“A la persona más rica del mundo no le gustaba Twitter”, sentencia David Leonhardt, refiriéndose a Elon Musk, en su newsletter de hoy para The New York Times. “Así que se lo ha comprado”. El 25 de abril de 2022, Musk pasó de simple usuario a accionista mayoritario de su red social favorita: 44 mil millones de dólares, o el 9,2% de las acciones totales, suelen tener ese efecto sobre una megacorporación que, pese a llevar más de diez años ejerciendo como núcleo irradiador en prácticamente todos los ciclos de noticias a nivel global, nunca ha sabido muy bien cómo lograr que aquello que hace sea rentable. De hecho, lleva perdidos 860 millones de dólares desde que salió a bolsa, lo que, de acuerdo con los mejores manuales de Economía y Empresas, no parece ser sinónimo de buen negocio.
Twitter sólo ha anunciado beneficios en 14 de las 33 earning calls celebradas hasta hoy, por lo que es de suponer que su nuevo jefe/moderador (depende de cuánto crédito quieras concederle a una operación para la que, por cierto, ha destinado 21 mil millones de su propio dinero) buscará implementar algunas de las recetas que convertido a Tesla y SpaceX, sus dos principales activos, en casos de éxito tecnológico. En otras palabras: sus famosos “Planes Maestros” podrían ser la clave para alcanzar esa estabilidad financiera que la empresa lleva buscando desde sus orígenes, si bien nadie dentro o fuera de Twitter tiene, de momento, clara cuál va a ser la hoja de ruta a partir de este momento.
Existen, no obstante, ciertos indicios sobre cuáles van a ser los primeros pasos a seguir por el nuevo régimen, siempre y cuando Musk conceda algún valor a las ráfagas de ideas que ha ido soltando aquí y allá desde que anunció su intención de comprar Twitter para, en teoría, arreglarlo. Hablamos de un hombre altamente voluble y orgullosamente imprevisible en su manera de hacer negocios que, además, mantiene una muy pública relación de amor/odio con la red social, por lo que no podemos descartar ningún escenario. Quién sabe: quizá sólo ha adquirido el juguete para poder romperlo y que nadie más en el patio vuelva a jugar con él… O quizá esté a punto de mejorar la experiencia de millones de usuarios gracias a una intrincada combinación de medidas que nadie más en el mundo supo ver. Los dioses tiran una moneda al aire cada vez que Elon Musk decide intervenir sobre la realidad, de modo que habrá que sentarse y esperar a ver qué pasa.
Si finalmente se arremanga y opta por una implicación personal en el día a día de la compañía, aunque sea a corto plazo, estas son las cinco medidas concretas que el empresario ha prometido estudiar:
– Relajar la moderación de contenidos: Su gran caballo de batalla, el tema sobre el que Elon Musk más ha tuiteado desde mucho antes de hacer públicas sus intenciones de compra. “La libertad de expresión es esencial en cualquier democracia funcional”, escribió a finales de marzo. “¿Crees que Twitter se adhiere de forma rigurosa a este principio?”. Un 70% de los encuestados respondió que no. Musk se describe a sí mismo como un “absolutista de la libertad de expresión” y considera que la red social debería actuar de facto como un foro popular, pero no está claro cómo un accionista (ni siquiera el mayoritario) puede influir en políticas de moderación preexistentes.