Los cambios tecnológicos son procesos complejos, y es absolutamente normal que surjan momentos de confusión, que aparezcan en ellos personas irresponsables o directamente sinvergüenzas que intentan aprovecharse, o que se produzcan efectos inesperados. El proceso de reinvención del dinero tal y como lo conocemos no iba a ser menos: es complejo, afronta fortísimas resistencias, y genera todo tipo de incentivos para que personas de toda condición intenten aprovecharse de ello, a veces a costa de la confianza y de los activos de muchos otros.
En la imagen, dos de los grandes villanos del mundo cripto: el surcoreano Kwon Do-Hyung, conocido como Do Kwon, co-fundador de Terraform Labs; y el norteamericano Sam Bankman-Fried, conocido por sus iniciales SBF, fundador de FTX. Entre ambos, han generado no solo pérdidas a muchos usuarios y compañías, sino además, sendas crisis de confianza en el mundo cripto, con caídas de valor importantes de todos los actores implicados. Tan solo desde 6 hasta el 13 de noviembre, usuarios de todo el mundo han retirado de servicios de intercambio el equivalente a más de 3,700 millones de dólares en bitcoin y 2,500 millones en ether, tratando de protegerse de eventuales problemas relacionados con la liquidez de sus activos.
¿Tiene sentido el pánico? En principio, huir de un activo en concreto porque alguien, por errores, por irresponsabilidad, por estupidez o por mala fe, lo ha pervertido y ha generado un cataclismo en el que ha perdido dinero mucha gente sería el equivalente a perder la confianza en el dólar tras la caída de Enron: que un actor en un escenario determinado se pervierta o genere pérdidas no es algo, en principio, que se pueda vincular a la calidad de dicho activo, y menos aún, de manera genérica. Que por el hecho de que estos dos personajes o algunos otros hayan estafado o hayan provocado la caída de entidades que participaban en el mundo cripto, se ponga en duda la totalidad del entorno cripto es simplemente fruto de la ignorancia, del pánico o de ambos a la vez.
Sin embargo, hay algo que sí es real: el mundo cripto predica la descentralización, y sin embargo, los problemas acaecidos a lo largo de su historia, desde la crisis del exchange japonés Mt. Gox en 2014, se debieron a la centralización, a depositar confianza en un actor que iba creciendo y convirtiéndose en centralizador de muchas transacciones. Las figuras relacionadas con este tipo de crisis son también casos similares: tanto Do Kwon como SBF se habían convertido, a lo largo de no mucho tiempo, en figuras representativas casi «de culto» y que alcanzaban una popularidad muy elevada.
En esas condiciones, que alguna de esas endiosadas figuras decidan armar castillos de naipes refinanciando sus deudas con nuevas emisiones de monedas inventadas y activos complejos de todo pelaje es una cuestión de tiempo. Y cuando lo hacen, lo pueden hacer bien, o lo pueden hacer como huída hacia adelante, en esquemas que terminan, como el de Terraform Labs con sus monedas Terra y Luna o el de FTX con su FTT, reventando por algún sitio. De nuevo: ¿debemos considerar el dólar como un fraude porque una vez hubo un Enron?
¿Dónde está, por tanto, la cuestión? Muy sencillo: como bien dice el título de este artículo, «not your keys, not your coins». Si no tienes tu clave privada, las monedas no son tuyas, y por tanto, estarán en manos de alguien, de alguna compañía que probablemente esté haciendo «cosas» con ellas, desde prestarlas, hasta crear activos complejos de todo tipo que, como hemos visto, no siempre están hechos con buen juicio. ¿Quién pierde cuando alguno de esos esquemas explota? O bien los desinformados que no se enteraban ni de que existía, o bien los muy ambiciosos que creían absurdamente que les iban a regalar el dinero sin hacer nada. Cuando llega un Do Kwon o un Sam Bankman-Fried y se inventa alguna shitcoin para financiar su castillo de naipes porque cree que va a encontrar incautos que se la compren, estamos ante un esquema que muy probablemente acabe en desastre. Las cosas por su orden: primero reinventemos el dinero, después ya llegarán los «derivados-sintéticos-apalancados-indexados-de-la-madre-que-los-parió».
A día de hoy, el onboarding, es decir, la compra de criptoactivos con dinero tradicional, es mucho más cómodo cuando lo haces en un exchange como Coinbase o Binance. Pero una vez adquiridos esos criptoactivos, lo que deberías hacer es pasarlos a tu propio wallet si quieres estar seguro. O si quieres, al menos, que tu seguridad dependa de ti – si los pasas a tu wallet y después no lo custodias bien, lo tiras a la basura o pierdes sus claves, ya es problema tuyo.
¿Crisis de las criptomonedas? En absoluto. Están donde han estado siempre, y siguen siendo, en todos los sentidos, el futuro del dinero. El consejo sigue siendo el mismo: ten algo en bitcoin o en ether, aprende a usarlos, a comprarlos, a pasarlos a tu wallet, a manejarlos en general, porque eso te preparará para el mundo que viene. Pero tenlos tú, manéjalos tú, y familiarízate con lo que ello implica, porque si no los tienes tú, estarás muy probablemente confiando en un tercero más o menos centralizado que seguramente repita muchos de los esquemas conocidos de la banca tradicional. Y sobre todo, porque si centralizas, pierdes la verdadera propuesta de valor de las criptomonedas, que radica fundamentalmente en su descentralización.
Si algo tienen de bueno este tipo de escándalos es que las caídas que provocan son simplemente coyunturales, pero el recuerdo que generan en el usuario es potente e indeleble: si confías en un tercero para que te guarde tu dinero, asumes los riesgos inherentes a ello, y puedes perderlo. Los millones de bitcoins y de ether que han dejado los exchanges en los últimos días con destino a wallets particulares son, sin duda, una buena noticia. Es difícil saber cuántos escándalos de este tipo tendremos que ver antes de que la gente aprenda, esperemos que no muchos más. Pero de nuevo: el problema no son las criptomonedas: el problema es no entender su propuesta de valor fundamental.