Este proyecto de desarrollo local puede garantizar todo el pienso que demandan las bases productivas para incrementar la cría porcina y de traspatio. (Fotos: Ana Martha panadés/Escambray)
“Estamos en condiciones de producir todo el pienso que necesita la actividad porcina en el municipio de Trinidad”; la aseveración, lejos de sonar pretenciosa, constituye la mejor carta de presentación del proyecto de desarrollo local (PDL) Minindustria Futuro, el cual ha tenido que desbrozar —a golpe de trabajo— más de un tropiezo e incomprensión.
Nelson Álvarez Pereira, su representante, apostó por la primera línea estratégica del país: impulsar la esfera agropecuaria, y a la medida de un territorio que nunca contó con respaldo de alimento animal para satisfacer la demanda de los productores locales.
Con su propuesta lista, este emprendedor aplatanado en Trinidad buscó lógicamente alianzas en el sector de la Agricultura, pero no las encontró. “En Cuba existen fábricas estatales que no pueden producir pienso. Aquí en Sancti Spíritus hay cinco cerradas”, le explicaron en la Delegación Provincial. Entonces decidió tocar otras puertas.
UN PROYECTO ESCUELA
Tragado por el marabú, el internado de Condado vivía en el olvido. De la imponente construcción que se alza en un desvío de la carretera al poblado del mismo nombre quedan las referencias de cuando sirvió como prisión antes del año 1959 y, después, Tribunal de Urgencias del Escambray hasta convertirse en la escuela Antonio Briones Montoto.
A Yanileysy Sorroche y Dibuchén Naranjo —ambos vinculados al proyecto— los aguijonea la nostalgia. De niños estudiaron en este centro, una de las edificaciones escolares más sólidas de todo el municipio. Ahora nadie recuerda cómo sobrevino su desguace.
De lo que sí pueden dar fe —y lo hacen— es de la resurrección del lugar gracias a la iniciativa de Nelson y a sus propios brazos. Ninguno de los dos declinó la oferta de trabajo, a pesar de que cada palmo arrebatado a la manigua ha exigido sudor a deshora. Pero en la amplia nave desde hace algunos meses ya se produce pienso.
“Todavía de manera experimental, aunque contamos con la materia prima y la maquinaria para aportar entre tres y cinco toneladas diarias —aclara Nelson, quien lejos de rendirse ante los inconvenientes, comparte con Escambray el alcance de su propuesta—. Es un proyecto escuela que se implementa de conjunto con la dirección municipal de Educación para ofrecer asistencia técnica a los alumnos de los politécnicos de Agronomía y que también garantizará empleo a esa fuerza de trabajo”.
Y el abogado de profesión, devenido emprendedor, visualiza las dos aulas, una dedicada a la docencia y la otra, a la industria, donde complementarán su formación los jóvenes vinculados a especialidades agropecuarias. Sueña además con recuperar toda la estructura, elaborar varias formulaciones del alimento, crear un polígono para el cultivo agrícola y la cría de animales, reutilizar los desechos y convertirlos en energía limpia… Todo desde un marco legal y un principio que tiene claro: el beneficio colectivo y social.
ALIMENTO ANIMAL DESDE TRINIDAD
A media mañana el jefe de producción del proyecto y a la vez operario, arranca el motor de 220 V que alimenta el molino donde se procesa la soya, maíz y hasta el carbonato de calcio. La potencia no es fuerte, pero así muele esta pequeña industria que se mantiene en óptimas condiciones gracias a la pericia de Dibuchén Naranjo.
Junto a él, Yanisleysy y su hijo Rosdeny Otero ayudan en el llenado de los sacos, el cuidado de los animales y en lo que haga falta. “Soy de esta comunidad que no tiene muchas opciones, el proyecto me ha ayudado económicamente”, comenta ella al tiempo que reconoce las oportunidades para el joven.
“No encontré trabajo al terminar el servicio militar. Ahora tenemos empleo y vida en este pueblo”, dice y vuelve a disfrazarse con los medios de protección que no faltan. Ya se acostumbró al ruido y al polvo.
