El argentino no es un consumidor tradicional de pasta de maní, pero el alimento preferido de los estadounidenses cosecha cada vez más adeptos en nuestro país. Tantos, que un fanático entrerriano convenció a dos amigos para fabricarla en su tierra natal. Así nació EntreNuts e inició el camino de Emanuel Fellay, Joaquín Colella y Gabriel Aguilar para convertirse en emprendedores.
Pasaban apenas los 20 años cuando pusieron en marcha la producción del primer lote de 20 frascos de pasta de maní. Completaron el proceso el 20 de marzo de 2020, el mismo día que el presidente Alberto Fernández anunció el aislamiento social, preventivo y obligatorios (ASPO) por la pandemia de coronavirus. Pero no se dieron por vencidos, salieron a vender casa por casa, y dos años y medio después comenzaron a exportar a Estados Unidos, principal productor mundial.
Leé también: Vendían relojes, casi por casualidad apostaron al negocio del vino y hoy emplean a más de 150 personas
“El 19 de marzo de 2020 a la tarde, el electricista terminó la instalación de luz y el 20 al mediodía hicimos el primer frasquito de pasta de maní, cuando terminamos una producción de 20, limpiamos y acomodamos todo y dos horas después vimos que el Presidente salía por cadena nacional y cerraba el país. Así fue el comienzo de EntreNuts”, contó a TN Emanuel.
Saber sobrellevar ese primer contratiempo afianzó su amistad y el negocio. Actualmente, venden 18.000 frascos por mes, tienen 23 empleados, cuadruplicaron la superficie del galón de producción en la localidad entrerriana de Colón, y pusieron un pie en el mercado más competitivo de pasta de maní del mundo.
Tres amigos, una idea y un sueño cumplido
Emanuel y Gabriel habían dejado su Entre Ríos natal para estudiar en la facultad de Rosario, Santa Fe. En una charla informal, Gabriel se quejó porque cada vez que volvía a su provincia no encontraba pasta de maní sin agregados de sal, ni de azúcar ni de conservantes y se prometió comenzar a fabricarla.
Leé también: Trabajaba para JP Morgan, pero renunció para cumplir su sueño: abrir un hotel de gatos
Cuando una compañera de facultad le contó que su tesis era sobre la producción de pasta de maní en Colombia, Gabriel le pidió conocer el proyecto y el sueño comenzó a convertirse en realidad. Ahí fue cuando se sumó Emanuel. Se inscribieron en un concurso para emprendedores del Banco Nación, avalado por la ONU, y lo ganaron en noviembre de 2019.
La posibilidad de acceder a un crédito subsidiado de $750.000 fue el impulso que necesitaban, pero la inflación amenazó con echar por tierra el sueño. “Cada vez se nos alejaba un poquito más y fue cuando decidimos invitarlo a Joaquín, que es licenciado en Comercio Internacional, a sumarse al negocio”.
Joaquín es rosarino y, tentado por la propuesta, se mudó a Colón, con la expectativa de poder exportar el producto. “Es más exportable que consumible en el mercado interno, entonces le planteamos la idea y se sumó”, recordó Gabriel.
La pandemia y los primeros pasos casa por casa
Los primeros 20 frascos de pasta de maní los fabricaron en un galpón de unos 200 metros cuadrados, en Colón. “Teníamos una sala de producción para 50 frascos, que era la estructura que habíamos armado con el crédito que obtuvimos”, contó Emanuel.
Leé también: Creó el primer lavadero sustentable del país para evitar desperdiciar 50.000 litros de agua potable por día
Para la producción contaban con un molino coloidal que habían pagado mitad en efectivo y la otra parte con una deuda en dólares de tres cuotas, que tenían que abonar en abril, mayo y junio de 2020. No había pandemia ni cuarentena que frenara el negocio.
“La receta la hizo Gabriel. Llenábamos con una manga pastelera 20 frasquitos y salíamos a entregar en camioneta lo que vendíamos por WhatsApp, por Instagram o por Facebook. Salíamos a repartirlos con guantes, máscara y con barbijo”, contaron.
Cuando lograron afianzar el negocio en Colón, se expandieron a San José y Villa Elisa, ciudades aledañas. Un amigo de Gabriel y Emanuel, que se había quedado sin trabajo, fue el primer empleado de la empresa y hasta hoy sigue formando parte del negocio.
