Aymar Navarro (7 de junio de 1989, Les, Valle de Arán) se puso unos esquís por primera vez cuando tenía solo 3 años y desde entonces no ha parado de romper la historia. Aunque él todavía no lo sabía, estaba destinado a cumplir sueños que ni siquiera podía imaginar. Iba a ser un pionero en nuestro país y uno de los mayores embajadores de su tierra, el Valle, y del Pirineo en todo el mundo.
Antes de convertirse en uno de los mejores freerider del mundo probó con el esquí alpino. Así transcurrió la primera etapa de su vida hasta que un día se dio cuenta de que se había aburrido de un universo que ya no le motivaba como antaño. Con valentía e incertidumbre a partes iguales decidió bajarse de los esquís. Aunque lo que no sospechaba entonces era que subido a ellos encontraría el rumbo de su vida.
Pasó de las pistas y dio el salto a la montaña y a la nieve virgen, las cuales son ahora su hábitat preferido. Comenzó una carrera en el freeride, algo por aquel entonces casi desconocido en España, y se convirtió en uno de los mejores de Europa y de todo el planeta. Debutó en el Freeride World Tour, algo que no había conseguido ningún esquiador nacional, en una prueba en Andorra en 2015 a la que fue invitado y en la que dejó a todo el mundo alucinado.
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Fue el primer paso de un camino que le llevó a ser un fijo durante años en el circuito. Bombero y miembro del Servicio de Rescate a tiempo parcial, vive sin despegarse de la montaña. Aunque hace casi un año, en marzo de 2022, estuvo a punto de despedirse de todo lo que tenía tras un gravísimo accidente en Verbier en el que salvó la vida de milagro. Las múltiples fracturas y los golpes no le han detenido y en este 2023 afronta su despedida del FWT y la reapertura de una puerta que siempre ha tenido entreabierta.
Además de su protagonismo en la competición, Aymar Navarro se ha hecho mundialmente conocido por sus proyectos audiovisuales. Esos entre los que destacan South Lines y Check Project y en los que ofrece una visión de las montañas, y especial del Pirineo, nunca antes vista. EL ESPAÑOL habla con freerider aranés sobre su vuelta a las bajadas, sus nuevos proyectos y el trabajo que le ha costado recuperarse tras volver a nacer en aquel día en Los Alpes que jamás olvidará.
La primera vez que te pusieron unos esquís fue con tres años, pero a lo largo de tu infancia y de tu adolescencia, ¿tuviste contacto con otros deportes o te centraste sobre todo en el esquí?
He ido haciendo diferentes deportes. He sido un niño bastante activo. Desde carreras de cross, de trail run, estuve en un equipo de fútbol, también competía en moto de trial de jovencillo y luego el esquí.
¿Qué fue lo primero que te cautivó del esquí alpino?
Yo creo que fue la afición que tenían ya mis padres aunque no eran monitores, pero ellos sí que tenían la afición de subir cada fin de semana a la montaña. Desde los tres años me fueron enseñando lo que era el esquí y poco a poco me fueron apuntando en clubes de esquí y de ahí ya llegué a las federaciones y a partir de ahí hasta el día que empecé con el tema del freeride.
¿Cómo viviste esa etapa en la que decides dejar el esquí alpino para pasarte al freeride?
Recuerdo una incertidumbre grande. Estaba dejando una etapa muy importante de mi vida porque había competido mucho tiempo en esquí alpino y estaba dejando esto, pero sin saber que había más allá. No dejaba una etapa porque se abría otra, entonces era un poco de incertidumbre. Acabé saturado de la competición, necesitaba otras motivaciones, pero tampoco las había encontrado en ese momento en el que tomé la decisión. Fue un año de ir probando. Empecé con clases de esquí, pero vi que no iba mucho con conmigo o no disfrutaba como yo pensaba. Era un trabajo y te daba dinero porque estaba bien pagado, pero no llegaba a casa motivado y contento. Daba las clases porque era mi trabajo y punto, de vuelta para casa. Y al final estaba viendo que esa motivación por el esquí la estaba perdiendo igual que me pasó con la competición.
