Como seres vivos, nos alimentamos con el fin de obtener los nutrientes que nuestro cuerpo necesita para funcionar correctamente. Sin embargo, nuestro vínculo con la comida es mucho más que solo fisiológico y es por esto que alcanzar el peso deseado se vuelve mucho más ameno cuando se trabajan también los aspectos mentales y emocionales.
Comer y sentir.
“El metabolismo no solo se sustenta con lo que comemos, sino también con todo lo que entra a través de los sentidos”, afirmó Patricia Conserva, coach emocional y nutricional. Qué oímos, qué vemos y cómo son nuestros vínculos: todo es alimento para el cuerpo.
Hace 10 años que Patricia acompaña a las personas a adelgazar de forma definitiva: “Es definitivo porque al ajustar estas bases por donde se sostiene el metabolismo, se deja de tener ciertos comportamientos que caracterizan a las personas con sobrepeso, como atracones o adicción a la comida chatarra”.
Según la psicóloga Déborah Cardozo, el vínculo entre alimentación y emociones puede generar lo que se conoce como ‘alimentación emocional’. “No surge en todas las personas, pero sí en la mayoría, al menos en algún momento puntual de la vida”, sostuvo. Ella integra Psiconutriendo, un centro especializado en psicología y nutrición que atiende personas con trastornos de la conducta alimentaria, sobrepeso, obesidad o infrapeso.
Por su parte, Mariela Brener es coach nutricional desde el año 2015 y entiende que “la mayoría de las veces detrás de todo problema de alimentación hay temas emocionales no resueltos”. En efecto, afirmó: “Si las dietas funcionaran, todo el mundo sería delgado. Quien tuvo sobrepeso alguna vez sabe que el problema está en el mantenimiento y eso pasa porque si no resolvemos el tema emocional que nos lleva a comer de más, vamos a volver a comer de más”.
También se refirió al concepto de ‘hambre emocional’ y a la importancia de diferenciarla del ‘hambre verdadera’. “Cuando es emocional, aparece súbitamente, está dirigida a algún alimento específico y necesita ser satisfecha inmediatamente”, explicó. Además, indicó que luego de comer por hambre emocional surgen “sentimientos de culpa y angustia por no poder controlarse”.
Abordajes.
En el consultorio, Patricia comienza con un cuestionario para identificar cuáles son las áreas emocionales que se conectan con el funcionamiento del metabolismo de la persona. Luego, organiza entre cuatro y seis sesiones más en las que utiliza herramientas terapéuticas con un abordaje sistémico, como las constelaciones familiares.
La propuesta de Patricia no incluye dietas. “Cuando la persona empieza a ajustar sus temas emocionales, rápidamente comienza a bajar de peso porque elimina toxinas y mejora su alimentación naturalmente”, expresó.
La mayoría de los casos que atiende son mujeres con sobrepeso que “están sometidas a climas hostiles en el trabajo o el hogar”. En este sentido, aseguró: “Cuando uno está en un clima hostil, el cuerpo comienza a generar su propia barrera para protegerse y esa barrera son capas de grasa”.
En Psiconutriendo, parte del foco está en generar un cambio en la forma de pensar. “Las psicólogas y los psicólogos del equipo somos de la rama de la psicología cognitiva conductual, que entiende que el pensamiento influye en las emociones y viceversa”, indicó Déborah. Según explicó, si solo se trabajara la conducta —en este caso, la dieta— al tiempo la persona “puede volver a retomar el peso que tenía antes porque no cambió su forma de pensar”.
Para aclarar lo anterior, mencionó el modelo ABC de la psicología, el cual muestra que una situación genera un pensamiento que desencadena una emoción y que luego provoca una conducta. “Más allá de las situaciones por las que pasemos, lo que importa es lo que pensemos sobre ellas, o sea, depende del pensamiento lo que sintamos y después lo que hagamos”, sostuvo.
Y agregó: “Cuando la persona entiende que puede cambiar su forma de pensar y que sus emociones y su conducta dependen de su pensamiento, ahí es donde más se adhiere al plan”.
En el caso de Mariela, todo comienza por entender cuál es la historia de la persona y cómo es su día a día. “Mi manera de acompañar a quienes vienen es motivarlos a despertar y a tomar conciencia”, expresó. A su vez, los ayuda a ver las cosas desde una perspectiva diferente: “Lo único que engorda es la culpa. Cuando uno se sale del plan, el problema no es ese acto puntual, sino todo lo que viene después, que suele ser castigarse tirando todo por la borda y demorando dos días en volver a reengancharse en una alimentación saludable”.
Trabaja preparando planes nutricionales que son trajes a la medida, es decir, “algo que te pueda quedar bien a ti, que tenga que ver con tu vida, con tus horarios y sobre todo con tus emociones”.
El mindfulness aplicado a la alimentación.
“Uno de los aspectos que se trabajan en Psiconutriendo es la identificación de las emociones. “Muchas veces nos encontramos con personas que no saben exactamente qué sienten porque han tapado sus emociones con comida”, señaló Déborah. Entonces, se conversa sobre qué función cumplen las emociones y cómo escucharlas y accionar en función a ellas, en lugar de taparlas.
