Otro ejemplo es el publicado en junio de 2021 y titulado La «descarbonización» está plagada de mentiras. En la propia portada se pueden leer frases como que la política de desprenderse de los combustibles fósiles –que, recordemos, es la principal causa del calentamiento y posterior cambio climático– “destruirá la economía nacional”, que “la crisis climática es propaganda liberal”, que “la emergencia climática es una noticia falsa” y que “el calentamiento global no va a afectar a la humanidad”. Todas estas ideas contrarias a la evidencia científica aparecen de forma recurrente en sus artículos.
En la portada del libro también aparece un destacado a modo de reclamo: “Recomendado por Yoshiko Sakurai”. Se trata de una periodista, presentadora de televisión y escritora japonesa radical. Es presidenta del Japan Institute for National Fundamentals, un think tank ultraconservador con vínculos con grupos de extrema derecha. Muchos de sus miembros provienen de organizaciones y movimientos ultranacionalistas, como la Sociedad Japonesa para la Reforma de Libros de Texto de Historia. Sakurai está ligada también a la Nippon Kaigi, otra influyente institución de extrema derecha que promueve el revisionismo histórico.
Sabedor de que su participación en el IPCC legítima sus ideas ante su público, Taishi Sugiyama aprovecha esta distinción para promocionarse siempre que puede. También usa su papel como experto en el Gobierno de Japón. Como confirma a Climática el Ministerio nipón de Economía, Comercio e Industria, el científico ha sido invitado como experto externo en varios grupos de trabajo. Uno de ellos, con reuniones celebradas durante todo el año pasado, discutía medidas contra el calentamiento global en el marco del subcomité de Cambio Climático a Medio y Largo Plazo.
En noviembre de 2021 publicó un libro titulado La verdad sobre la crisis climática, donde alerta de que “los llamamientos a una acción radical contra el calentamiento global son cada vez más fuertes”. A raíz de esto, siembra la duda de “si se ha resuelto realmente el debate científico en el que se basan”. Y lo cierto es que sí está más que resuelto: es “inequívoco” que la influencia humana está detrás del calentamiento de la atmósfera, el océano y la tierra, como concluyó el IPCC en agosto del año pasado. A esto hay que añadir otro estudio, publicado meses más tarde, en el que se resolvía que el 99,9% de los casi 90.000 artículos revisados por pares consultados coincide en que el cambio climático es causado principalmente por los seres humanos.
En febrero de este año, este físico japonés publicó un libro dirigido a adolescentes en el que les invita a cuestionar la ciencia climática. En él emplea un célebre argumento conspiranoico: el de que los datos que presenta “son todos públicos y cualquiera puede encontrarlos y consultarlos” pero que “pocos medios de comunicación, políticos o burócratas” están por la labor de difundirlos. El libro está, evidentemente, repleto de falacias.
Un ejemplo es el capítulo donde pone en duda la influencia del calentamiento del planeta sobre la población de osos polares, un razonamiento típicamente negacionista. Sugiyama abraza esa tesis aunque, otra vez, se equivoca. Es innegable que la pérdida de hielo marino del Ártico debido al cambio climático es la principal amenaza para esta especie. Un estudio publicado hace unos años señalaba que existe un 70% de posibilidades de que la población mundial de osos polares se reduzca en más de un tercio en las próximas tres décadas, lo que provoca que estén en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la UICN. Un artículo de Carbon Brief se ocupaba también de esta tendenciosa controversia para desmontarla con argumentos científicos.
Rechaza ideas básicas que la ciencia no cuestiona
Ser autor habitual del IPCC y dedicarle tiempo a que la gente lo sepa no le impide a Sugiyama criticar al panel y sus trabajos. A propósito de la contribución del Grupo de Trabajo I, publicado en agosto de 2021 y centrado en las bases físicas del cambio climático, ha escrito casi 50 artículos en los que repasa, matiza o directamente niega ciertos aspectos del informe.
En uno de esos textos resta importancia a la capacidad de calentamiento del dióxido de carbono: “El CO2 en sí mismo es más bien una sustancia que hace crecer a las plantas y enriquece los ecosistemas, y el aumento de las concentraciones de CO2 no es, en sí mismo, un problema”, escribe.