Poco a poco, con el grupo de amigos que me junté para esquiar después de las clases, me empezaron a enseñar lo que era el freeride y me dejaron unos esquís anchos y empecé a entender la gracia de este deporte porque hasta ese día en concreto yo había esquiado siempre con esquís de gigante de eslalon que para fuera de pista son fatales y siempre iba hundido. Te tenías que echar muy atrás y no entendía nada cómo disfrutaba la gente con la nieve virgen. Yo siempre había estado acostumbrado a esquiar en nieves duras o hielo y cuando intentaba salir un poco fuera de pista era impracticable con ese tipo de esquís.
¿Cuáles son para ti las diferencias entre el esquí alpino y el freeride a nivel emocional?
Como te decía, a nivel del esquí alpino, igual que llegó un momento que me aburrí, en su día también lo disfruté muchísimo. Estuve esquiando, conociendo muchos países y gente y era un deporte que me recordaba mucho a mi perfil de persona, con un poco de agresividad. Ese deporte me llenaba bastante cuando terminaba de entrenar o cuando terminaba una competición, me sentía realizado y contento. Y en el freeride te desencasillas un poco de lo que son las estaciones de esquí o las pistas y te vas a otro mundo paralelo. Estás fuera de toda la masificación y fuera de los remontes, aunque también lo puedes practicar en estaciones de esquí.
Lo que más engancha o la gracia del freeride para mí a día de hoy es poder ponerte unas pieles de foca y estar tres o cuatro horas o ir a descubrir sitios donde no hay nadie. Por ejemplo, el Valle de Aran estos días estaba lleno y yo cogía mis esquís y mis pieles y me iba a escalar en hielo y no me encontraba ni me cruzaba con nadie en todo el día. Es un poco la magia esa de que más allá de ese núcleo de gente donde está todo el mundo esquiando, tenemos unas montañas espectaculares, no sólo aquí en el Valle de Arán, sino en todo el Pirineo, y que no te las acabas ni en tres vidas.
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Una de las cosas que marca también tu carrera es el haber combinado ser un deportista de élite con tu trabajo de bombero, ¿cómo vives también esa dualidad?
A día de hoy es difícil de cuadrar calendarios. Si quieres estar en la élite tienes que hipotecar casi el 80% de tu tiempo. Si eso lo tienes que combinar con un horario de trabajo es más difícil todavía. Por suerte tengo unos compañeros geniales que me echan una mano sobre todo durante la temporada para hacerme cambios de guardias y tener esa disponibilidad de días libres para poder entrenar o irme a competir fuera. Y después, un poco la unión que le encuentro es que al estar en el grupo de rescate de montaña al final son dos especialidades que van de la mano porque estás en un medio que es la montaña, donde estás entrenando y esquiando cada día, o haciendo alguna actividad, ya sea en verano o en invierno, y van de la mano. Eso es una suerte porque cuando me levanto por la mañana pienso que me da casi igual ir a trabajar que ir a esquiar porque al final me gusta lo que estoy haciendo en un sitio y en el otro. Está claro que hay días de todo y hay días que odias más uno que otro, pero por norma general me siento una persona con mucha suerte, muy privilegiada de poder tener dos trabajos que me gustan tanto.
¿Cómo es el cambio que haces de ser un esquiador profesional a entrar definitivamente en la élite del Freeride World Tour?
El cambio ha sido muy progresivo y nunca me he puesto metas muy directas. Simplemente he ido disfrutando, cada vez he ido creyendo más que tenía el potencial para poder llegar ahí. Al principio cuando me llamaron para la primera competición del World Tour era como si fuera el bicho raro. Un español entre todas las bestias, quedaba un poco apartado de todo el mundo. Decían si era el típico de nacionalidad española, pero que está esquiando en Suiza.
