En pleno 2022 es difícil resistirse a la obviedad y negar que estamos sumidos en una era del streaming que, casi como si fuese la del ladrillo, podríamos calificar de burbuja. Las principales plataformas que compiten por llevarse la mayor tajada del pastel están optando por producir cantidades ingentes de contenido —a mi juicio, con un filtro más laxo de lo deseable— con el que engrosar sus catálogos a cambio de sufrir notorios altibajos de calidad.
Pero, en medio de una tendencia que parece apostar por la cantidad como clave del éxito comercial, Apple TV+ continúa alzándose como la rara avis del VOD, dosificando sus estrenos casi con cuentagotas y asegurándose de que su fondo de armario, pese a reducido en comparación al resto, atesore unos valores de producción por encima de la media tanto en lo audiovisual como en lo narrativo y lo conceptual.
Ahora, tras lanzamientos tan potentes como ‘Las luminosas’, ‘The Shrink Next Door’ o la maravillosa ‘Pachinko’, la plataforma vuelve a enamorar con ‘La serpiente de Essex’; una adaptación de la novela de Sarah Perry protagonizada por Claire Danes y Tom Hiddleston que, hibridando géneros de un modo casi imposible, condensa en poco más de cinco horas un viaje apasionante a los lugares más oscuros y recónditos de la fe, la superstición y la pasión.
Apasionante sutileza
‘La serpiente de Essex’ podría ser utilizada como claro e impecable ejemplo de que, por encima de cualquier otro elemento formal o dramático, lo que verdaderamente eleva una producción y su capacidad para impactar y emocionar, es el tratamiento de sus personajes y los arcos evolutivos que les transforman a lo largo de la trama. Y es que el surtido de protagonistas, atormentados y rotos a su manera, y su búsqueda de sanación espiritual es, cuanto menos, apasionante.
Tanto el dúo principal compuesto por el Will Ransome y la Cora Seaborn de Hiddleston y Danes —tremendas ambas interpretaciones— y su tenso contraste entre fe y ciencia, como el exquisito elenco de secundarios en el que brillan la Stella de Clémence Poésy y el Luke de Frank Dillane, están dibujados sobre el papel con una gran complejidad y trasladados a la pequeña pantalla con una visceralidad e intensidad que sirven de motor a un relato, de por sí, realmente absorbente.
Esta fuerza se ve igualmente representada en un tono que hace un auténtico ejercicio de funambulismo mientras combina con éxito romance decimonónico, thriller con tintes de folk horror y cultos de por medio y drama existencialista. Un cóctel que añade capas a la depurada narración y que ayuda a profundizar en su densa maraña discursiva, que abarca temas que van desde la eterna batalla entre fe, superstición, ciencia y razón hasta cuestiones políticas y feministas.
Puede que lo mejor ya no sólo de su modo de gestionar sus tesis, sino de toda la miniserie, sea la sutileza que predomina en su ejecución. El libreto de Anna Symon y la impecable puesta en escena de Clio Barnard abrazan el subtexto y el detalle por encima de la obviedad y el brochazo gordo, convirtiendo el visionado en una experiencia tremendamente satisfactoria en la que cada mirada y cada gesto contenido transmiten más que cualquier línea de diálogo.
Redondeando lo expuesto hasta el momento, ‘La serpiente de Essex’ exhibe un tratamiento formal exquisito, lo cual se aplica desde a su diseño de producción hasta la dirección de fotografía de David Raedeker, que captura la inquietante atmósfera neblinosa de la costa británica sin renunciar a los pasajes más hermosos y bucólicos ni al glamour de la Londres del XIX. Un deleite para las retinas.
Puede que ‘La serpiente de Essex’ no termine de cuajar entre el público que prefiera productos más directos, concisos y que equilibren el conjunto con una dosis de ligereza puntual; pero quien no tema en entregarse a sus muchos placeres, encontrará en ella otra pequeña obra de arte con la que se continúa perfilando un catálogo de ensueño en tiempos en los que “más” continúa confundiéndose con “mejor”.