La cocinera vegana habló con Castelar Digital acerca de sus inicios en el veganismo, Instagram, sus nuevos emprendimientos y el sello vegano IVC: “Está bueno que las personas cuando vayan a comprar algo sepan qué están consumiendo”.
“¿Por qué no subís recetas en Instagram? A mis amigas les encantaría”, le dijo una compañera de trabajo a la cocinera, profesora y activista vegana, Marysol Viola. Este fue el puntapié que dio origen a Mar Vegan, la cuenta que tiene en la red social y en YouTube donde comparte “recetas fáciles y rápidas elaboradas con alimentos 100% naturales y orgánicos”. “Empecé de a poco y a los dos años me llamaron de la Escuela de Arte Gastronómico EAG para hacerme cargo de la coordinación del área vegana, donde estuve 3 años. Fui la primera en hacer un curso completo de Cocina Vegana a nivel Latinoamérica. Fue un boom para mí. ¡No lo podía creer!”, comentó emocionada.
“Y, después, fue ir viendo qué le gustaba a la gente. Más allá de vender o de querer ganar plata, es preguntarse: ¿Qué necesidad tienen?”, explicó Mar Vegan que en 2021, creó Otilia, su propia tienda de pastelería basada en plantas. Y este año, la empresa de catering Peperina donde ofrece menús personalizados para eventos sociales, empresariales o familiares. Cabe destacar que su público no es exclusivamente vegano. Los clientes de Otilia, por ejemplo, son en su mayoría madres de niños con alergia a la proteína láctea. “Quieren darle de comer algo a los chicos y no pueden porque en la industria casi todo tiene lactosa o suero de leche. Me pone muy feliz cuando llegan esos pedidos”, señaló la vecina de Castelar que tiene su Columna en este medio.
“Siempre quise ser veterinaria. De hecho, todo el tiempo me regalaban valijitas para jugar. Agarraba cualquier bicho de la calle. Crie pájaros. Tengo gatos y son como hijos”, explicó y relató una anécdota de su infancia: “Tendría 4 años. Me acuerdo que mi papá había hecho bifes y yo no quería, estaba re negada. Y a las diez de la noche me puse a comer galletitas de agua con dulce de leche. Recuerdo el momento de estar untando porque era como que no podía hacer eso”.
“El tener que operar a los animales me daba impresión, y el tema de la eutanasia, para mí es muy difícil. Por ese lado, dejé la idea de ser veterinaria. Después, empecé con la cocina, no por cuidarme sino por conocer sobre lo que uno ingiere. Estamos muy acostumbrados a comer y no a alimentarnos. Y es muy distinto. Uno come como un acto social pero alimentarse realmente o nutrirse es ser consciente del acto, de qué está ingiriendo tu cuerpo”, opinó la profesora de cocina vegana, egresada del Instituto Argentino de Gastronomía, IAG.
Años más tarde, comenzó a interesarse en el vegetarianismo y, luego, en el veganismo. “Yo primero lo hice por los animales. Ya de chiquita, por una cuestión lógica, por el sufrimiento animal. De grande, empezás a investigar y el rechazo es cada vez mayor y ahí ya dejé de comer carne. Más allá de una alimentación, el veganismo, es una forma de vida porque abarca demasiado”, aclaró.
En un primer momento, inició el cambio de dieta por su cuenta. Algo que hoy desaconseja por las consecuencias que tuvo, resaltando la importancia de hacerlo acompañado por profesionales. “Yo fui extremista y dejé de golpe y el organismo me dijo: `¿Qué pasa? ¡Me estás sacando algo que yo venía incorporando!´. Entonces, tuve que hacer un plan nutricional, ir a la doctora y a la ginecóloga porque, obviamente, se te desencadena todo un proceso hormonal y tenés que buscar la forma para que haya un equilibrio lo más sano posible”, compartió.
Lo primero que dejó fue el gluten porque descubrió que era intolerante a la harina de trigo. Luego, decidió probar dejar de consumir leche por sugerencia de una amiga que en un viaje a una isla de Brasil notó que “no se le inflamó más la panza”, debido a la ausencia de este producto en el lugar. “Después, dejé los quesos y los lácteos. Fue un proceso desinflamatorio para el organismo y nunca más me enfermé. Yo había tenido una neumonía muy fuerte y se me habían desencadenado anginas purulentas, que son bacterianas, de forma repetitiva. Lo que es broncoespasmos o anginas nunca más tuve. Eso lo padecía y me dolía mucho. Y de a poco fui dejando las carnes”, describió así su camino hasta convertirse en vegana, hace 6 años, sacando de su dieta cualquier tipo de carne o producto de origen animal y evitando el uso de objetos, cosméticos e indumentaria, entre otros, que contengan ingredientes animales o derivados de estos.
Actualmente, Mar Vegan está trabajando con Florencia Chester del sello vegano IVC International Vegan Certificate. Este identifica establecimientos, restaurantes, cafés, hoteles y peluquerías que tienen opciones aptas para veganos. “Por suerte hay un montón de lugares y productos que están certificando. Está bueno que las personas cuando van a comprar algo sepan qué están consumiendo. Muchas veces en las dietéticas no saben decirte o no saben qué diferencia hay. Me parece espectacular la idea, así que estoy muy contenta”, manifestó.
Recientemente, estuvo presente en el 17º Vegan Fest Argentina donde enseñó a hacer pepas crudas con harina de quínoa y galletitas; y trufas proteicas de avena y Carrot Cake (torta de zanahoria). Y, hace poco, dictó un taller de Pan Dulce vegano, como antesala de las fiestas. “Para la mesa navideña hay un montón de alternativas. Yo siempre hago arrollados veganos con queso de papa y con vegetales. Después, hago mucho berenjenas rellenas con tofu. Todo lo que es dulce, como la garrapiñada vegana, es facilísimo. Esto si se quiere que sea lo mismo, es decir, igualar y cambiarlo al veganismo. Tampoco me baso en lo existente. En estas fechas como cosas que veo que me gustan o que tengo ganas y voy cocinando. Al final, la mayoría termina picando lo que uno hace y eso, para mí, es lo mejor”, detalló.
“El día de mañana, la idea es abrir un localcito donde la gente pueda consumir las tortas. Y para 2023, quisiera retomar la educación al 100% porque es realmente lo que mejor me hace a nivel anímico. Me encanta dar clases. Es el lugar donde se me pasa el tiempo volando”, concluyó.