Amanecerá el 14 de marzo y veremos si es cierto que Colombia gira a la izquierda y si la gobernabilidad de los candidatos a la presidencia estaría asegurada. ¡Hay que votar!
Si son ciertas las encuestas que circulan sobre la jornada electoral del próximo domingo, al menos la mitad de los electores que concurrirán a las urnas para elegir el nuevo Congreso de la República no participarán en las consultas presidenciales, que se llevarán a cabo ese día.
Muy mala noticia, porque significaría que, al final, estas primarias tan exóticas no concitaron el interés ciudadano o, al menos, se fue perdiendo con el paso de los días, en medio de las grescas internas y los escándalos que fueron surgiendo. Con el agravante de que la atención pública se centró sobre las coaliciones, lo que terminó invisibilizando el debate sobre las parlamentarias, a tal punto que los ciudadanos que participen en las elecciones que se avecinan lo harán sin saber, a ciencia cierta, los programas o propuestas legislativas de los distintos candidatos.
El próximo Congreso tiene muchas responsabilidades sobre nuestro futuro como sociedad. Por ello, lo ideal habría sido que el debate hubiera girado alrededor de las posiciones de cada grupo sobre los problemas estructurales de la Nación y sus propuestas para resolverlos. Pero no. Escasamente en estas últimas semanas se les ha consultado a las cabezas de lista sobre temas de la coyuntura, como el aborto o su posición sobre la guerra entre Rusia y Ucrania. Muy poco más.
Una democracia madura se centraría en el debate de los asuntos prioritarios del país. No sabemos cuál sería la posición de cada candidato a representarnos, sobre una eventual convocatoria a una constituyente. En medio de la grave crisis fiscal que se enfrenta, solo se escuchan generalidades; pero no se conoce una sola propuesta específica de ajuste a la tributación o de reducción del gasto público. El problema pensional pasó de agache, mientras aumenta su peso sobre las finanzas públicas, limitando las posibilidades de cualquier gobierno para atender las demandas sociales. De la necesidad de frenar el asistencialismo y focalizar la inversión pública en la generación de empleo y hacer un relanzamiento de los proyectos de infraestructura que requiere Colombia, como lo están haciendo en los Estados Unidos, no se dijo ni mu. Y del tema de la justicia, ni qué decir, parece asunto vedado.
De cualquier manera, habrá que elegir nuevo Senado y nueva Cámara de Representantes. Y las distintas listas, por fortuna, ofrecen nombres de ciudadanos que, por su formación y trayectoria de servicio público, les dan confianza a los electores. De seguro no será este el Congreso de estadistas excelsos, que auguren mejores leyes y grandes debates, como los que protagonizaron personajes de la talla de Darío Echandía, Carlos Lleras, Alberto Lleras, Laureano Gómez, Gilberto Alzate, Fernando Londoño o Luis Carlos Galán. Pero, igual, hay materia prima para un buen Congreso.
El Senado puede remozarse con nuevos nombres en la brega parlamentaria, que oxigenarían el Legislativo, como los de David Luna, Miguel Uribe y Carlos Negret. También puede consolidarse con el liderazgo y la experiencia de Alejandro Chacón, Humberto de la Calle, Efraín Cepeda, Carlos Fernando Galán, Lidio García, José David Name y Mauricio Gómez, entre tantos otros. La mujer estaría muy bien representada con Paloma Valencia, Caterine Ibargüen, Ana María Castañeda o la exfiscal Claudia Carrasquilla. Y ojalá que las distintas regiones alcancen una justa representación.
Amanecerá el 14 de marzo y veremos si es cierto que Colombia gira a la izquierda y si la gobernabilidad de los candidatos a la presidencia estaría asegurada. ¡Hay que votar!
Taponazo. Es una vergüenza que candidatos como Sandra Borda, Catherine Juvinao y Ariel Ávila aspiren al Congreso y hayan dado muestras públicas de su ignorancia sobre la forma como funciona.
NÉSTOR HUMBERTO MARTÍNEZ NEIRA
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