En junio de 2020 obtuvieron la habilitación provincial, en forma paralela a que habían conseguido unas 40 distribuidoras que querían empezar a trabajar con el producto. “Ese fue otro boom: pasamos de vender entre 800 y 1000 frasquitos en la zona, a unos 17.000 en 14 provincias; empezamos a producir 14 horas por día y pasamos a tener diez empleados”.
El salto exportador
Ya con presencia en las 24 jurisdicciones del país, afianzados como la segunda marca de mayor producción argentina y más de 150 distribuidoras, el paso siguiente era el de exportar.
“En la Argentina se consume un promedio de 200 gramos de pasta de maní per cápita por año y en Europa más de 6 kilos; en América, 5 kilos, y en Asia, 10 kilos. Es ínfimo el consumo nuestro comparado con los otros países de Europa, Asia o América”, dijo Joaquín.
Conocedores de estos datos, salieron a buscar mercado en el exterior. En enero tuvieron el primer contacto con Estados Unidos. El camino no fue fácil. Tuvieron que registrar el producto y la marca ante la FDA y recién en agosto terminaron de cerrar el acuerdo de exportación.
El 20 de septiembre salió el buque desde la Argentina hacia Nueva York y a fines de octubre va a estar desembarcando la pasta de maní argentina en Estados Unidos. “Irónicamente decíamos que es como que vengan a la Argentina y nos vendan asado y dulce de leche”, graficó Emanuel.
Leé también: La economía circular y el suprareciclaje ganan terreno en la moda: 15 iniciativas sustentables
Para los tres jóvenes entrar en ese mercado fue un desafío gigantesco, no solo por la calidad que exige sino porque es uno de los más competitivos del mundo. Si bien la venta es para que la comercialice una firma estadounidense, “en la etiqueta -que está diseñada bajo estándares de los Estados Unidos- dice ‘el mejor maní del mundo hace la mejor pasta de maní’”, cuentan, orgullosos.
“Estados Unidos todos los años asigna un cupo de 3650 toneladas para que la Argentina la divida entre las empresas que se dedican a la exportación de pasta de maní, eso está bastante monopolizado por las grandes marcas y es, de alguna manera, una barrera de ingreso para las pymes o para las pequeñas empresas, así que tuvimos que enfrentar un tema bastante complejo”, explicó Joaquín.
Para poder dar respuesta a la demanda mundial, sumaron más empleados, actualmente son 23, y están buscando opciones para automatizar la producción, para pasar a fabricar 150.000 frascos. “Estamos en ese proceso de crecimiento, de buscar seguir expandiéndonos tanto en el mercado local como empezar a desembarcar en el exterior”, destacó Gabriel. En la mira ya tienen a Chile, Uruguay, Bolivia, Perú, Brasil y España. El objetivo es, en 2023, estar presentes en diez países.
Un sello joven, hecho por jóvenes que quieren crecer
Cuando en 2020 empezaron con EntreNuts, Joaquín tenía 21 años; Emanuel, 22, y Gabriel, 23. Hoy tienen 24, 25 y 26. “Estamos en la edad promedio de nuestros empleados. La mayoría son jóvenes, muchos tienen su primera experiencia laboral con nosotros, otros son ingenieros de Alimentos, contadores, licenciados en Comunicación Visual, ingenieros Agrónomos. Tenemos mucha juventud y eso es un disparador del gran crecimiento que hemos tenido, porque para la juventud es mucho más fácil implementar procesos”, dijo Emanuel.
Leé también: Se unieron para dar una segunda oportunidad: en la cárcel, fabrican zapatillas con neumáticos usados
“Ni en los mejores sueños imaginábamos que en tan corto plazo íbamos a generar una empresa donde le damos trabajo a más de 20 personas; estar en todas las provincias y tener 13 productos en el mercado”, agregó Gabriel.
¿Los próximos desafíos?, seguir fabricando productos saludables; libres de gluten; producir alimentos para celíacos y para veganos e ir encontrando oportunidades en ese mercado.
Si tienen que resumir a qué le adjudican el éxito, dicen que al equipo; a la forma de trabajo; a la planificación hasta el último detalle; a la cultura de la empresa, y a los valores, “que son el motorcito de EntreNuts”.
Leé también: Las crisis del país los golpearon, pero salieron adelante con su invento: estufas a alcohol etílico
“La gente no planea fracasar, sino que fracasa por no planear y ese es el mensaje que tenemos para dar. Nosotros no somos más que nadie, no tenemos nada que enseñar, sino que lo que podemos transmitir es nuestra experiencia, nuestro entusiasmo, el seguir las convicciones, los sueños, hacer foco y quedarse con las cosas positivas”, concluyeron.