Poco a poco me ha hecho feliz que través de las redes sociales he podido mostrar un poco las montañas que tenemos y abrir un poco los ojos al resto del mundo porque parecía que al final solo existían los Alpes. Pero tenemos aquí un rincón en el Pirineo, además de Sierra Nevada, que tiene sus montañas y donde yo puedo mostrar un poco el potencial que tenemos. Esa es una de las motivaciones que he tenido de que la gente haya reconocido este lugar como un destino turístico para pasar sus vacaciones y que ahora tenga una prueba del Freeride World Tour y una prueba del UTMB. Son dos pruebas muy importantes, tanto en verano como en invierno, para acabar de reforzar eso.
¿Qué recuerdos tienes de aquella prueba de Andorra 2015 en la que rompes la barrera de ser el primero que llega a la élite?
Un recuerdo muy bonito y que lo guardaré toda mi vida. En el momento en el que llegué al hotel llevaba dos noches sin dormir porque iba a estar con mis ídolos compitiendo. Me acogieron súper bien. Me acuerdo de coger el coche un día y me dijeron que subían conmigo a la montaña y de repente mirar hacia atrás por el retrovisor y ver que estaba ahí toda la élite subida en el coche conmigo. Era algo que ni en mis mejores sueños podía haber imaginado. Ver que ellos me trataban como uno más de la familia, como si hubiera estado con ellos toda la vida, de subir a esquiar con ellos pues te hace estar sobremotivado, vas con un plus más de estar ahí. Estar cerca de casa con amigos y familiares también ayudó. Salió una competición muy buena para ser la primera y para llevar los nervios que llevaba. Al final meterte entre los diez primeros del Freeride World Tour a día de hoy ya es una hazaña, pues imagínate en tu primera competición. Fue un resultado muy positivo que ayudó a que los siguientes años contaran conmigo y hasta día de hoy que seguimos ahí dando guerra.
¿Cómo de duro fue ganarte un puesto fijo ahí en la élite y el hecho de codearte con los mejores de manera constante?
Duro no recuerdo nada porque siempre he hecho esto porque me ha gustado y me ha apetecido. Tampoco me marqué la barrera de estar aquí. Está claro que es lo que quieres, pero no era una obsesión. Yo seguí haciendo lo que estaba haciendo. Sabía que había llegado ahí con mi estilo de esquí, que las cosas se estaban haciendo bien. Empezamos con un proyecto en Sudamérica durante todos los veranos que era South Lines y eso dio un poco más de renombre a mi figura durante esa época sobre todo. Eso ayudó bastante para que después contaran conmigo para las siguientes pruebas. Y también he tenido que cumplir y hacer unos buenos resultados y ser un esquiador sólido que no va por encima de sus posibilidades, sino que consigue resultados buenos. Eso da confianza.
Cuando se empieza a decir que Aymar Navarro es uno de los mejores de Europa, ¿qué se te viene a la cabeza?
Siempre he dicho que ni me lo creo ni creo que lo sea, pero sí que es verdad que tu nombre resuene o que cada vez que haya una publicación del World Tour como ha pasado este último año que tengas tanto apoyo detrás… Yo siempre he defendido mi estilo de esquí que es la tradicional de cierre, el que considero yo que es el freeride real. Tener ese soporte de tanta gente, ya no sólo de los aficionados que puedes tener más cercanos como familiares, amigos o gente de España incluso, sino que ya se te reconozca fuera… Lograr eso para mí es el premio más grande que puedes tener, ese reconocimiento del público a nivel mundial.
Tu carrera ha tenido cosas muy buenas, pero también otras que no lo han sido tanto. La más conocida por todos fue aquel grave accidente en Verbier en el mes de marzo del año pasado, ¿es el golpe más grande que te has dado en tu vida?
Así es. Y espero que el último, que no haya ninguno más así. Es un deporte de riesgo donde sabemos a lo que estamos jugando. Está claro que siempre estudiamos muchísimo cada bajada de las que se ven después en televisión. Hay muchas horas de estudio, muchas horas de entrenamiento y muchos años de experiencia. Pero al final estás en un escenario en el que no puedes controlarlo todo. Un simple cambio de nieve o una medida que hayas tomado mal son pequeños márgenes que a la hora de una ejecución es un mundo. Puedes cambiar unos grados y decir en esos 30 grados tengo que ir a esa dirección para saltar esa roca y pasarte a 35 grados puede ser pasar de la gloria al infierno en un segundo.
