Cuando el diseñador gráfico, director de arte e ilustrador argentino Javier Guaschetti (@guaschetti en Twitter) recibió un mensaje privado en esa red social, que le alertaba sobre un perfil en la plataforma de venta de NFTs OpenSea que estaba vendiendo -con su nombre- sus diseños, simplemente no lo podía creer.
“Por suerte lo pude resolver rápido, le escribí a la plataforma y en unas horas ya habían dado de baja al usuario. No tuvo demasiada repercusión más que chistes y memes cuando lo conté en mi cuenta de Twitter”, cuenta.
Desde que la fiebre por los NFT se desató el año pasado -cuando el ignoto artista Beeple vendió una de sus creaciones (un NFT) por unos 69 millones de dólares y saltó a los medios, ganando fama, prestigio y dinero al instante- parecía que el futuro del arte tenía un nuevo aliado: un espacio virtual infinito donde los artistas podían vender sus obras, lejos de intermediarios, elites del arte y con una llegada masiva a un nuevo público.
Pero no todo es tan lineal. Un fenómeno en crecimiento es el de estafadores que en general, buscan obras de artistas poco conocidas, crean un NFT y comercian con ellas en OpenSea u otras plataformas crypto similares.
El dibujante de cómics Liam Sharp anunció en Twitter que iba a cerrar la totalidad de su galería en la plataforma para artistas DeviantArt porque “la gente roba mi arte y crea NFT’s con él”, explicó.
En el marco de una exposición artística sobre Star Wars, en noviembre pasado, su responsable (Ben Moore) tomó cientos de fotografías de obras diseñadas por artistas. Luego, las convirtió en NFTs y las subastó en OpenSea, donde unos días después le permitieron ganar millones de dólares.
Una muestra de la complejidad de este nuevo ámbito rozó lo absurdo e implicó a la marca de lujo Hermès. Mason Rothschild creó una serie de NFTs inspirados en el célebre bolso Birkin (la llamó los “MetaBirkins”) y los subastó por alrededor de 800.000 dólares. En pocos días el éxito fue tal que otros usuarios meta-falsificaron su creación y las vendieron por cientos de miles de dólares. Lo más llamativo fue la denuncia de falsificación del propio Rothschild, lo que llevó a que Hermès tuviera que comunicar públicamente su falta de vínculo con el “artista” y la ilegalidad de su NFTs, respecto de los cuales, Rothschild alegaba “propiedad intelectual”.
Aún cuando la obra original no tenga valor comercial o este sea muy bajo, la venta en estas plataformas puede cosechar miles de dólares sin que el autor original se lleve nada de ese dinero. Si en el mundo físico la propiedad intelectual sería un argumento de defensa válido, en estos bienes digitales la situación es aún más compleja.
Matías Loizaga, CEO de Enigma.art, subraya que “ssí como en el arte tradicional han existido siempre los falsificadores, para el caso de los NFTs existen los llamados “copy-minters”, quienes toman una copia de una obra (por ejemplo, la captura de una foto o una ilustración) para generar un registro propio de esta en la blockchain”. Cabe recordar que un NFT es siempre digital y, por lo tanto, puede copiarse: la compra de un NFT solo ofrece la titularidad del objeto digital, que queda registrada en la cadena de bloques de Ethereum.
Aún si en lo teórico, la venta de un NFT que clona una obra puede ser una “buena idea” la pieza digital podrá parecer la misma, pero no contiene la certificación inviolable ni el contrato inteligente incluido en el archivo de la obra original, argumenta Loizaga: “Es decir, el artista o creador de esa pieza no figura como tal en la blockchain. Esta información de trazabilidad es fácilmente constatable en las distintas plataformas y billeteras cripto. Por ese motivo, los casos de falsificación de obras suelen ser demasiado evidentes y la comunidad misma se encarga de sancionar a los falsificadores en muy poco tiempo”, aseguran desde Enigma.art.
La tecnología y el mundo del arte están dando pelea a esta nueva ola de estafadores digitales. De hecho, la misma DevianArt lanzó un sistema que advierte a los creadores cuando alguien más crea un NFT a partir de sus obras. Y el perfil de Twitter @NFTtheft apunta a “documentar el plagio, el fraude y otros problemas en la escena NFT/ cripto”. La cuenta actúa como una fuente de denuncia que impide que el plagio se propague y se comercialice con él.
Pero el proceso de denuncia formal por parte del artista es más complejo: OpenSea invierte la carga de la prueba y obliga a los artistas a demostrar que la obra es suya.
