Imposible a esta altura del año evitar los balances y la lista de temas pendientes en la economía. Lo evidente: el cierre del año se encamina a los tres dígitos de inflación y, entre otras cuestiones, consolida el preocupante fenómeno de que tener trabajo en la Argentina 2022 no garantiza que las familias no sean pobres. Por otro lado, bajar la inflación a un dígito solo reduciría 10 puntos la pobreza que hoy es superior al 40% y deja a siete millones de argentinos en la pobreza estructural.
Junto con encorsetar la inflación, hay una lista de otras claves económicas en la mesa de trabajo del equipo económico, que preside el ministro Sergio Massa. Son cuestiones que sus funcionarios más cercanos saben que requieren atención meticulosa para no seguir deteriorando los indicadores sociales que le pondrán tensión y mucha pimienta a las discusiones políticas, dentro y fuera del Gobierno, en el próximo o año electoral.
Entre los pendientes a resolver hay temas que le habrían transmitido al ministro, en persona jugadores de fuste en el mercado internacional, en sus recientes viajes a los Estados Unidos. Por ejemplo, que de los últimos 15 años, éste es el peor en cuanto al acceso a dólares y también preocupa la política de precios.
Por otro lado, las restricciones para acceder a los dólares para insumos aplacan la demanda de divisas y aunque la contracara sea una economía menos dinámica, el Gobierno elige pisar los dólares.
El contexto internacional parece consolidar un escenario recesivo que implicaría menos exportaciones y, en consecuencia, también menos ingreso de divisas. Por otro lado, con una economía más fría, la inflación descendería aunque a un costo muy alto en materia social.
La preocupación por los tres dígitos de inflación (se conocerá el dato del Indec en unos días y noviembre estaría por debajo del 6% por primera vez desde julio) es real también dentro y fuera del gabinete económico. Massa aspira a llevarla a 3% cada mes a partir de abril para alcanzar la meta que él mismo proyectó para todo el electoral 2023, del 60%. Es un umbral con nubarrones sobre el que los técnicos del Fondo también pusieron el acento en la última revisión. En el FMI mirarían con ceño fruncido los intentos del ala política doméstica de pedir cada vez más flexibilizaciones en las revisiones trimestrales. Creen que hay poco margen para el pataleo cuando se trata de la Argentina, que negoció veinte acuerdos con el FMI en cuarenta años.
Y se contentan con el dato de que el programa con el FMI funciona como ancla para transitar un camino de reformas pendientes, pero que recluta críticas furiosas en la arena doméstica. Por ejemplo, que las reducciones reales del gasto este año serían del 13% bajo la poda de Massa, la más fuerte desde el comienzo del gobierno de Alberto Fernández.
Desde el exterior y en gran parte del sector privado ven allí más margen para recortar gastos, por ejemplo en la asistencia social a través de la ayuda alimentaria, pero es justamente ahí donde el Plan Mundial de Massa para llegar a fin de año sin sobresaltos se topa con el cepo del ala política que más cuestiona el “ajuste”.
A la hora de generar divisas, aumentar y diversificar las exportaciones (y, de paso crear más empleo privado sin tantos trabajadores registrados pobres) la Argentina tiene una oportunidad global que, desde la mirada de varios analistas extranjeros está desaprovechando. La demanda de energía y alimentos es global y creciente, la Argentina tiene ambas cosas, pero no logra hacerlas rendir porque transita sus propios laberintos.
Desde la perspectiva oficial, la taba cambiará a mediados del año próximo porque en la Casa Rosada están convencidos que el gasoducto Néstor Kirchner transportará gas desde Vaca Muerta al mundo. También la mayoría de las petroleras y el grupo Techint admiten que corren contrarreloj y admiten que, por ahora, no hay postergaciones en el cronograma.
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