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¿No perdonas el cruasán a la plancha o la tostada con mermelada y mantequilla en el desayuno, un refresco a media mañana y una copa por la noche? Desde luego, no te privas de nada… Cuando sepas que esta dosis masiva de azúcar en vena no solo está inflándote como un globo sin dejarte apenas ningún nutriente valioso en el cuerpo, sino que, además, es el factor número uno proenvejecimiento (y sin vuelta atrás), igual te haces vegano o, por lo menos, te cortas un poco en la mesa estas Navidades. ¿Crees que exageramos? Pues espera a leer lo que cuentan los especialistas en esta materia tan dulce… y, a la vez, tan amarga.
¿Por qué el azúcar envejece la piel?
Empecemos por explicar la palabrita en cuestión. La glicación es una reacción química no enzimática que, para nuestra desgracia, todos somos capaces de producir espontáneamente sin hacer ningún esfuerzo. Basta con un sencillo gesto: tomar azúcar, que a su vez se transforma en glucosa, y si esta supera la cantidad que el organismo puede convertir en energía, se une a las proteínas y da lugar a la formación de los temidos AGE (Advanced Glycation End Products) o proteínas glicosiladas. Ya solo el nombre da que pensar. Y, sí, efectivamente, no traen nada bueno, porque, básicamente, dañan las estructuras de la piel y además no pueden ser eliminadas ni destruidas una vez que se forman. Lo confirma la doctora Rosa del Río, dermatóloga del Grupo Español de Dermatología Estética y Terapéutica (GEDET) de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV): “La glicación provoca que las fibras de colágeno y elastina se vuelvan rígidas, lo que se traduce en una importante pérdida de elasticidad y firmeza de la piel, que se va a ver mucho más frágil, apagada, deshidratada y envejecida, con aparición de arrugas, líneas de expresión e imperfecciones. Además, este proceso produce también daño oxidativo e inflamación, lo que acrecienta la degradación celular”.
Esto por lo que toca a la cara, pero además tiene otras consecuencias, según desvela el doctor Antonio Ortega, de Clínica Menorca: “La glicación no solo afecta a la piel, sino también a otros tejidos de nuestro cuerpo, al cartílago y a las proteínas del cristalino. Además, se ha relacionado con mecanismos de desarrollo de diversas enfermedades, como retinopatía, neuropatía y nefropatía asociadas a diabetes mellitus, enfermedad microvascular, alzhéimer, cataratas y envejecimiento”.
Cuanto menos azúcar, mejor
Seguro que a estas alturas del artículo empiezan a entrarte remordimientos y comienzas a preguntarte cuánto es mucho azúcar y qué te puedes permitir –¿quizá las dos onzas de chocolate antes de acostarte?– sin cometer un exceso que deje tu cara como un acordeón. Y la respuesta no te va a gustar, especialmente si eres goloso. “Una sola galleta es ya veneno para la piel, porque aglutina las fibras de colágeno y elastina y ataca la dermis. Para nuestro organismo es suficiente con el azúcar que contienen las frutas y otros alimentos de forma natural”, sentencia la prestigiosa dermatóloga alemana Susanne von Schmiedeberg, creadora de su marca homónima de dermocosmética especializada en combatir la glicación. Y es que de esto está claro que sabe mucho, y basta con contemplar su rostro de cerca. No hacen falta actos de fe –ni siquiera en la ciencia–, porque esta doctora, en plena madurez, exhibe un cutis sin mácula y terso como el culito de un bebé. Y la conclusión más lógica es pensar que esto no es resultado de una mera casualidad o de una buena genética. De hecho, confiesa que no prueba ni un gramo de azúcar refinado desde hace años.
Pero no nos desviemos de la cuestión. Volviendo al tema, la cosa es seria, pero no hay por qué ser alarmistas. Lo bueno es que está en nuestras manos frenar este proceso de sacarificación, en el que seguir una alimentación saludable es la piedra angular para tener bajo control esta amenaza. “Se puede detener su acción sobre la piel llevando una dieta mediterránea. Se trata de consumir frutas y verduras, que están llenas de antioxidantes, y evitar la ingesta de dulces, pasteles y alimentos ultraprocesados. También se aconsejan las cocciones al vapor o lentas y a fuego bajo para disminuir los efectos negativos de este proceso en la piel y evitar alimentos ricos en AGE, especialmente aquellos que están quemados o las bebidas de cola”, apunta Rosa del Río.
Además, según añade el doctor Antonio Ortega, conviene omitir las salsas preparadas y el exceso de grasa en las comidas si queremos conservar una piel joven por más tiempo, especialmente a medida que vamos cumpliendo años. “La glicación aumenta exponencialmente con la edad a partir de los 35 y se incrementa con la exposición al sol”, advierte el experto.
En nuestro arsenal de defensa también contamos con una baza: la cosmética, que bien elegida ralentiza el avance de la caramelización de las proteínas buenas de la piel y frena la degradación tisular. “Los antirradicales son poderosos activos antiglicosilación, pero también hay otros ingredientes capaces de reestructurar el ADN celular. El ácido lipoico, la carnosina, el pignogenol, la vitamina C y la niacinamida reducen la glicación; el silicio reconstruye los tejidos de soporte de la piel; el extracto de arándano retrasa el proceso de glicación; el extracto de germen de soja ayuda a reponer el colágeno; el té verde y el blanco tienen efecto antioxidante y antiinflamatorio; y el extracto de uva protege el colágeno y la elastina”, concluye el dermatólogo Ortega. Y no es por amargarte, pero quizás ahora antes de ponerte el azucarillo en el café o darte un atracón de chuches en el cine, te lo pienses un poquito…
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