* El autor forma parte de la comunidad de lectores de La Vanguardia
En el Día Mundial de la Tierra del pasado 22 de abril vimos nuevamente con mucha preocupación lo ocurrido en la Comisión de Medio Ambiente, Derechos de la Naturaleza, Bienes Naturales Comunes y Modelo Económico de la Convención Constitucional, luego que se rechazara el segundo informe en el pleno.
Si bien no está todo dicho, ya que se podrá presentar un nuevo informe de parte de la comisión, debiera servirnos como alerta a cómo estamos entendiendo los Derechos de la Naturaleza, los cuales están aprobados en varios de los artículos del borrador constitucional.
Se rechazaron distintos artículos referidos a la defensa de los bienes comunes naturales, como lo son desprivatizar el agua, nacionalizar el cobre, protección de la pequeña agricultura, protección del bosque nativo, suelo, humedales y glaciares, derecho a vivir un medio ambiente sano y justicia ambiental.
Más allá de que no se hayan conseguido los votos suficientes, luego que las y los constituyentes del Colectivo Socialista votaran en contra del informe, y que se los haya acusado de traidores, por oponerse a los artículos propuestos, debiera ser una oportunidad para reflexionar sobre qué país se quiere construir con la nueva Constitución.
De ahí que no nos sirva de nada con apuntar con el dedo a algún grupo político en particular, sin preguntarse qué es lo que sostiene ontológicamente el rechazo a artículos que son del todo necesarios, en un contexto de crisis climática y civilizatoria, en donde año a año se consumen cada vez más rápido los recursos de la Tierra, como bien plantea Global Footprint Network (GFN) en sus informes.
Por lo mismo, la discusión va mucho más allá de confrontar posturas ideológicas de izquierda o derecha o de conservadores o progresistas sobre cómo vemos la situación ambiental actual, ya que la evidencia científica es categórica al señalar que el calentamiento global ha sido causado por modelos insostenibles de vida que se han impulsado.
Se podrá decir que Chile, al tener una economía tan pequeña y marginal, es mínimo su impacto a escala global. No obstante, verlo así, es no entender que la Tierra es un gran sistema interconectado e interdependiente, por lo que todo lo que se haga repercute siempre en otro lugar.
Por otro lado, seguir creyendo que lo ambiental es un tema únicamente de indígenas y ecologistas, de carácter identitario, como dicen quienes se oponen a estos artículos de la Comisión de Medio Ambiente, es seguir reproduciendo una idea colonial de la Tierra, que refuerza la arbitraria separación entre Cultura y Naturaleza.
La necesidad por tanto de aprobar el próximo informe de Medio Ambiente que se presentará se hace indispensable, en un momento histórico inédito, que nos da la posibilidad de marcar un precedente, frente a otros países de la región y del mundo, en lo que refiere a sentar ciertas bases y horizontes, que permitan frenar la crisis socioecológica que nos encontramos.
En buena hora hay muchas organizaciones y constituyentes que saben que podrán haber nuevos derechos y formas más democráticas de estructurar el Estado en la nueva Constitución, fundamentales por lo demás, pero si no se pone en el centro la Tierra, todo será en vano.
Por el contrario, quienes están de manera anticipada por el discurso del rechazo, dirán que los que están impulsando transiciones postextractivistas, a través del cuidado de las semillas, la soberanía alimentaria, la soberanía energética, la agroecología, la permacultura, las huertas urbanas y los buenos vivires, son puramente planteamientos de fanáticos maximalistas. Parecieran no entender los desafíos que tenemos como humanidad.
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Perfil del autor
Andrés Kogan Valderrama
Diplomado en Educación para el Desarrollo Sustentable. Magíster en Comunicación y Cultura Contemporánea. Con cursos de Doctorado en Estudios Sociales de América Latina. Profesional de la Municipalidad de Ñuñoa
Integrante de Comité Científico de Revista Iberoamérica Social. Director del Observatorio Plurinacional de Aguas.
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