Es un deporte que es de riesgo, no tenemos que engañar a nadie. Esa es la realidad. Siempre intentamos hacer el máximo para que no ocurran este tipo de accidentes. Somos los primeros interesados en no sufrir estas caídas y tener que estar lesionados unos cuantos meses. Es como MotoGP por ejemplo, si quieres estar arriba tienes que apretar y hay veces que, por desgracia, cuando vas al límite, un pequeño detalle o un pequeño cambio de nieve te puede crear una caída. Estás en un medio que es la montaña y una caída a esas velocidades siempre tiene consecuencias graves.
¿Cómo fue aquel accidente? ¿Recuerdas algo del golpe?
Yo recuerdo casi todo. Cuando me desperté sí que estaba un poco aturdido porque quedé inconsciente durante un minuto o así. En el momento en el que me desperté sí que no entendía nada, pero rápidamente empecé a recordarlo todo. Sabía dónde estaba, sabía lo que me acababa de pasar. No sabía exactamente dónde me había pegado el golpe, pero sabía que estaba en Verbier y que había hecho la competición. Yo tenía el recuerdo perfecto de recepcionar la triple y en un momento dado perder el control y dar dos vueltas de campana. A partir de ahí sí tenía el borrón. Después, mirando las imágenes, siempre he dicho que podía haber estado mirando esa bajada durante diez días más y hubiera elegido la misma ejecución y nunca hubiera visto esa piedra como un peligro real a la hora de ejecutar mi línea.
Nosotros cuando miramos una una bajada o un salto, según a la velocidad a la que vayas a entrar, tú te haces un ángulo de posibilidades de lo que te puedes desviar a un lado o al otro. Entonces siempre miramos que debajo de ese salto sea limpio, que no haya un barranco, que no haya piedras, que no haya ningún árbol para que en caso de caída, que no impactes contra eso. Entonces yo ya me hice ese ángulo bastante amplio, pero el problema fue que al recepcionar justo enganché la línea de otro esquiador que había pasado por ahí, los esquís se me giraron totalmente hacia la izquierda y ya me fui. En vez de bajar recto hacia un lateral, directamente me fui como si tuviera un imán contra la piedra. Son cosas que le puedes dar vueltas, que ahora es fácil analizar y decir que estaba esa piedra. Pero en una recepción normal, incluso con caída, nunca hubiera tenido que ser un obstáculo. Por eso se llama accidente. Y los accidentes son cosas que tú crees que no van a pasar e intentas que nunca pasen.
¿Cómo ha sido tu 2022 desde el accidente hasta aquí?
Ha sido un verano duro en el cual he estado muchas, muchas, muchas horas de rehabilitación con fisioterapia y en el gimnasio, pero no me ha hecho perder la ilusión por el esquí. Sí que me he replanteado el tema de la competición porque al final llevo muchos años ya compitiendo en el World Tour, mucho más de lo que hubiera esperado, y cuando tienes un accidente así es normal que te vengan cosas a la cabeza. A mí me apetecería llegar a viejo como cualquiera, no somos especímenes como algunos nos dicen que nos da igual todo y que no valoramos la vida. Todo lo contrario. Yo soy el primero que lo valora, que me gusta estar con mis amigos, que paso las Navidades con mi familia y no me gustaría para nada perder todo esto.
Al final, haciendo un estudio y una valoración, pues son accidentes como si coges el coche para irte de aquí a Lérida y tienes un accidente. Está claro que estás más expuesto porque es un deporte de riesgo, pero si haces las cosas bien no tienen por qué pasar todos estos accidentes. He decidido competir un año más porque después de tantos años no me quería quedar con esa sensación fea de determinar mi carrera deportiva así. Aunque la idea es seguir con proyectos. Pero a nivel de competición creo que sería feo tanto para mí como para la familia del Freeride World Tour, porque lo considero como tal. Creo que nos merecíamos una despedida mucho más bonita.
