En Cuba, abordar el veganismo y el vegetarianismo como expresiones de alimentación puede tener matices. En el momento actual de desabastecimiento, conservar esos hábitos nutricionales resulta un reto y es necesaria la improvisación, los ejercicios de resiliencia, entre otras formas de gestión social.
Desde el punto de vista alimentario, el vegetarianismo propone una dieta que se abstiene de consumir carne y pescado. Sus alimentos de base provienen de cereales, frijoles, frutas y verduras. En cambio, el veganismo es una corriente más radical, que rechaza el consumo de productos de origen animal como las carnes, pero también lácteos, huevos y miel.
Aunque existen personas que construyen estos estilos de vida según las condiciones de su entorno, son diversos los escollos para lograr una vida plena bajo los estándares que demandan estas líneas de nutrición.
Muchos cubanos consideran que conseguir comida absorbe la mayor parte de su energía y recursos diarios y, por tanto, es más difícil adoptar dietas específicas. Sin embargo, los veganos y vegetarianos aseguran que es una forma creativa, alternativa, que permite vivir con un estilo saludable, y una actitud libre de crueldad animal. Pero la decisión no resulta fácil de sostener.
Varias personas entrevistadas afirman no contar con una estabilidad de productos en su día a día. «La búsqueda de alimentos resulta agotadora y para mí, que tengo doble dieta [sigue una dieta vegana y una médica porque padece de colitis], es mucho peor. Es vivir prácticamente para sobrevivir y con la idea de qué sería ideal para comer, y no poder conseguirlo porque no hay nada», lamenta una habanera llamada María.
Los productos necesarios para una alimentación vegana o vegetariana (leche vegetal, frutos secos, granos) no son estables en el comercio nacional ni parece existir una voluntad gubernamental para suplir esta demanda. Al menos no más allá de productos que respondan a requerimientos dietéticos (para diabéticos o celíacos).
«En las tiendas en moneda libremente convertible (MLC) compro avena, leche de soya, cereales, pero no hay variedad, y cuando la hay es efímera y eventual», cuenta una mujer residente en la capital. «Antes de la pandemia existían algunos emprendimientos gastronómicos que vendían comida vegetariana de buena calidad, pero quedan muy pocos».
En Cuba la comida vegetariana surge casi naturalmente por la precariedad en el abastecimiento, de ahí que se escuchen afirmaciones como «en los noventa los cubanos nos volvimos vegetarianos».
Tras la unificación monetaria y la reforma salarial, los precios y la disponibilidad de vegetales y frutas han oscilado de manera considerable. Por ello, algunos se preguntan si acaso es la alternativa vegetariana la más económica.
«Siempre se va a poder ser vegetariano, pero estar sano y alimentado es mucho más complicado por diferentes factores. No se logra sin esfuerzo, porque no tienes a tu alcance la variedad de alimentos que necesitas. Yo diría que todo el dinero de un salario promedio se gasta en comida, pero el desabastecimiento y la crisis no afectan solo a veganos o vegetarianos, sino a todos en el país», explica una cubana.
Ella insiste en que, a pesar de la desarrollada comunidad de protectores y animalistas cubanos, muy pocos evolucionan al vegetarianismo. «La poca información y la escasa disponibilidad de alimentos son obstáculos difíciles de salvar», dice.
Sortear la escasez
Aunque quienes eligen estas formas de alimentación también tienen sus retos debido al agudo desabastecimiento en la isla, cuando se piensa en lo difícil que es adquirir cárnicos y la preocupación que ello provoca, parecería que los vegetarianos y veganos tienen un privilegio dietético.
«Para nada. Tenemos que resolver con las frutas y vegetales que encontremos en el agro. Ahora mismo en Cuba es más elitista ser carnívoro que vegano», comenta Lidia.
Gloria, también habanera, cuenta que no hace mucha cola porque las aglomeraciones están casi siempre donde se venden huevos, embutidos o carnes. «Cuando sacas de tu dieta productos que son más caros por unidad, o cuando la carne se encarece por día o desaparece, la alimentación vegana repercute en menos estrés» dice.
Sin embargo, la eliminación de productos de origen animal en la dieta diaria no garantiza el suministro de otros. En su mayoría, los entrevistados desean —por parte de las autoridades correspondientes— una mayor prioridad en la producción nacional de frutas, vegetales y legumbres. El desabastecimiento de estos alimentos les parece inaudito, si se toman en consideración las condiciones climatológicas y los suelos fértiles de la isla.
Ante la carestía, los entrevistados improvisan con lo que tienen. Elaboran de forma casera los productos que consumen: preparan leches vegetales de coco, avena o ajonjolí; hamburguesas de acelgas, frijoles, chícharos o garbanzos; croquetas de arroz o lentejas. Afirman no «permitirse expectativas muy altas», sino partir de los productos que tienen en su poder, para pensar qué cocinar con ellos. «En Cuba no puedes pensar que vas a cocinar un plato específico y salir y encontrar en un día todos los ingredientes. No es así, aunque peines toda la ciudad», lamenta Gloria.
