Encontrarnos como pequeñas manadas para compartir intereses, tejer diálogos y reforzar una historia común. Desde los primeros humanos que pisaron la Tierra, la convivencia grupal se ha fijado como basamiento de lo que hoy entendemos como una sociedad.
Este engranaje social no existiría sin el sustento que permiten los encuentros, ya sean estos efímeros, constantes o permanentes. Sin distinguir sus contextos, las reuniones nos permiten aprender más -ya sea para bien o para mal- sobre nuestra especie humana.
De esa forma, la psicóloga Scarlette Muñoz explica que la convivencia situada en un determinado lugar y momento contribuye a entender la identidad colectiva de quienes forman un grupo.
Durante la época final del año, es común que los encuentros grupales tomen mayor relevancia por su coincidencia con festividades como la Navidad y el Año Nuevo.
A propósito de este contexto, Muñoz comparte que actividades como los convivios, las cenas y en general la diversidad de festejos responden a una necesidad humana por “buscar afectos, así como por dialogar y generar recuerdos positivos”.
La también psicóloga Adalyd Belloso agrega que las reuniones son importantes debido a su origen ritualista y por su capacidad de preservar la especie: “El ser humano es sociable, y por ende debe conectarse con otros para mantener la cercanía y para sobrevivir”, explica Belloso.
Pese a la normalización de las celebraciones y los encuentros hacia el final de año, también resulta válido hablar sobre aquellas personas que se escurren en los márgenes de la festividad y quienes deciden no participar en las reuniones sociales.
Esta actitud se entiende como el rechazo que surge en una persona frente a otra o varias que se encuentran en una agrupación que podría ser tanto familiar como laboral.
Según apunta Scarlette Muñoz, los pasados difíciles, las experiencias dolorosas o la incompatibilidad con otras personas en espacios de convivencia explicarían el sentimiento de apatía frente a las reuniones.
Adalyd Belloso sostiene que, muchas veces se prefiere no tener cercanía ni compartir con otras incluso cuando se encuentran en la misma cotidianidad.
“Si estas personas representan un nivel de daño significativo, a pesar de convivir con ellas, es razonable que no se quiera asistir a celebraciones donde estén. No deberían exponerse a espacios donde se sientan incómodas”, reflexiona la psicóloga.
El rechazo a la convivencia dentro de fiestas suele darse incluso en las familias. Preguntas comprometedoras e imprudentes por parte de algunos miembros que refieren a temas como las relaciones afectivas, la economía o incluso el rendimiento académico pueden abonar a la incomodidad de las reuniones.
Esta situación llega a complejizarse cuando las personas se ven comprometidas a participar de los eventos, ya sea por una supuesta idea obligada o por complacencia a otros.
Sin embargo, la mayor complicación detrás de estos escenarios suele decantar en la forma que se sienten las personas comprometidas en compartir. Frustración, enojo y demás sensaciones desagradables pueden llegar con facilidad ante dichos episodios, comenta Scarlette Muñoz.
Recomendaciones para negociar límites en espacios festivos
La psicóloga Muñoz apunta necesario reconocer que, si una persona se decide convivir en un espacio donde estará una persona con quien no siente simpatía, la mejor recomendación será siempre poner distancia.
Aunque esto no siempre evitará que lleguen comentarios o comunicación incómoda, Scarlette sugiere aumentar la tolerancia ante la frustración, ya que “hay situaciones que no se darán en un escenario perfecto”.
Sin embargo, ante la insistencia de mensajes que puedan ser conflictivos para una persona, lo más recomendable es responder directamente a quien emite la información y aclarar que no hay un deseo por responder a sus preguntas ni sostener diálogos con ella, subraya Adalyd Belloso.
“Es importante también establecer límites claros y llevar las conversaciones hacia donde a las personas les gustaría que fueran”, sugiere la psicóloga.
Por otro lado, si predomina la incomodidad al estar en un espacio de convivencia, Adalyd insiste en cuanto a que siempre se debe cuestionar y explorar el motivo de la molestia.
“Es necesario preguntarse si la persona se siente incómoda por timidez, por un ‘qué dirán’ o porque hay actitudes que disgustan. La única solución muchas veces es que las personas se expongan a la situación y al intentar convivir con las demás comprenderán por qué experimentan eso”, agrega Belloso.
Las especialistas entrevistadas coinciden que intentar generar contacto con los demás incluso tratándose de un nuevo espacio de convivencia siempre es valioso.
“Compartir con otras personas trae una ganancia, y es sano enfocar la mente hacia cuáles son los beneficios que pueden obtenerse de esa situación en la vida de cada persona”, apunta Scarlette Muñoz.
Adalyd Belloso agrega: “Lo importante de ceder en espacios de reunión tiene que ver con entender si se busca compartir con más personas o si se busca vencer ciertos retos de convivencia”.
De igual manera, aunque las personas se prueben a sí mismas en espacios de reunión social, también resulta importante negociar consigo mismas el tiempo y la cantidad de energías que se desean invertir.
Adalyd Belloso sugiere que esta negociación puede establecerse desde cuántas horas se compartirá en el lugar y el tipo de diálogos que se está dispuesto a tener. Al final, el propósito de estas interacciones debe resultar en momentos que edifiquen y mejoren la experiencia de convivir junto a otras personas.