Este contenido fue publicado el 04 enero 2023 – 09:00
Ariane Lüthi (Texto), Pauline Turuban (Gráficos)
La mayor parte de la cosecha del algodón chino sería llevada cabo bajo coacción, especialmente por los uigures. Muchas empresas occidentales quieren renunciar explícitamente a los textiles elaborados mediante trabajo forzado. Pero una garantía absoluta no existe, como lo demuestra el ejemplo de la marca suiza Mammut, de confección de prendas deportivas.
La empresa se considera pionera de la sostenibilidad: We Care (“Nos preocupamos”) es el lema de Mammut. No fabrica en la provincia china de Sinkiang, ni procesa algodón procedente de esa región, aseguró la tradicional compañía textil suizaEnlace externo en mayo de 2022.
Para las empresas resulta cada vez más difícil mirar hacia otro lado, cuando se multiplican los indicios que apuntan a trabajos forzados sistemáticos en Sinkiang. La ONU sospecha que se están cometiendo crímenes de lesa humanidad en esa región. Estados Unidos ha prohibido la importación de productos de Sinkiang, mientras que la Comisión de la UE pretende recurrir a un instrumento similarEnlace externo. En Suiza, el Parlamento estáEnlace externo sopesando ampliar una ley recién aprobada para incluir un artículo contra el trabajo forzado.
La clientela se interesa cada vez más por las cadenas de suministro. El tema es delicado para las compañías textiles porque China es el principal fabricante de algodón del mundo, y casiEnlace externo todos los algodonales se encuentran en la provincia con los tristemente célebres campos de concentraciónEnlace externo. Es un hecho comprobado que a los uigures se les obliga a trabajar para la industria textilEnlace externo china.
Pero no comprar mercancía de estas manufacturas abusivas resulta complicado, como demuestra el ejemplo de Mammut: las rutas comerciales son largas y enrevesadas y el origen de las fibras es opaco. “Separar el algodón de Sinkiang es extremadamente difícil”, dice Dorothée Baumann-Pauly, directora del Centro Ginebrino para la Economía y los Derechos Humanos. “Sorprende lo compleja que es la cadena de suministro del algodón. Emplazamientos manufactureros importantes, como Bangladés, no cuentan con una producción algodonera propia, por lo que necesitan importar toda la materia prima. El algodón en bruto se comercializa en balas en Dubái. Se suelen mezclar los materiales de distinta procedencia.”
Ya en 2019, investigadoras de Washington describieronEnlace externo cómo las fibras textiles de Sinkiang se introducían en las cadenas de suministro de empresas occidentales, incluso si no existía relación directa con las fábricas de la región en el extremo occidente de China. Comprobaron cómo el algodón se utilizaba para la confección de hilos, textiles y prendas de vestir que luego se exportaban desde otras provincias chinas. En 2020, el Instituto Australiano de Política EstratégicaEnlace externo relacionó docenas de empresas extranjeras con posibles trabajos forzados de uigures, investigación que desembocó en una demandaEnlace externo contra cuatro multinacionales de la moda en Francia. El año pasado, un estudioEnlace externo de la Universidad Sheffield Hallam de Gran Bretaña localizó fábricas en Vietnam y otros países terceros que fabricaban productos intermedios con algodón chino que luego suministraban a 100 marcas internacionales.
El pasado mes de mayo, investigadores de Alemania detectaronEnlace externo rastros de algodón de Sinkiang en prendas de Adidas, Puma y Hugo Boss, empresas que habían negadoEnlace externo mantener relaciones comerciales con la problemática región china.
¿Cómo puede saber Mammut si su cadena de suministro está limpia? Andreas Buchberger, director de compras del grupo Mammut Sports, se encuentra en un viaje de negocios en Vietnam cuando le llega nuestra consulta. “El origen del algodón se garantiza con certificados”, nos contesta por escrito. “Por eso podemos excluir que el algodón venga de la región de Sinkiang.”
Certificar el origen del algodón
Mammut apuesta por el Estándar Global de Textiles Orgánicos (GOTS, por sus siglas en inglés)Enlace externo. El certificado declaraEnlace externo que verifica in situ y de forma independiente todas las etapas de la cadena de suministro. Una ficha de ruta acompaña el algodón desde la primera etapa del proceso de producción hasta el producto final.
Un paso más da la empresa suiza Remei, de la que Mammut también compra productos de algodón. Los textiles de esta empresa se pueden trazarEnlace externo a través de un código QR hasta el pequeño campesino en la India y en Tanzania. Los consumidores finales están en contacto con los algodoneros que cultivan las plantaciones, suministran las semillas y garantizan la compra de la entera cosecha.
En la actualidad, el porcentaje del algodón certificado alcanza alrededor del 80 por ciento, según Mammut.
