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Entre modismos litoraleños, “malas palabras” inventadas, la caricaturización de escenas familiares cotidianas, música y, sobre todo, mucho humor -sencillo, sin vueltas-, los personajes de Jenny, la paraguaya y su marido Juan Carlos convirtieron a su creador, Wali Iturriaga, en el fenómeno teatral de la temporada 2023.
“Me termino durmiendo a las 6, me levanto a las 11 y ya arranco a generar contenido, a escribir, a ver qué está pasando, de qué cosa importante me puedo prender para hacer algún video de humor”
En un verano en el que a muchas de las producciones con figuras conocidas les cuesta llevar público a los teatros cada noche, el actor, músico y especialista en fitness correntino realiza siete funciones semanales de “La Jenny… claro que sí” con entradas agotadas en el Teatro Neptuno, una de las salas más grandes de la ciudad -1.200 butacas-, dos de ellas en horario de trasnoche. Y todo siendo un desconocido para los medios masivos y la televisión que, por ejemplo, pasó desapercibido en la tradicional ceremonia de apertura de la temporada “Mar del Plata Levanta el Telón”.
El actor correntino como Jenny, el personaje que lo catapultó a la fama.
Casi como una estrella de rock, Wali Iturriaga –en su DNI Eduardo Beltrán– sostiene en cada show 80 minutos ininterrumpidos sobre el escenario impostando las voces de Jenny y Juan Carlos y generando el delirio de un público familiar, pero muy heterogéneo. Aprovecha los momentos en los que traslada la escena a los pasillos de la sala para tomarse selfies y corea sus canciones como si las conociera de toda la vida.
¿Inesperado? ¿Inexplicable? A la vista de las largas filas cada noche puede decirse que Carlos Rottemberg fue un visionario. Antes de ver los resultados, el experimentado productor teatral, tomó un riesgo y acertó. Lo cierto es que quienes siguen los números aseguran que los suyos se asemejan a los que supieron tener Alberto Olmedo o Susana Gimenez e, incluso, los supera.
Como en su vida diaria y en las redes -en parte responsables del gran suceso del personaje y donde lo siguen más de catorce millones de usuarios-, su esposa Mity Pérez y sus cuatro hijos son los pilares que lo acompañan y apuntalan sobre el escenario.
En una extensa charla en la que el artista de 40 años compartió parte de su historia de vida con LA CAPITAL, también analizó las que -cree- son las claves del impacto que está teniendo Jenny y de todo el trabajo que sostiene el fenómeno.
Wali Iturriaga visitó el diario LA CAPITAL, donde contó detalles de su historia y de su forma de trabajo.
– ¿Esperabas el suceso que estás teniendo? ¿Sentís que tu vida cambió?
– Mi vida cambió un montón. Estaba muy motivado de estar acá, pero también asustado. Era una incógnita lo que iba a pasar en Mar del Plata, estando todos los días en uno de los teatros más grandes. Todavía no puedo asimilar esta locura de estar llenando todos los días el teatro y lo que se vive con la gente.
– Sostenés un espectáculo prácticamente solo sobre el escenario y sin descuidar las redes. ¿Son ellas tu gran base?
– Estoy todos los días activo, incluso más de lo que estaba. La semana pasada subí seis posteos por día en Instagram, Facebook, TikTok, YouTube, que demanda todo el día de laburo.
– ¿Cómo te organizás? ¿Cómo es un día de Wali en la actualidad?
– Llegamos a casa a las 3 de la mañana porque después del teatro me quedo con la gente, sacando fotos, hasta que se va el último. Me termino durmiendo a las 6, me levanto a las 11 y ya arranco a generar contenido, a escribir, a ver qué está pasando, de qué cosa importante me puedo prender para hacer algún video de humor. No dejo de darle importancia porque sé que la gente me sigue por las redes y es un gancho para el teatro.
– ¿Cómo nació Jenny?
– Venía de una vida completamente diferente, más de 20 años me dediqué al fitness, me iba muy bien, pero tenía ese bichito que sentía que me llevaba para otro lado. Para mí, ir al gimnasio a dar los cursos de fitness era como ir a hacer stand up, poder hacer reír un poquito a la gente y jugar con eso. Siempre estuve vinculado al arte por mi papá y mi mamá. Por otro lado, sentía la necesidad de profundizar mi lado solidario y queriendo llamar la atención y conseguir más cosas surgió un personaje, Cachilo, una caricatura de un villero correntino -basado en una persona de uno de los barrios humildes que recorría-. Lo hacía para recaudar fondos y lo subía a las redes. Con él empiezan a surgir muchísimas posibilidades y necesidades, comenzamos a trabajar con personas con distintas enfermedades, creamos merenderos que siguen funcionando. Como Cachilo, un día salió Jenny y empezó a pasar que en las redes, donde subía el contenido de los personajes para divertirme, si Cachilo tenía 100 comentarios, la Jenny tenía 500. Y empezó ha crecer primero fuera de Argentina. En Paraguay, México, Colombia estaban enloquecidos con la Jenny yo no entendía nada. De un día para otro presentaciones en boliches, festivales, charla con productores y teatro. Hasta el día de hoy no paramos y siempre trabajé con teatros llenos. Es para lo que me preparé toda la vida, casi inconscientemente.