La plataforma facilita acceder a la tecnología necesaria para crear un NFT; sin embargo, no se trata de una actividad regulada. “Si yo quiero usar Word para transcribir una obra literaria y venderla a otras de personas, la culpa no es de Microsoft”, explica Daniela Baldovino, global head corporate & funds de Untitled SLC, una boutique de servicios legales especializada en la planificación patrimonial internacional y el establecimiento de fondos de inversión.
La especialista explica que por lo general, las plataformas que facilitan la creación de NFTs tienen establecido un proceso para hacer reclamos y denunciar vulneraciones a sus derechos de propiedad intelectual. “Ese reclamo puede resultar agotador, ya que el verdadero artista debe demostrar que lo es. La falta de normativa puede provocar que las plataformas se desentiendan y no ofrezcan una vía de reclamo ágil. Por otro lado, permite que personas que no identifican su identidad sean vendedores de NFT”, apunta.
Baldovino explica que no existen regulaciones sobre el funcionamiento de los bienes digitales. Por el contrario, los estados regulan principalmente la actividad en la que los activos digitales intervienen.
“Por ejemplo, si el NFT que está a la venta representa acciones de una compañía, entonces es probable que tengan que cumplir con la ley específica de cada jurisdicción que regule el mercado de capitales. En la Argentina, La Comisión Nacional de Valores es el organismo encargado de supervisar las actividades dentro del marco de la Ley de Mercado de capitales (Ley 26.831).”
Dependiendo de la jurisdicción, el artista puede iniciar acciones civiles o penales contra quién falsifica su arte. “El problema en estos casos es que no conocemos la identidad del usuario y su ubicación, por lo que va a ser muy difícil accionar contra esa/s persona/s, sin dejar de lado lo costoso que puede ser un proceso judicial para un artista”, apunta la especialista.
Loizaga subraya que en la actualidad, los países tienen distintos mecanismos para sancionar delitos de ciberseguridad en su Código Penal que requiere de una actualización periódica ante el surgimiento de las nuevas tecnologías. “En Europa se está avanzando en el reglamento europeo para los mercados de criptoactivos (MiCA, por sus siglas en inglés), que probablemente vea su implementación durante este año. Todos los avances en términos de legislaciones son bienvenidos”
En este sentido, existe una propuesta en Change.org que va dirigida a OpenSea. Básicamente, la petición solicita a la plataforma que incluya pasos de verificación para garantizar que el arte pertenece a quien lo haya subido, además de añadir sanciones monetarias cuando se descubra un plagio.
La recomendación para los artistas de parte de los especialistas es que den a conocer no solo los medios oficiales y nombres de usuario que utilizan para vender su arte, si no también aquellos usuarios y/o plataformas que ofrecen las falsificaciones. “Por otro lado, debe generar registros de su arte antes de ofrecerlo”, indica Baldovino y agrega que falta mucho debate antes de establecer requisitos e imponer reglas respecto de estos activos. “Los estados aún no han logrado una categorización de los activos digitales por lo que establecer requisitos a las plataformas implica regular sin entender los principios básicos del ecosistema crypto”.
A los coleccionistas y/o inversores la recomendación es adquirir NFTs de usuarios que tengan su identidad verificada y, si van a invertir montos elevados, contratar expertos que puedan revisar la cadena de bloques y asegurarse que el emisor de dicho NFT es el propio artista.
En Enigma.art creen que los NFT’s llegaron para quedarse y se transformarán en un nuevo vehículo de relacionamiento entre los creadores de contenido y sus fans/coleccionistas/usuarios. “En el futuro la compraventa de criptoarte estará completamente normalizada. Ayuda a los creadores de contenido a llegar más directamente a sus fans, y a su vez les permite a estos poder apoyar financieramente y sin intermediarios las producciones de sus artistas favoritos”.
Si bien la revolución es un hecho, el desafío en esta área es que la implementación avanza más rápido que el debate y los vacíos legales de estos nuevos ámbitos suelen ir en desmedro de artistas o creadores más pequeños. “Quienes estén interesados en ser parte de esta revolución tienen que invertir mucho tiempo en estudiar o contratar a expertos que entiendan sobre el tema”, afirma Baldovina: “Seguramente en los próximo tiempo veamos el foco puesto en el desarrollo de ciberseguridad e identificación de usuarios para dar más tranquilidad a los artistas y coleccionistas”.