“Las emociones son herramientas que nos brinda nuestro organismo para darnos cuenta si nos sentimos a gusto o no. Por ejemplo, el asco nos permite alejarnos de lo que nos hace mal, mientras que la alegría nos permite acercarnos”.
Asimismo, incorporan el concepto de ‘mindful eating’: “Se trata de poner todos los sentidos en lo que estoy haciendo y entender que el pasado ya pasó y en el futuro todavía no sé qué va a pasar, así que tengo que vivir el ahora”. En el acto de comer esto se aplica conectando con las texturas, los sabores y los colores que tiene la comida, así como masticando lento y disfrutando de cada momento.
El centro ofrece psicoterapia de manera individual y también grupal, dependiendo de las necesidades de cada persona. Además, brindan talleres para padres y madres y para profesionales. “Surge mucho esto de cómo llevar adelante la nutrición de un niño y es ahí donde trabajamos en el asesoramiento a padres”, señaló Déborah.
Los casos.
El año pasado, Patricia atendió a una mujer que tenía 30 kilos de sobrepeso. Sentía una compulsión especial por las frituras, especialmente por las milanesas con huevo frito y papas fritas. “Cuando empezamos a trabajar los procesos mentales, entendimos que cada vez que se sentía triste recurría a este alimento inconscientemente y descubrimos que esa vía de escape se generó a partir de una situación en su infancia”, relató Patricia. Luego de algunas sesiones cerraron el proceso, y meses después la mujer le dijo que estaba “absolutamente cambiada”.
Patricia está en Instagram como @adelgacesindietas y @saltoemocional. Su formación incluye reprogramación de la memoria celular, neuroasociaciones, reprogramación biológica, terapia sistémica y psicología de las emociones vinculadas a los alimentos.
Según Déborah, los casos que más impactan son aquellos que llegan con un sobrepeso muy elevado e incluso están considerando hacerse una cirugía, “pero terminan decidiendo que los hábitos saludables son posibles y que bajar 80 kilos es posible”.
El enfoque de Psiconutriendo entiende que “siempre tiene que haber al menos dos profesionales: nutricionista y psicólogo”. Puede haber más, pero la base son esos dos. “Nos importa trabajar en conjunto para poder tener más de una mirada y armar una estrategia que se adapte al paciente”, subrayó la psicóloga. Su sitio web es www.psiconutriendo.com y en Instagram son @psiconutriendo.
Además de trabajar como coach nutricional, Mariela es esteticista y distribuye productos de Forever Living Products, una empresa dedicada a la salud, nutrición y belleza. Estos productos forman parte de los planes nutricionales o ‘trajes a la medida’ que diseña. Su número de contacto es 096 607 415 y está en Instagram como @detoxycuidadopersonal.
Aprender sobre emociones es aprender sobre nutrición.
Mariela era adolescente cuando empezó a obsesionarse con “todas las dietas habidas y por haber”. Se compraba revistas que prometían soluciones mágicas, probaba todo lo que leía y se manejaba con una “exigencia brutal” con el tema de la comida. De todas formas, tenía compulsiones en las que se “comía todo” y no podía parar. En esos momentos, “parecía que había otra Mariela que era la que dirigía el barco”.
“Recuerdo que le tenía terror a los domingos porque ahí tiraba la toalla y me comía todo”, contó.
Un día, llorando en su cuarto, le pidió ayuda a Dios, al Universo, a lo que sea. Y esa ayuda llegó: “Hablé con una amiga y ella me sugirió que hiciera terapia”. Para Mariela, aquello era un mundo nuevo. “Me parecía muy raro esto de hablar con un desconocido sobre mi situación y tampoco entendía cómo me iba a ayudar un psicólogo o psiquiatra con el tema de la comida”, admitió. Sin embargo, lo intentó. Y todo cambió.
Tenía 23 años cuando llegó a la primera sesión. “El profesional me fue llevando por temas que parecían no tener nada que ver con la comida, pero que al final sí, porque entendí que cuando comés y te llenás de grasa lo que estás buscando es protección”, subrayó.
Poco a poco, las fichas fueron cayendo. “Los temas de alimentación suelen estar vinculados a conflictos con nuestra mamá, porque cuando estamos en el útero podemos comer a demanda cuando queremos y nos sentimos sumamente protegidos, entonces hay una necesidad inconsciente de volver a esa etapa a través de la comida”, afirmó. Al darse cuenta de esto comenzó su camino de crecimiento, “porque podés ser un feto cuando sos un feto, pero no podés ser un feto o un niño cuando estás entrando en la etapa de adultez”.
Finalmente, dijo: “Ese día en el que mi amiga me sugirió ir a terapia voy a recordarlo para siempre y eso me da fuerzas para ayudar a mucha más gente que está pasándola mal y que busca rescate en cosas que pueden ser la comida como pueden ser las drogas, el juego o el alcohol”.