Cuando ideó su proyecto, Nelson encontró las materias primas alternativas para sustituir los ingredientes de la formulación original de pienso por la norma cubana, entre ellas la harina de caña, de yuca y forraje verde. Cerró también contratos con la empresa pesquera de Sancti Spíritus y el hotel Trinidad del Mar para aprovechar los desechos de sus actividades económicas. Comenzaban sus primeras producciones.
“Hasta este momento no he tenido que utilizarlas; aquí en el municipio tenemos casi todo lo que se necesita para fabricar el alimento animal, por ejemplo, el sorgo y el maíz. Los componentes minerales como el carbonato de calcio y la zeolita existen y los adquiero sin dificultad en la empresa Geominera del Centro y lo único que hemos sustituido es el afrecho (de importación) por la paja de arroz. A esa mezcla se le agrega harina de caña que aporta un sabor más dulce”, dice mientras señala los sacos listos para ser comercializados.
“Las fichas de costo de mis piensos —agrega— están por debajo incluso de los de fabricación nacional (50 000 pesos la tonelada contra 60 000), además puedo ajustar las formulaciones a pedido de los productores”.
“La capacidad instalada está diseñada para elaborar tres líneas de alimento animal destinado a la cría avícola, ovino-caprina y porcina; existe además una demanda real en el territorio, pero los volúmenes productivos son muy bajos; hoy el tema de energía es el más complicado”, se lamenta y expone otras razones.
“La contingencia energética no es lo que más golpea, sino la falta de voluntad de la Empresa Eléctrica en el territorio en función de resolver un problema puntual. Esta maquinaria necesita corriente trifásica; desde el mes de enero la solicitamos y hasta ahora no se resuelve. Creo que hasta los transformadores tomaron otro camino”, relata Nelson, quien no renuncia a sus sueños de garantizar el pienso para estimular la producción porcina y la cría de traspatio, como opción necesaria para las familias trinitarias.
ECONOMÍA CIRCULAR
La Minindustria Futuro responde a un modelo de producción novedoso que los expertos denominan economía circular, la cual garantiza un crecimiento sostenible en el tiempo. Se optimizan recursos y materias primas, así como se aprovechan casi todos los residuos. Sobre tales premisas, este emprendedor concibió su idea que cierra todo el ciclo productivo y apuesta por las energías renovables.
Lo más importante y retador ha sido cumplir las etapas del proyecto desde que le fue aprobado el crédito bancario como fuente de financiamiento. Recuperar la infraestructura de la antigua escuela con 22 naves y sus sistemas hidráulico y de residuales resulta uno de los desafíos mayores a los cuales no renuncia ninguno de los trabajadores que confiaron en este hombre de visión larga.
“Yo pertenezco a la comunidad y todos nos hemos favorecido —asegura Yusleydy Ortega, la oficinista—. Vamos caminando paso a paso, pero sin rendirnos. Es lo que necesita el país para garantizar la alimentación al pueblo y bajar los precios”.
El proyecto de Nelson rebasó la idea inicial de elaborar diferentes líneas de pienso y apuesta por cerrar todo el ciclo productivo, desde la siembra de yuca, maíz y otros cultivos hasta la crianza de animales, cuyos desechos —tras la rehabilitación del sistema de residuales— serán empleados para obtener el biogás, energía que puede ser utilizada en el proceso industrial y por las 25 familias residentes en la zona. La instalación de paneles solares contribuirá también a la independencia energética.
“Iniciamos con un sueño de inversión extranjera, de financiamiento para importar la maquinaria, pero nos atemperamos a la realidad cubana. Todo el proceso funciona hoy con equipos alternativos y recuperados. No necesitamos salir del consejo popular para encontrar la materia prima, que tampoco compite con el alimento humano pues aprovechamos las producciones de segunda y tercera mano. Mi proyecto es viable en todos los sentidos, es un empeño personal y colectivo al que le hemos puesto mucho amor y responsabilidad”, insiste.