En otro artículo de esta serie también pone en duda la contribución del metano al calentamiento del planeta. Afirma que tanto el CO2 como el metano están ya saturados, es decir, que por más que aumenten, la atmósfera no se sobrecalentará. Esta hipótesis, muy popular entre los negacionistas, tampoco tiene ningún fundamento. Basta con comprobar las mediciones de satélite y superficie para desmontar este argumento.
El CO2 es el gas de efecto invernadero más abundante en la atmósfera. Contribuye en aproximadamente un 66% al calentamiento global, sobre todo por la quema de combustibles fósiles y la producción de cemento. En cuanto al metano, contribuye con un 16% –permanece menos tiempo en la atmósfera, pero su potencial de calentamiento es mayor–, y alrededor del 60% proviene de fuentes antropogenénicas. Este último gas es responsable de aproximadamente la mitad del aumento de 1,1 °C de la temperatura media mundial desde la era preindustrial. A pesar de toda esta evidencia, el físico japonés insiste en otro artículo en que «no hay necesidad de preocuparse por el calentamiento global causado por el metano en el futuro”.
También se atreve a cuestionar la innegable disminución del hielo marino, y pone en duda las gráficas que presenta uno de los informes IPCC. Sugiyama, tanto en este como en otros temas, escoge los datos que más le convienen para retorcerlos y construir con ellos un relato interesado.
Es cierto que, como él cuenta, mientras la extensión del hielo en el Ártico baja –de forma alarmante, además–, la del hielo antártico no. Sin embargo, lo único que hace es simplificar un fenómeno único y complejo obviando deliberadamente la realidad: “Mostrar los dos polos no es la mejor forma de ver el problema del calentamiento global. Cada uno sigue dinámicas distintas. Es como mirar la temperatura de Norteamérica y África a la vez”, explica Sergi Gonzàlez, científico que forma parte del Grupo Antártico de la AEMET.
Este experto asegura que “hay un dato mucho mejor que la extensión de hielo, y es la cantidad (entendiendo que no solo hay extensión [área] sino también espesor)”. Además, cuestiona que en su “falacia” el físico japonés haya usado todos los datos, “en vez del mínimo y el máximo que muestra el IPCC”. “No puedes mostrar datos de una oscilación tan grande. Nunca mostramos los datos de temperatura en un país con su oscilación anual sino que cogemos la media máxima o la mínima. Ya sabemos que hay una oscilación, pero lo preocupante está en los extremos de la oscilación”, detalla.
En ese mismo informe que Taishi Sugiyama critica, el IPCC recuerda que el Ártico ya se está calentando más rápido que cualquier otro lugar del planeta. Según datos de la NASA, la extensión mínima del hielo marino del Ártico ahora está disminuyendo a una tasa del 13,1% por década. Sus datos satelitales muestran que las capas de hielo terrestres tanto en la Antártida como en Groenlandia han estado perdiendo masa desde 2002.
Según Sugiyama, “cada vez que hay una catástrofe, hay una avalancha de artículos que culpan al calentamiento global, pero todo son noticias falsas”. Dice que el aumento de las temperaturas se debe al “efecto isla de calor”. Numerosos estudios encuentran que éste tiene una incidencia despreciable sobre las tendencias a largo plazo. Así pues, una vez más, se equivoca. Y como recuerdan los especialistas Cristina Díaz –integrante del IPCC– y Julio Díaz, del Grupo de Investigación en Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano (GISMAU), «la subida de las temperaturas se registran en todo el planeta, incluyendo el océano, donde no hay isla de calor urbana”.
El japonés también tergiversa la realidad en torno a los incendios forestales al asegurar que “un error” relacionarlos inmediatamente “con el calentamiento global sólo porque se están produciendo”. Y añade, como hacen muchos otros negacionistas, que “la superficie quemada ha disminuido considerablemente en todo el mundo”.
En Climática se han publicado diversos artículos sobre los incendios forestales en un contexto de crisis climática. Algunos de ellos cuentan con la visión experta de Víctor Resco de Dios, que utiliza una metáfora para responder a este tipo de argumentos: “Fijarse en el área quemada es como obsesionarse con la fiebre: hacer caso del síntoma mientras se ignora la causa de la enfermedad”. Y recuerda que “los llamados incendios de sexta generación son un ejemplo de incendios que serían menos frecuentes si no estuviéramos inmersos en un escenario de calentamiento global”.