– ¿Cuál crees que es la clave del éxito de la Jenny?
– Sin duda es un conjunto de cosas. Funcionaba bien previo la pandemia, pero después de todo lo que pasó, la gente más que nunca necesita reírse, despejarse, distraerse. Además, la gente se identifica con el personaje, reconoce que se trata de cosas que pasan en la vida. Se entiende que es una caricatura, una exageración de las situaciones. Y creo que la gente captó el respeto, el combo familiar, que yo me muestre tal cual soy. Entienden que los personajes no son yo, de hecho yo jamás digo malas palabras y las malas palabras que dicen Jenny o Juan Carlos son inventadas, un vocabulario propio. Pienso que por ahí viene el éxito de alguna manera.
– ¿Cómo es el trabajo detrás de la presencia de Jenny en las redes?
– Siempre me funcionó mostrar realmente dónde está el talento. Creo que, en mi caso, es prender la cámara y hablar cuatro, cinco, seis minutos a la cámara haciendo un monólogo, sin parar, como improvisando situaciones, que es lo que para mí hizo explotar a la Jenny y lo que puedo potenciar mucho más en el Teatro. Porque editar lo puede hacer cualquiera: corto, pego, edito y me queda un video de 15 segundos que está buenísimo. Después, está lo que se consume hoy, un video de 30 segundos, un minuto, producido. Además, hacer una foto o un escrito o algo relacionado a un tema que esté pegando, que esté de moda. Mi fuerte es escribir y hacer los monólogos. Y para eso estoy muy atento a lo que va pasando en el día, anoto ideas, me mando audios. Estoy todo el tiempo así. Es una obsesión que tengo. Por ahí mi mujer me tira una idea, por ahí hay cosas cotidianas de pareja o situaciones con los chicos que me despiertan una idea y a veces digo ‘por favor, necesito que discutamos por algo para tener contenido’.
– ¿Te sentís condicionado por el contexto actual, por no dar un mensaje “tóxico”?
– Hoy en día tengo que estar pendiente de un montón de cosas que antes ni se me cruzaban por la cabeza. Tengo que ir mirando todo lo que va pasando, ir aprendiendo y tomando todo, siempre que no sea una exageración. Lo claro es que soy actor, estoy haciendo un personaje que es una caricatura de una relación tóxica. Lo que transmito no es lo que pienso, ni son mis valores, no es lo que pasa en mi familia. También siento que Jenny y Juan Carlos se pueden invertir. Hay una mezcla de cosas y la gente se siente reconocida. Pero voy aprendiendo todos los días con qué tema jugar y con qué no. Muy pendiente de lo que la gente pueda llegar a tomar a mal.
Eduardo -Wali Iturriaga- Beltrán, junto a su productor Lucas Tamer.
– ¿Creés que, justamente, esa caricaturización, contribuye a llamar la atención?
– Sí, me pasa mucho eso. Recibo muchos mensajes privados que me manda la gente contando sus historias y me dicen que viendo la exageración se han dado cuenta de que “soy un poquito así, voy a ser menos intensa en el grupo de Whatsapp” o “yo soy así con mi mujer, voy a bajar un cambio”. Me gusta que se pueda generar eso.
– Nombraste mucho a tu familia. ¿Son un bloque? ¿Es lo que te sostiene?
– Somos eso sin duda y es un eterno juego desde que nos levantamos hasta que nos acostamos a dormir. Más allá de la situación que podamos estar viviendo hoy o hace unos años en los barrios, sé que la educación, el mensaje que quiero darle a mis hijos es que somos los mismos, estando en el barrio San Marcos o en cualquiera de los barrios humildes que recorremos o llenando los teatros. Ese bloque lo mantenemos, lo hacemos fuerte y yo necesito notar siempre que ellos lo están viviendo como un juego, pero que a la vez están aprendiendo, que les estamos dando valores para toda la vida.
– Al principio decías que estás sorprendido, que tu vida cambió un montón, pero, ¿cómo te sentís?
– Yo soy muy exigente conmigo, siempre quiero dar más, pero estoy feliz con todo lo que está pasando. Si tengo que resumir esto con dos palabras, esas son sueño cumplido.
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