¿Se llega a perder el miedo en algún momento o lo entrenas de alguna forma? ¿O es algo que va implícito en vuestro ADN de deportista extremo?
Creo que eso más que con el deportista extremo, va con la personalidad de cada uno. Querer superarte. Yo a los cinco días lo primero que hice es decir bueno, ya está, ha pasado. Ya no puedes hacer nada por cambiarlo y ahora lo único que puedo hacer es luchar y recuperarme lo antes posible. Así que empecé el gimnasio con el brazo roto, pero tenía las piernas bien y me subí a la bici estática, a caminar por la montaña… a hacer lo que sea, pero activar otra vez el cuerpo. Si tú te dejas ir, si tú entras en pánico, en miedo o te quedas resentido en casa y cagándote en todo lo que has hecho mal, entras en un bucle sin final que te lleva a un pozo sin fondo.
Está claro que si has tenido un accidente, tienes que evaluar lo que ha pasado, ver qué cosas has hecho mal para que pase eso o qué es lo que ha ocurrido. Pero rápidamente, al menos por mi forma de ver la vida, tienes que decir ‘ya está, ya he llorado suficiente, llevo ya dos o tres días de descanso pues al lío, esto hay que levantarlo cuanto antes’. Es la manera con la que me tomo todo en mi vida. Me la tomo así. Unos necesitarán más o menos tiempo, pero cuanto antes empieces a reactivar otra vez el día a día y a volver a la normalidad, antes te vas a recuperar.
¿Cómo afrontas el 2023 con esa vuelta al World Tour y qué proyectos tienes en adelante?
Desde el momento de la caída ya sabía que contaban conmigo para el siguiente año. Lo que les dije es que me dejaran mi espacio y mi tiempo para pensar si realmente quería volver a hacer una competición. Tengo que agradecer públicamente al Freeride World Tour que ha tenido toda la paciencia del mundo para respetar esos plazos y no me ha presionado para nada. Ni las marcas tampoco. Ha sido una decisión 100% mía y consensuada con mi familia. Quiero disfrutar de este año como experiencia, sin presión de resultados ni nada. Siempre cuando te pones un dorsal, aunque puedes decir esto públicamente, vas a querer estar arriba. Eso sí que lo llevo en el ADN.
De cara al año que viene termino una etapa que es de competición, pero no es que termine mi carrera deportiva, sino que se abre otra etapa. Ahora sí que cierro una porque tengo otra abierta. Ya he empezado con nuevas grabaciones y proyectos de esquí en altitud. Ya hemos hecho un proyecto aquí en el Valle de Arán que se llama Check Project que es un poco escalar vías de invierno y bajarlas esquiando. Y es un poco extrapolar esta idea a la máxima altitud. Ir al Himalaya y empezar, no en ochomiles, pero sí en montañas vírgenes y empezar a abrir rutas nuevas, siempre combinando la subida alpina con la bajada en esquís.
Entonces hay Aymar Navarro para rato, ¿no?
Esperemos que sí. Si las marcas siguen apoyando sí. El proyecto actual está apoyado por uno de mis sponsors principales y eso para mí ha sido un regalo y una responsabilidad al mismo tiempo. Es un proyecto muy ambicioso y potente. Este es un terreno desconocido para mí. Esta altitud es otra liga. Primero hay que ver cómo responde el cuerpo, entrenar fuerte y en eso estoy focalizado esta temporada. Competiré, pero mi foco está en el tema del alpinismo, en mejorar mi técnica de escalada y ganar fondo físico para ir en las mejores condiciones.
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Una de las cosas que más ha hecho grande y conocida tu figura es tu relación con el mundo audiovisual, ¿cómo explicas eso que has conseguido crear y que ayuda a hacer más conocida tu disciplina y la montaña?