Una señal clara de retardismo –evolución del negacionismo clásico– es restar importancia al calentamiento global y sus efectos. Es lo que hace en multitud de ocasiones Sugiyama. Si unas veces niega la contribución de los gases de efecto invernadero al cambio climático, otras pone en duda los riesgos y la velocidad a la que se calienta el planeta: “Si el calentamiento global es demasiado rápido, adaptarse a él puede ser un reto. Pero hasta ahora no hay señales de una crisis climática”. Miente, por supuesto. El propio IPCC lo dijo recientemente: “[El planeta] se está calentando rápidamente. (…) Para los últimos 2.000 años, disponemos de registros de mayor resolución que muestran que la tasa de calentamiento global durante los últimos 50 años ha superado la de cualquier otro período de 50 años (…). Estamos viendo cambios en la atmósfera, el océano, la criosfera y la biosfera. Nuestros conocimientos científicos muestran una imagen coherente de un mundo que se calienta”.
De llamar a Greta “comunista” a traducir el manifiesto ecomodernista
La lista de artículos negacionistas y radicales de Taishi Sugiyama es interminable. En ellos no solo va contra la evidencia científica, también aprovecha para criticar a Greta Thunberg –“ha pasado de ser una activista medioambiental a una comunista”– y al movimiento ecologista. De él ha dicho que “se ha convertido en un monstruo gigante” y en “una religión” que “debilita al mundo libre, invita al ascenso de China y supone una amenaza para Japón como país”. Se queja, asimismo, de que Facebook censure artículos negacionistas, ataca a los medios de comunicación y a las redes sociales por haber “silenciado la disidencia” y haber “lavado el cerebro al público para que apoye las cuestiones medioambientales radicales”, cataloga la crisis climática de “farsa liberal” y cree que el objetivo de cero emisiones netas “arruinará la economía”.
Todo este tipo de mensajes, datos erróneos y mentiras también las reproduce en vídeos. Lo hace a través del canal de Youtube del Canon Institute for Global Studies (CIGS), donde la mayoría de contenidos subidos son suyos. Se dedica a charlar con diversos autores, a presentar sus libros o dar seminarios. Y siempre con un elemento en común: atacar la ciencia del clima, restarle importancia al calentamiento global y sus efectos, y alertar sobre los supuestos peligros de la descarbonización.
Además de esta actividad divulgadora anticientífica, Taishi Sugiyama fue el encargado de traducir al japonés Un manifiesto ecomodernista. Redactado en 2015 por 16 hombres y 3 mujeres, defiende que “intensificar muchas actividades –en particular la agricultura, la extracción energética, la silvicultura y el asentamiento humano–” es “la clave a la hora de desacoplar el desarrollo del impacto ambiental” y lograr lo que denominan “un gran antropoceno”.
El manifiesto está firmado, entre otros, por Michael Shellenberger, un viejo conocido, sobre todo, para ecologistas y científicos ambientales de Estados Unidos. El último libro de este periodista, de perfil también negacionista-retardista, No hay apocalipsis: Por qué el alarmismo medioambiental nos perjudica a todos, fue analizado por siete especialistas, y concluyeron que «mezcla afirmaciones precisas e inexactas en apoyo de una argumentación engañosa y demasiado simplista sobre el cambio climático». En 2003, Shellenberger cofundó, junto a su habitual colaborador y también ecomodernista Ted Nordhaus, el Instituto Breakthroug, del que Sugiyama es senior fellow (investigador principal).
Dos empleados de la industria petrolera como autores
El caso de Taishi Sugiyama no es el único llamativo dentro de las filas del IPCC, aunque sí el más indefendible. El próximo informe sobre mitigación tiene, por ejemplo, a dos autores que trabajan para Saudi Aramco y Chevron, las dos petroleras que más gases de efecto invernadero han emitido desde los 60 a nivel mundial.
Mustafa Babiker es, además de investigador asociado del Programa Conjunto del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) sobre la Ciencia y la Política del Cambio Global, consultor senior de análisis y planificación en Saudi Aramco, la compañía con la mayor producción del mundo y la segunda con mayores reservas probadas. Para este informe ha ejercido un puesto de responsabilidad: autor principal coordinador del capítulo 12 dedicado a perspectivas intersectoriales. Anteriormente ha sido autor en el AR4, el AR5 y el especial sobre 1,5.
