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Investigador principal del Grupo de División Celular y Cáncer del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), Malumbres considera que “no hay discusión” sobre los beneficios de una menor ingesta de alimentos en la salud
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Precisa que el ayuno intermitente es “lo normal para una persona” y que el problema es que se asocia a dieta: “No es así. Lo que no hay es ninguna razón para que una persona esté comiendo cinco o seis veces al día”
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La obesidad es el principal factor de riesgo nutricional para el cáncer porque se acompaña de efectos hormonales y metabólicos que lo favorecen, señalan los expertos
Los investigadores no tienen ninguna duda: existe una correlación muy directa entre el tipo de alimentación que tenemos y el cáncer. Al menos el 18 % de todos los casos diagnosticados, están relacionados con exceso de peso corporal, falta de actividad física, consumo de alcohol o una nutrición deficiente. Es decir, podrían evitarse. “Hay pocas dudas de que un porcentaje muy significativo de tumores se pueden ligar a una alimentación no adecuada. En unos casos, directamente, a través de la obesidad; en otros casos, porque los alimentos no son los correctos“, sostiene Marcos Malumbres, investigador principal del Grupo de División Celular y Cáncer del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) quien, además, en conversación con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, defiende las bonanzas del ayuno intermitente. “No es nada raro y tiene una evidencia científica súper clarísima”, apostilla.
La dieta está directamente implicada en el desarrollo de diversos tipos de tumores, como dos de los más comunes, el de colon y el de mama: un 40 % en hombres y un 60 % en mujeres, tienen relación con los que comemos. Los expertos señalan que la obesidad es el principal factor de riesgo nutricional para la enfermedad porque se acompaña de efectos hormonales y metabólicos que lo favorecen. Sobre estas cuestiones ha versado el Debate CaixaResearch -organizado por la La Fundación “la Caixa” de octubre, celebrado el pasado jueves-, que ha explorado la relación entre la alimentación y el cáncer de la mano de Marina Pollán, directora científica del CIBERESP y profesora de Investigación del Centro Nacional de Epidemiología del Instituto de Salud Carlos III (CNE-ISCIII), y Marcos Malumbres, investigador principal del Grupo de División Celular y Cáncer del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO).
Si se habla de casos de cáncer relacionados con lo que comemos, Malumbres advierte a este diario: “Los porcentajes son muy difíciles de estimar. Es cierto, que hay evidencias más directas para algunos tipos tumorales, como gastrointestinales, que dependen de hormonas, mama…Y para otros, es más difícil”. Pero, apostilla, “hay pocas duda de que un porcentaje muy significativo -sea 15, 20 o 25%, precisa- de tumores se pueden ligar a una alimentación no adecuada. Nadie duda de una correlación muy directa“. Precisa que, sin embargo, el efecto no es visible hasta pasados unos años.
El investigador explica que es muy difícil separar la nutrición de otros factores como el estrés, tabaquismo, alcohol…
El principal problema con el que se encuentran los investigadores, explica, es que, primero, “es muy difícil hacer experimentos de laboratorio, porque no son efectos inmediatos y, segundo, es muy complicado establecer correlaciones en poblaciones. Por un lado porque son a largo plazo y, por otro, porque es habitual que la alimentación esté mezclada con otros factores: tipo de trabajo, estrés, tabaquismo, alcohol….Este problema hace que este campo siempre sea muy controvertido y que los datos nunca sean muy claros“.
Cáncer y dieta
En cuanto a la mortalidad, el cáncer es ya la segunda causa de muerte en el mundo, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). En 2020 se atribuyeron a esta enfermedad casi 10 millones de defunciones, es decir, casi una de cada seis de las que se registran por muerte no natural. Un tercio de las muertes tiene relación con la dieta. El experto del CNIO insiste en la dificultad que existe para estudiar los factores asociados a la ingesta de determinados alimentos. Porque, apunta, nutrición es un término “demasiado amplio científicamente”.
La carne del mismo animal, por ejemplo, puede tener efectos muy diferenciados según se prepare, lo que haya comido el animal y cómo se le haya tratado con medicinas o químicos, y esto afecta a casi cualquier alimento. Si se habla de carne roja, Marcos Malumbres asegura que los datos estadísticos son claros: un consumo alto “correlaciona muy bien con diversos tipos de tumores. Esas relaciones existen son significativas y están realizadas en un número gente muy alto como para que sean creíbles”. Los datos, advierte, sin embargo no son tan contundentes para la carne blanca, incluso para el cerdo “que mucha gente puede pensar que es lo peor”.