En lo audiovisual soy un desastre, pero a la vez le he puesto mucho morro y muchas ganas para aprender. Todo empezó con imágenes de GoPro e imágenes de dron con amigos. Poco a poco darle una identidad a un proyecto, irnos a Sudamérica y decir que vamos a grabar una película con un amigo que la grabamos con móviles, drones y GoPros y que cogió una envergadura que ni nosotros nos la esperábamos. Se creó un proyecto, South Lines, que está subido en YouTube y que dio la vuelta al mundo. Todas las páginas americanas que no tienen material durante el verano nos siguieron y fue un momento perfecto para ir metiendo la patita en ese mercado tan difícil y con tanta competencia.
Al final íbamos creando un material muy potente porque eran las líneas muy buenas que se vendían fácil. Poco a poco fue creciendo el tema de los proyectos y a día de hoy se ha consolidado. Ahora justo estoy dando unas charlas que son ‘Diez Años Sin Dejar De Soñar’ que he estado por toda España. Cuando montaba las charlas me daba cuenta de que estamos tan focalizados en el mañana que no miramos lo que estamos haciendo y lo que estamos dejando atrás. Me gustó mucho crear esa charla porque me di cuenta de todo lo que había conseguido un chaval de pueblo en el que nadie confiaba. Yo vengo de una familia súper humilde, mis padres son pescaderos, no he tenido ninguna facilidad y nadie me ha regalado. Ahora miro atrás y llevo siete años en Mundiales, he hecho cuatro o cinco películas, he estado grabando con RedBull en Grecia, ahora tengo un proyecto muy potente en el Himalaya… Ver todo este crecimiento que se ha ido haciendo poco a poco me enorgullece y es la recompensa a todo el esfuerzo y a todo lo que he hipotecado en la vida. Todo esfuerzo tiene su resultado.
Hay una palabra que te acompaña durante toda tu carrera que es la de pionero, pero también el hecho de ser uno de los mayores representantes del Valle de Arán y de la zona del Pirineo, ¿eso es también un título que aunque no figure en una vitrina físicamente también te llevas a lo largo de tu carrera?
Que me digan eso desde fuera me enorgullece. Haber puesto mi granito de arena para que se conozcan más estas montañas es estar más que pagado. Poder darle ese punto al Valle de Arán, haber ayudado a traer una prueba del World Tour aquí o de enseñar en mis grabaciones las montañas que tenemos aquí es lo máximo. Ahora la zona está en bastante auge con los chicos jóvenes. Todos los clubes tienen su sección de freeride y todo esto te enorgullece más que cualquier podio. Soy aranés y vender tu casa para que realmente la gente lo empiece a conocer es importante.
Al principio me acuerdo que cuando íbamos por ahí teníamos que decir que era un valle que hay al lado Andorra. Era la manera de localizarlo y ahora, poco a poco, entre todos lo vamos consiguiendo. El Valle ha hecho un gran esfuerzo por traer una prueba de UTMB aquí y una prueba del Freeride World Tour por la que Baqueira ha apostado fuerte después de confiar en la propuesta que les pasé. Poco a poco vas viendo todo eso. Antes era solo público nacional el que venía aquí y algún francés, y ahora cada vez ves más extranjeros en el Valle de Arán y yo creo que eso es súper bueno para una zona que vive del turismo. Siempre darle un poco de plus a eso me hace estar encantado.
Tú que sabes más que nadie todo lo que te ha costado conseguir todo esto y lo difícil que es abrirte paso en este mundo, ¿cómo valoras el hecho de seguir caminando de la mano de una marca como Atomic después de diez años?
Dice mucho de una marca con tanto prestigio que después de diez años sigan confiando y cada vez a más en un freerider español. Al principio tuve que hacerme mi hueco. Tuve que luchar más que otros solo por la nacionalidad porque al final es que un español no vende lo mismo que un americano o un austriaco o un francés. El mercado aquí es más pequeño, pero yo creo que se han dado cuenta de que es un mercado que está en auge, que está creciendo, que tiene su público y que una marca así siga apostando por mí, haciendo proyectos conmigo mano a mano e incluso confiando en el desarrollo de material es genial. Ahora estamos inmersos en un proyecto de desarrollo de nuevos esquís y botas y esto me enorgullece.