Arthur Lee es miembro de Chevron y asesor principal de Medio Ambiente y Cambio Climático en Chevron Services Company. La empresa, con sede en California (Estados Unidos), es una de las grandes petroleras señaladas por destinar millones de euros en influir en las políticas de la Unión Europea. En este informe, Lee ejerce de editor revisor del capítulo 6, centrado en los sistemas de energía. En el pasado, contribuyó al Informe Especial sobre Captura y Almacenamiento de Dióxido de Carbono (2005).
En paralelo a esta labor, Arthur Lee ha acudido durante años a las COP (las cumbres del clima de la ONU) como observador en nombre de IPIECA, un lobby de la industria del petróleo y el gas en el que ejerció como presidente y vicepresidente dentro del Grupo de Cambio Climático. También es uno de los directores de la Society of Petroleum Engineers (SPE), dentro de la Sección Técnica de Captura, Utilización y Almacenamiento de Dióxido de Carbono.
Casos como estos dos no son una novedad. En el informe de evaluación que hizo en 2014 el IPCC (el AR5), uno de sus autores era Haroon S. Kheshgi, jefe del Programa de Cambio Climático Global de ExxonMobil, petrolera estadounidense señalada en las últimas décadas no solo por su contribución al calentamiento global, sino por su actividad constante para menoscabar toda acción climática.
“Ningún sistema se aproxima a la perfección pero, en mi opinión, tener a un empleado de una empresa petrolera como autor principal es un error”, señala Kevin Anderson, profesor de Energía y Clima y ex director adjunto del Centro Tyndall, en referencia a Babiker. “Preferiría que los autores principales fueran seleccionados en el mundo académico (o similar), no de oenegés o empresas”, añade. Aun así, no ve mal que la base sobre la que se construyen los informes del IPCC incluya artículos de estos organismos y compañías.
En una línea similar se manifiesta Julia K. Steinberger, economista que también es autora en el próximo informe del panel de especialistas: “Considero que los autores de empresas como Chevron y Saudi Aramco, independientemente de sus opiniones o cualificaciones individuales, no son una buena elección para este tipo de informes, porque estas empresas tienen un largo historial de promoción de la desinformación y la negación, y de presión contra la acción climática”.
En el caso de las organizaciones ecologistas –hay una autora de WWF, quienes han rechazado hacer comentarios, y anteriormente ha habido de Greenpeace, caso que generó polémica en su momento–, Steinberger cree que es diferente pues “tienen una comunicación abierta sobre sus objetivos y campañas, lo que hace que cualquier sesgo o conflicto de intereses sea mucho más fácil de tratar”. Tal y como lo ve ella, “es la falta de transparencia, de responsabilidad y el historial de malas prácticas en materia de política científica lo que hace que las empresas de combustibles fósiles sean, como mínimo, socios dudosos”.
“Con todo esto no se está poniendo en entredicho la ciencia, sino la composición del IPCC y su funcionamiento”, cuenta Andreu Escrivà, doctor en Biodiversidad y divulgador climático. Deja claro que “el IPCC, a pesar de los pesares, es la mejor herramienta que tenemos para condensar todo el conocimiento científico respecto al cambio climático y orientar las políticas a nivel mundial”.
El también ambientólogo insiste en que “las conclusiones generales y la calidad científica de los informes no se ve afectada por la presencia de estas personas” pero “que dentro del grupo de especialistas haya gente que trabaja para empresas ‘productoras’ del cambio climático o con intereses da una visión muy negativa de los conflictos de intereses y permite abrir la peligrosísima puerta sobre el papel del IPCC”.
Tampoco ve del todo bien esta selección de autores el sociólogo ambiental Robert Brulle. Aunque reconoce no tener “ningún problema en que una gran variedad de expertos de diversas organizaciones contribuyan como autores a los informes del IPCC”, sí cree que el puesto de autor principal coordinador de Babiker es “una posición simbólica de poder”, y que “el IPCC debería intentar evitar incluso la apariencia de un conflicto de intereses”.