Ante los obstáculos por el desabastecimiento, los entrevistados han encontrado otras formas de paliar las ausencias. A través del intercambio con amigos y vecinos, trocan productos como leche por yogur de soya, por ejemplo. También han aprendido a procesar alimentos no perdurables, a encurtir, secar al sol, envasar al vacío, y así asegurar la conservación de los recursos acumulados.
Redes de apoyo
Hasta el momento, en Cuba no existen programas estables que reconozcan el desarrollo de la alimentación ética —dieta que elige los alimentos según su impacto ambiental, social o ético— como un derecho cívico. Son pocos los talleres, circuitos de encuentro o literatura científica que promueven o asisten esta forma de vivir y comer. Uno de los espacios y experiencias colaborativas es el grupo en Facebook «CubaVegana», en el cual se promueve este estilo de vida, se comparten recetas y todo tipo de informaciones.
En Telegram existen grupos como «Veganismo en Cuba» y «Cubano Vegano», que suman un centenar de suscriptores y en los que se comparte información cotidiana. Los miembros avisan cuando alguna tienda en la ciudad abastece avena o una farmacia tiene el suplemento vitamínico Polivit. También se comparten recetas y modos de suplir problemas de nutrición. Sin embargo, los grupos tienen dinámicas inestables y no alcanzan a establecer iniciativas más allá de su actuar diario.
Las falsas suposiciones que ridiculizan o reprueban este tipo de alimentación suelen ser una fuente adicional de estrés para los vegetarianos y veganos.
«La presión social en Cuba es latente en el tema, el vegetarianismo es algo extraplanetario para el cubano de a pie. En mi caso, algunas interacciones sociales me generaron incomodidad, sobre todo en una etapa en la que estuve vulnerable mentalmente, cuando comencé a rescatar animales en pésimas condiciones y a sufrir el dolor ajeno», cuenta una animalista.
«Me deprimí mucho y sentí una impotencia horrible al darme cuenta de las condiciones de la sociedad actual. Pero esto me hizo reafirmarme en mi decisión y sentir orgullo de mi fuerza de voluntad. En Cuba nada es fácil y eso aumenta mi estima por quienes llevamos este estilo de vida».
El domingo 10 de abril de 2021 tuvo lugar en la Finca de los Molinos el «Primer evento vegano-vegetariano en La Habana», con un programa que incluyó la venta de productos libres de maltrato animal (por iniciativas como Ollouro y Alabranto), la proyección de videometrajes y conferencias sobre permacultura, dietas saludables, conceptos y diferencias entre alimentaciones éticas y yoga.
Aunque fue amplia la asistencia de público interesado, el taller se centró en la postura ética del veganismo sin establecer vínculos transectoriales con grupos o activismos similares de la capital, lo que limitó su impacto.
Lo sucedido demuestra que iniciativas de este tipo no alcanzan a ser proyectos sostenibles en cuestión de programas, promoción o acciones. «No considero que sean suficientes los espacios de activismo sobre el tema, pero teniendo en cuenta que toda la energía y el ingenio del cubano se va en sobrevivir, bastante bien estamos», argumenta María.
Los testimonios a los que ha accedido el programa Food Monitor en Cuba reflejan que existen personas en el país con la voluntad para lograr una alimentación ética, a pesar del acceso inestable a los productos, del estrés para conseguirlos y de los prejuicios en torno a estos estilos de vida. Pero el interés es mayor en La Habana y demás ciudades capitales de provincias, las cuales cuentan con mayor de turismo. Además, dada la limitada oferta a productos más específicos, las compras se concentran en tiendas en MLC y a precios elevados, lo que implica un acceso limitado a estos.
Que el veganismo y el vegetarianismo logren posicionarse en la esfera pública como opciones viables e informadas para los cubanos dependerá de una voluntad gubernamental para apoyarlos (en concepto de producción, importación, promoción), y una postura más activa de estos grupos para reivindicar sus aspiraciones en la sociedad cubana.
La alimentación es una necesidad básica, pero se rige por preferencias, y puede venir acompañada por motivaciones éticas, religiosas, medioambientales o de salud. Algunas posturas provienen de tradiciones fundadas en identidades grupales, en los usos, costumbres y elaboraciones simbólicas de los alimentos. Otras se desarrollan desde principios modernos, a partir de activismos y conciencias de cambio.
***Esta información parte de un estudio de campo realizado en Cuba en marzo, abril y mayo, aún en proceso. Próximamente Food Monitor Program publicará los resultados y testimonios en su web.
***Los nombres de los entrevistados han sido cambiados según la política de protección de datos de Food Monitor Program.
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