Dicen que el dinero no da la felicidad. También, que no la da pero ayuda mucho. Varios estudios han intentado rastrear la vinculación entre situación económica y felicidad o bienestar emocional.
Un conocido estudio realizado en 2010 por los investigadores de Princeton Daniel Kahneman y Angus Deaton descubrió que las personas tienden a sentirse más felices cuanto más dinero ganan, hasta un punto, que Kahneman y Deaton estimaron en unos 75.000 dólares anuales por persona para un salario de la época en Estados Unidos, unos 70.000 euros en cambio directo, aunque teniendo en cuenta otras diferencias como la existencia o no de sanidad pública, podríamos hablar de una cifra menor en nuestro país. En general, entre 4.000 y 5.000 euros al mes.
La investigación concluyó que una vez pasado ese umbral, el aumento de riqueza no hacía que los participantes se sintieran más felices, cayendo en incrementos decrecientes.
La idea que subyace es que necesitamos dinero para satisfacer las necesidades básicas, como el acceso a la atención médica y un lugar seguro para vivir. A ello se sumamos después, en línea con la pirámide de Maslow, otras necesidades hasta llegar a un punto de autorrealización donde más dinero no suele aportar mayores cambios una vez que un individuo tiene cierta libertad financiera para no sentir agobios.
Nuestro salario ideal también es parecido al de nuestros conocidos, siempre que sea un poco más
Otro estudio que buscaba respuestas a este tema hizo un enfoque diferente, y concluyó que los humanos somos felices siempre que tengamos la certeza de que cobramos más que nuestro entorno. Esto se debe a que tenemos una tendencia evolutiva a compararnos con otras personas.
Los estudios sugieren que cuando sentimos que no podemos mantener el mismo nivel de vida que nuestros compañeros, nos sentimos infelices. Algo parecido a la típica escena en la que una persona se cambia de coche cuando ve el nuevo de su vecino aparcado al lado.
De una forma u otra, la psicología también aplica sobre las finanzas personales el concepto de adaptación hedónica, que explica que las personas sabemos adaptarnos a las diversas situaciones de la vida, sean consideradas buenas o malas.
Eso explica, por ejemplo, que cuando conseguimos un aumento de ingresos, nos alegramos, pero pasado un tiempo, tendemos a querer otro aumentos o encontramos necesidades que necesitan de unos ingresos mayores.
Y ahora: ¿Cómo calculamos el nuestro?
Lógicamente, dependiendo de nuestras propias necesidades, esta cifra puede ser mucho mayor o menor.
En un post para el portal especialista en finanzas personales Mint.com, Brittney Castro, planificadora financiera certificada, explica que ayuda a sus clientes a averiguar su “número mágico”.
Este número consiste en cuánto dinero necesitamos, anualmente, para vivir una vida feliz, al tiempo que ahorran.
Básicamente, lo primero que hay que hacer es sumar los gastos básicos de manutención del año. Esto incluye la vivienda, los pagos de deudas y las facturas.
Después, tómate un momento para pensar en las cosas que te hacen feliz en la vida. Decide cómo te gustaría gastar tu dinero para cultivar estas áreas. Por ejemplo, si te gusta viajar, podrías presupuestar unas vacaciones anuales. Suma todas estas áreas, por gasto anual.
Después, suma tus objetivos financieros. ¿Cuánto te gustaría ahorrar cada año para tu jubilación o para cambiar de coche?
Por último, la autora dice que hay que sumar cada una de estas tres áreas y ese será su “número mágico”.