Glen Peters, director de investigación en el centro noruego CICERO y colega de Julia K. Steinberg en el capítulo sobre las vías de mitigación compatibles con los objetivos a largo plazo, afirma que “en el contexto más amplio de la mitigación, se requiere una transformación en toda la sociedad, por lo que excluir a varias organizaciones del debate es problemático”. Confiesa que “a menudo es difícil evitar a los expertos de la industria o de las ONG, especialmente en un informe como el del Grupo de Trabajo 3, ya que a veces son los mejores expertos”. Para él, la cuestión clave es “cómo se gestionan los COI (conflictos de intereses) y cómo se tratan”. “¿Son los procesos del IPCC lo suficientemente sólidos y transparentes como para tratar los posibles problemas?”, plantea.
Hombres y del norte global: el perfil de autores del IPCC
Los autores del panel de especialistas son, en primer lugar, seleccionados por los gobiernos de los países o por organizaciones. Después, es tarea de las llamadas Mesas de Trabajo del IPCC hacer la criba definitiva y designar la función de cada persona. Esta selección se hace en base “a su experiencia en relación con el informe y del historial de investigación y publicaciones de los expertos”, explican desde el IPCC. Además, se “presta atención al equilibrio entre los autores de los países desarrollados y los de los países en vías de desarrollo; al equilibrio entre los autores masculinos y femeninos; y al equilibrio entre los autores nuevos en el proceso del IPCC y los que tienen experiencia previa”.
Antes de nombrar a un autor principal coordinador, a un autor principal o a un editor-revisor (las tres principales figuras que componen los informes), los órganos del IPCC responsables de la selección piden a los especialistas que completen un formulario de declaración de conflicto de intereses. En base a lo que rellenen, aunque haya un evidente conflicto de intereses, deciden si lo aceptan o no.
Para el Sexto Informe de Evaluación, el organismo fundado por la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) aceptó a 721 especialistas de 90 países tras una convocatoria en la que recibieron la solicitud de 2.858 personas expertas de 105 países. De las finalmente elegidas, el 44% proviene de países en desarrollo y países con economías en transición, el 53% son nuevos en el proceso del IPCC y el 33% son mujeres.
Estos datos evidencian otra de las asignaturas pendientes del IPCC: la brecha de género. En febrero, un artículo publicado en Nature ponía el foco en la poca presencia de expertas en los informes. Las autoras defienden que “una representación justa y una amplia experiencia son esenciales cuando se trata de un tema tan global, urgente y transversal como el cambio climático”. Asimismo, destacan un hecho no menos importante: “El trabajo del IPCC impulsa las carreras científicas. La nominación y el nombramiento como autor aportan reconocimiento internacional, reputación académica y el potencial de influir en la política”.
Desde el IPCC se defienden y señalan que “la proporción de mujeres autoras de los informes ha pasado de menos del 10% en 1990 a cerca del 30% en la actualidad”. Y remiten al anterior informe sobre Impactos, Adaptación y Vulnerabilidad: “El 41% de los autores eran mujeres. En cuanto a la proporción de países en desarrollo y desarrollados, más del 40% de los científicos son de países en desarrollo”.
Para este reportaje se trató de contactar en varias ocasiones con los tres autores señalados, pero ninguno respondió a los correos. También se intentó recabar la opinión de un número mayor de especialistas y colegas del informe, muchos de los cuales han tenido contacto directo con los involucrados, pero han preferido mantenerse al margen y han optado por remitirse a lo que pueda decir el IPCC.
“En general, la gente tiene miedo de criticar al IPCC, sobre todo si estás vinculado a él [como autor]. Creo que esto es problemático. Hay que fomentar la crítica, ya que es la única manera de hacer que la institución sea más sólida. Estoy a favor de la crítica constructiva”, concluye Glen Peters. Tanto para él como para Steinberger, el caso de Taishi Sugiyama supone un escándalo sin explicación.
Preguntados por si eran conocedores de la vertiente negacionista de Taishi Sugiyama y si harán algo al respecto, el organismo de la ONU evita mojarse. A través de un correo electrónico, Andrej Mahecic, responsable de comunicación y relaciones con los medios del IPCC, quiso dejar claro que “la ciencia es ahora indiscutible” en cuanto a que “las actividades humanas están causando el cambio climático, y recuerdan que el último informe señala que “el cambio climático es una amenaza para el bienestar humano y la salud del planeta”. Aun así, asegura que “el papel del IPCC es evaluar la ciencia relacionada con el cambio climático” y que “no comenta si las opiniones personales de los colaboradores, que pueden o no tener experiencia en un tema concreto, se ajustan a las conclusiones del IPCC“.