Sin embargo, los proveedores chinos de la empresa no aparecen en la lista de fábricas controladas por los inspectores de GOTS. “Si un productor no utiliza algodón certificado por GOTS, garantizamos la procedencia mediante un certificado de origen”, explica Buchberger. En este caso es su empresa la que decide dónde deben comprar los proveedores: “Mammut establece de qué regiones o de qué proveedores deben adquirir la materia prima.”
En 2020, Mammut compró casi 50 toneladas de algodón. La empresa asegura que no proviene de China. Incluso para las viseras de béisbol cosidas en China se utilizó algodón proveniente de Australia. En cualquier caso, el algodón es solo una materia prima marginal para Mammut, pues únicamente representa el seis por ciento del volumen total de textiles adquiridos por el grupo.
La producción, sin embargo, se concentra en Asia. El grupo Mammut Sports publica la lista de sus proveedores directosEnlace externo en su página web. En ella aparecen también los nombres de los proveedores chinos, los segundo más importantes de Mammut después de los vietnamitas.
Ninguno de los proveedores chinos está radicado en la región de Sinkiang. No obstante, en este contexto se plantea el reto vinculado con posibles trabajos forzados.
Control de las condiciones laborales
Contra la fuerte oposición de ChinaEnlace externo, la ONU publicó, el pasado mes de agosto, un informe sobre la situación de los derechos humanos en Sinkiang. En el capítulo sobre las cuestiones laborales se mencionan dos riesgos: el internamiento en los “centros de formación” —los tristemente célebres campamentos de trabajos forzados— y los trabajos después de la “terminación de la formación” en otras regiones de China. En este último caso se trata de programas diseñados para transferir a trabajadores y trabajadoras de regiones pobres y rurales “donde sobran” a lugares donde se les necesita. Hay indicios que apuntan a que se está recurriendo a medidas coercitivas, señala la ONU.
Baumann-Pauly, del Centro Ginebrino para la Economía y los Derechos Humanos, ve aquí una gran dificultad: “Incluso si una empresa puede descartar que se esté utilizando algodón de Sinkiang en sus prendas, todavía existe la posibilidad de que trabajadores forzados uigures hayan participado en la confección de estos productos.” Por eso, la ONU recomienda a las empresas que examinen los riesgos aún con mayor rigor.
Para este tipo de auditorías, Mammut colabora con la fundación Ropa Justa (Fair Wear, por sus siglas en inglés), una agrupación de empresas, asociaciones textiles, sindicatos y ONG, que incluso obtiene buenas notasEnlace externo de actores tan críticos con la globalización como la ONG Public Eye. Las condiciones laborales en las fábricas son controladas y las (os) trabajadoras (es) pueden presentar una reclamación. Además, hay acceso público a las críticas y a la reacción de las empresas.
Más de la mitad de las quejas formuladas hasta ahora a Mammut provienen de China. El tema dominante son las horas extraordinarias. A pesar de que Mammut ha ampliado mucho los plazos de entrega de los pedidos e integrado a las fábricas en una fase temprana de la planificación, persiste el problema. Este ha sido uno de los motivos por los cuales la empresa ha decidido trasladar cada vez más su producción a Vietnam, señala un Informe de la fundación RopaEnlace externo Justa del pasado mes de septiembre.
Sin embargo, Mammut no detectó potenciales riesgos de trabajos forzados en China, sino en Lituania y Taiwán. En estos países, los trabajadores extranjeros pagan tasas altas a agencias de colocación, lo cual contraviene las reglas internacionales, una práctica que, “desafortunadamente, es legal en muchos países”, informa la empresaEnlace externo.
La firma se muestra indefensa ante sus propias cadenas globales de suministro. “En muchos casos, el camino de la fibra bruta hasta la prenda acabada pasa por innumerables plantas de producción y varios continentes”, admite MammutEnlace externo. “El resultado es que se necesita muchísimo trabajo para poder controlar las condiciones de fabricación de los productos.” Una parte de los costes se repercute en los clientes, que con estos productos etiquetados con certificados especiales se aseguran la promesa de adquirir un artículo sostenible.
En comparación con otras compañías de prendas deportivas y para exterioresEnlace externo que se someten a los controles de la fundación Ropa Justa, Mammut no destaca precisamente, pues el grupo solo recibe la calificación de “bueno”, y no el estatus de “líder”. El personal vigila las fábricas minuciosamenteEnlace externo y hace un seguimiento de la producción, asegura la empresa. No obstante, durante un control de exportación en 2021 se comprobó que había participado en la producción una empresa que Mammut desconocía.
La investigación ha contado con el apoyo financiero de una beca del Foro Suizo de ReporterosEnlace externo y Reporteras.
Editado por Mark Livingston
Adaptado del alemán por Antonio Suárez Varela
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