteína vegetal adolece de ciertos aminoácidos esenciales, vitamina B12 o minerales como el hierro.
Para que funcione ese cambio, los gobiernos en las zonas más pobres tendrían que proveer esos complementos alimenticios para no afectar la salud de las personas. “No creo que eso ocurra”, dice el investigador.
“Es necesario un equilibrio, pero no es fácil conseguirlo”.
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