Coincidiendo con la celebración del Mundial de Qatar 2022 y el hambre de anécdotas de los Mundiales que ello genera, la editorial Altamarea acaba de publicar Historias insólitas de los Mundiales del fútbol, un libro del periodista y escritor argentino Luciano Wernicke, cuya primera edición se remonta a 2010 y que se ha ido actualizando a medida que se han sucedido los siguientes campeonatos.
“En un principio yo era periodista de política, economía y actualidad en una agencia de noticias. Al margen de mi trabajo, escribía libros, dos de ellos ilustrados por Roberto Fontanarrosa, lo que me dio bastante popularidad. En 2008, Ignacio Iraola, que por entonces era el responsable de Planeta para el Cono Sur, me propuso hacer Historias insólitas de los Mundiales del fútbol. En esa época, la Wikipedia no era lo que es ahora, tampoco había Wi-Fi y lo único que estaba disponible eran las estadísticas de la página oficial de la FIFA, que tampoco nos servía de mucho porque no queríamos hacer un corta y pega“, recuerda Luciano Wernicke, quien tuvo que agudizar el ingenio para encontrar la información que necesitaba. “No había ningún superviviente del Mundial del 30, por ejemplo. Además, como Argentina no jugó los mundiales del 50 ni del 54, los diarios no habían dado cobertura a esos campeonatos. Tuve que acudir a los periódicos de Uruguay y, posteriormente, a cabeceras como La Vanguardia y el Mundo Deportivo, que ya tenían digitalizada la colección, lo que me permitió consultarlo desde casa. Luego, aprovechando viajes, como uno que hice con mi mujer a Italia, visité la Biblioteca Nazionale en Roma y fui comprando libros por todo el mundo”.
Con ese material, Wernicke escribió la primera edición de Historias insólitas de los Mundiales de fútbol que, según sus propias palabras, le cambió la vida: “Fue número uno en ventas en Colombia, que ni siquiera jugaba el mundial del 2010. En México vendió cinco mil ejemplares, en Argentina se sacaron varias ediciones y, a partir de ahí, salieron otras propuestas para hacer libros. Por ejemplo, conocí a Carlos Bilardo en una emisora de radio. Me comentó que quería hacer su autobiografía, me propuso ayudarle y algo semejante sucedió con Mario Alberto Kempes”.
Aunque en un primer momento Luciano Wernicke pedía permisos sin sueldo en su trabajo para poder sacar adelante estos proyectos, el éxito obtenido le animó a abandonar su labor de periodista por cuenta ajena y dedicarse plenamente a escribir libros especializados en fútbol que, en la actualidad, ya han sido traducidos a más de veinte idiomas.
“El fútbol es un idioma universal. Eso permite estar en Argentina y escribir un libro que puede interesar en Japón, donde me acaban de publicar, o en Corea, en Israel o Tailandia. Además, creo que el éxito responde no solo a la forma en que yo he tratado este tema, sino a dos personas muy importantes: Maradona y Messi. A estos dos muchachos les tengo que agradecer de por vida que nos hayan puesto a los argentinos en el primer plano, por lo menos futbolístico”.
Un deporte en constante evolución
¿Sabía usted que en Italia 90 la selección de Camerún se alojó en un hotel vecino al zoo de Bríndisi para sentirse un poco más cerca de casa? ¿Y que en Brasil 50 los estadounidenses derrotaron a los ingleses por 1 a 0, resultado tan inesperado que algunos periódicos, creyendo que era un error de transmisión, titularon “Inglaterra 10-Estados unidos 1”? ¿Sabía también que el árbitro del Uruguay Argentina del Mundial de 1930 exigió a la FIFA que le contratase un seguro de vida por miedo a las represalias de las respectivas hinchadas? ¿O que Di Stéfano nunca disputó un Mundial? ¿Y que en España 82 la aduana de Barcelona decomisó a la delegación italiana decenas de kilos de pasta, lo que obligó a su cocinero a hacer acopio de ese alimento acudiendo a los supermercados locales? Todo eso y mucho más está en Historias insólitas de los Mundiales del fútbol.
GQ: Algunas de esas historias insólitas que se incluyen en su libro hacen referencia a la comida y a los intentos de envenenar a determinados jugadores, emborracharlos dándoles whisky en abundancia en una recepción para que no estén en condiciones de disputar un importante partido o ponerles somníferos en los bidones de agua, como en Italia 90 cuando se enfrentaron Argentina y Brasil.