España ha estado recientemente intentando pelear por albergar unos Juegos Olímpicos de Invierno, pero de momento el proyecto no ha salido hacia adelante, ¿cómo crees que sería de importante para los deportes de invierno en España poder conseguir esto y que se pudieran aumentar las inversiones y mejorar todas las infraestructuras?
Es un arma de doble filo, también hay que decirlo. No es que esté en contra ni mucho menos, pero quiero que se hagan cosas coherentes. No me gustaría que destrozaran los valles que hay a día de hoy para hacer infraestructuras gigantes que luego no tengan ningún uso. Entonces, invertir dinerales para eso me crea rechazo. No estoy hablando de imaginaciones, sino de hechos que han ocurrido. Si a mí me dicen que van a invertir dinero en que haya una comunicación más buena en la zona bien. Pero si por ejemplo amplían un hospital porque se necesita, no me sirve de nada que después no se mantenga y se recorte en personal y sea un hospital fantasma.
Entonces, si se hacen inversiones coherentes sería buenísimo tener unos Juegos Olímpicos aquí. Esa es la verdad. Pero siempre y cuando se hagan coherentemente todas las inversiones y todas las infraestructuras. Se me ocurre, por ejemplo, si montas una Villa Olímpica aquí en el Valle de Arán, aunque no sea el sitio idóneo, pues después todas esas casas pueden ser apartamentos para la gente que viene aquí a trabajar y que no tiene sitio o facilitar el acceso a la gente que no tiene tanto poder adquisitivo para poder tener un apartamento aquí en el Valle que son carísimos. Si se hace pensando en la gente, estoy 100% a favor.
¿Cómo de importante sois las figuras que trascendéis del mundo de la nieve como es tu caso o recientemente el de Queralt Castellet para seguir haciendo más visibles vuestras disciplinas y crear iconos como sucede con jugadores de baloncesto, de fútbol o tenis?
Es importante tener deportistas en la élite para que luego los jóvenes se fijen. Los chavales se van a fijar en el que está despuntando y si son deportistas, pues mejor que gamers. Para mi forma de verlo, mejor que tengan como ídolos a deportistas y me da igual que sean de snowboard o de esquí mientras sean deportistas y más viviendo aquí en el Valle de Arán. A veces, cuando doy charlas en los colegios, no me canso de decirlo: ‘Vosotros tenéis lo más importante que es un territorio que no lo tiene nadie, aprovechadlo, no os quedéis en casa un día de buen tiempo’. Ya sabemos que hay un montón de días de mal tiempo en el Valle de Arán. Esos días que se queden en casa, que jueguen a la consola o lo que quieran. Pero los días de buen tiempo que no se queden en casa encerrados. Yo no digo ir a esquiar siempre, pero es que es gratis ir a la montaña a dar un paseo, a correr o a montar en bici.
Hay tantas posibilidades… La gente que me dice que es aburrido vivir en el Valle me hierve la sangre. Que hay gente de mi generación que no han subido en su vida a ningún sitio. Así cómo no va a ser aburrida tu vida si es trabajo, bar y casa. Es que hay mil sitios para ir a hacer mil cosas, es imposible aburrirse y quien lo diga es que no lo defiendo nunca. Está claro que siempre va bien salir del Valle de vez en cuando y de estar entre montañas todo el día porque también agobia, pero que aquí no salieran más deportistas… Ahora sí que está creciendo eso. Pero que en mi generación no salieran más deportistas de élite choca con la realidad del entorno con el que estás viviendo. Es que algo estaba fallando o que desde abajo no se estaban haciendo las cosas bien. Creo que ahora con los centros de tecnificación y las escuelas de fútbol o las escuelas de esquí de fondo se trabaja desde la base y se enseña en los colegios. Todo tiene un proceso. Al final no hay que inventar nada, esto está todo inventado en los Alpes desde hace mil años. Entonces no es que tengamos que ponernos a descubrir y hacer inventos, es tan fácil como coger y copiar lo que se está haciendo fuera y que está funcionando.
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