Pero, añade, “también hay mucha controversia sobre si el problema con la carne roja se debe, por ejemplo, a parásitos, o infecciones que no vemos; a cómo los animales han comido y si en su alimentación han tenido hormonas, antibióticos…Cuando hablamos de carne roja, lo hacemos de un ecosistema muy complejo: cómo estos animales han crecido, cómo se han cuidado y es imposible, ahora mismo, diferenciar si el problema es la carne roja o cómo ha sido tratada. Si vivimos en un valle sin poblaciones, sin industria, sin procesar… ¿Esto sería malo o no?. Nadie podría contestar“.
Los mejores alimentos
El investigador también alude a qué tipos de alimentos pueden ser más beneficiosos -los naturales no alterados, como la fruta, verdura, aceite de oliva, pescado o cereales sin procesar-, y cuáles, más perjudiciales, como los procesados o los que tienen alta carga energética, es decir, los que contienen muchas grasas saturadas o mucho azúcar (incluyendo las bebidas azucaradas). “Esta parte es más sencilla. No hay duda de que los alimentos que podríamos denominar como naturales, no procesados -cualquier verdura del campo, legumbres, frutos secos…- son mejores. Ahí no hay ninguna duda”.
“Todo alimento que pone: ingredientes con dos puntos a continuación, es mejor evitarlo”, indica el científico.
Indica el investigador que una alimentación basada en alimentos enteros es difícil que tenga alteraciones y sea perjudicial. “Hay una frase que me gusta y suelo repetir: ‘Todo alimento que pone: ingredientes con dos puntos a continuación, es mejor evitarlo'”. En este sentido, el patrón de dieta mediterránea, abundan los expertos, parece ejercer un efecto protector frente a los tumores más frecuentes, aunque cada vez son menos quienes consumen este tipo de alimentos, por tanto ese efecto protector va disminuyendo. Por ejemplo, se lamentan, ese patrón de dieta, advierten, está quedando fuera en las grandes ciudades.
Ejercicio físico y cáncer
Sobre la mesa, pone otro tema de plena actualidad: el ejercicio físico y el cáncer. Ahora, explica, existen muchas iniciativas en esa dirección. “Nada criticable. Incluso, por ejemplo, hay iniciativas médicas para incorporar esa actividad a tratamientos en cáncer. Se podría decir que el ejercicio físico es más relevante cuanto peor es nuestra alimentación. Si tenemos un exceso de calorías, necesitamos más deporte que si tenemos una ingesta baja. Hay un balance. Podemos jugar con alimentación o ejercicio físico. Es maravilloso, en general, pero ojalá fuera tan fácil. Porque, en una persona con cáncer avanzado y quimio, es difícil que el ejercicio físico sea constante y, sin embargo, a lo mejor sí puede cambiar alimentación”.
El investigador considera que es un tema importante “porque no se habla tanto de los cambios de alimentación y es más difícil encontrar proyectos financiados o iniciativas donde se use la alimentación como terapia en estos tratamientos (para el cáncer)”. Su visión personal, indica, es que hay “muchas más opciones de éxito de proponer estrategias con la comida que con el ejercicio físico que, como digo, muchos pacientes con cáncer es posible que no puedan mantener en el tiempo“.
La controversia del ayuno intermitente
Otro tema, no exento de controversia, que aborda el científico es el del ayuno intermitente. Para Marcos Malumbres, el beneficio de los ayunos es incuestionable, también para la prevención de enfermedades, aunque admite que es un área de investigación muy intensa, todavía no consensuada totalmente, y que requiere más investigación y ensayos poblacionales controlados. “Cualquier iniciativa que vaya relacionada con menos ingesta es mejor que cualquier discusión sobre si más grasas, azúcares, carbohidratos o proteínas. Y esto es tan sencillo como difícil de incorporar a una sociedad que, básicamente, es de consumo. Si me preguntas, esto tiene una defensa científica, súper clarísima. No hay discusión sobre los beneficios de una menor ingesta y los ayunos intermitentes. Además, en los periodos de comida, no se restringe nada“, advierte.
“No hay ninguna razón para que una persona esté comiendo cinco o seis veces al día. El ayuno intermitente no es nada raro”, señala el investigador.
Para el investigador lo importante es que cada persona busque “lo que más va con su estilo de vida”. Critica, eso sí, que falta información sobre la conveniencia de “hacer esto” y advierte: “vamos por muy mal camino y hay países como Estados Unidos donde ya está demostradísimo”. ¿Debe estar supervisado este ayuno por un nutricionista?. “En absoluto. No hace falta supervisión, a no ser que tengas un problema médico“, responde. Porque, aclara, debe entenderse el ayuno intermitente como “lo normal para una persona. Ese es el problema, que la palabra ayuno, en español, sería una dieta y no es así. Lo que no hay es ninguna razón para que una persona esté comiendo cinco o seis veces al día. En la historia de la humanidad nunca se ha hecho. Lo normal es comer una o dos veces al día. No es nada raro“, concluye.
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