Hace poco me ofrecí a escuchar la mayor cantidad posible de podcasts sobre inversión tecnológica y capital riesgo. Fue una estupidez por mi parte, ya que hay muchísimos.
Andreessen Horowitz, la famosa firma de capital riesgo, produce una programación equivalente a la de un canal de televisión básico. Las grandes redes de podcast, los presentadores de radio, los antiguos presentadores de radio convertidos en inversores de capital riesgo, los inversores de capital riesgo con mucho tiempo libre, todos los millonarios y multimillonarios que se encuentran a poca distancia de San Francisco están haciendo podcast. O haciendo castings. Tal vez sea esa la singuralidad que nos prometen.
Esa masa crítica justifica una respuesta crítica. Quería escuchar lo que estos programas tienen que decir sobre la mentalidad del capital riesgo. Están diseñados para que los inversores y fundadores de empresas tecnológicas controlen sus propios relatos, libres de las molestas preguntas de periodistas como yo, pero también prometen una especie de educación: en la inversión, en el espíritu empresarial y la innovación, en los negocios. Así que, con la ayuda de algunos colegas expertos, elaboré una lista de una media docena de los podcasts más populares e influyentes de los inversores tecnológicos y me dispuse a analizarlos.
En total, han sido unas 40 horas de escucha. He saltado de un lado a otro de forma un tanto caprichosa, pasando por alto cosas relacionadas con la producción que hacían algunos episodios verdaderamente difíciles de escuchar, y eso que lo hice a velocidad 1x. También intenté terminar los episodios en lugar de abandonarlos, incluso cuando me hacían chillar o maldecir lo suficientemente fuerte como para molestar a mi compañero de oficina. (Eso ocurrió con frecuencia).
Bueno, sin duda he aprendido algunas cosas. Y no todas son bonitas.
Aprendizaje n.º1: Los presentadores de los podcasts conocen sus negocios
En el mejor de los casos, los podcasts ofrecen algunas ideas interesantes sobre el funcionamiento de las empresas tecnológicas. Pero yo, personalmente, no recomendaría a nadie invertir en un fondo cuyo socio principal tiene tiempo suficiente para hacer 5 podcasts a la semana. Aunque dicho esto, los presentadores de muchos de estos programas son inversores y saben mucho sobre el tema.
En The A16z Podcast (llamado así por Andreessen Horowitz), Michael Dell, el fundador de Dell Technologies, arremete contra el inversor Carl Icahn por mentir sobre su intento de hacerse con el control de la empresa. En How I Built This, el fundador de la plataforma de juegos online Roblox cuenta historias sobre la creación de software educativo para el entonces nuevo Macintosh de Apple en la década de 1980.
En This Week in Startups, Jason Calacanis explica a su copresentadora, Molly Wood, que algunos contratos de inversión de capital riesgo incluyen una cláusula conocida como preferencia de liquidación, que permite a los inversores beneficiarse incluso cuando la empresa que han respaldado quiebra. Wood señala de inmediato cómo estas cláusulas socavan la imagen de los inversores como figuras que asumen el riesgo de manera heroica. “Así que esto fue algo mágico que los inversores de capital riesgo empezaron a escribir en los contratos que decían: sabemos que nuestros trabajos son arriesgados, pero no queremos que lo sean”. Sí.
No escuché ningún consejo para la creación de startups, cómo conseguir una reunión con un inversor o crear una presentación o un plan estratégico. Pero sí he aprendido un montón de cosas que probablemente nunca tendré la oportunidad de poner en práctica, como por ejemplo, cómo estructurar una división de marketing, o cómo pensar en montar una cartera de inversiones de capital riesgo.
Las descripciones técnicas de la cartera de A16z a veces se me escaparon —iban desde conceptos profundos sobre el movimiento de Ethereum de prueba de trabajo a prueba de participación o la brillantez del algoritmo de TikTok—, pero puedo imaginar su utilidad para los ingenieros y fundadores.
Aprendizaje nº 2: Los presentadores no saben lo que no saben
El problema es que los podcasts que hablan sobre la inversión tecnológica de capital riesgo no se ciñen a los temas centrales del capital riesgo. Cuando intentan abordar el mundo más allá de su área de experiencia, las cosas comienzan a sonar raras.
En un episodio de This Week in Startups, al explicar su filosofía de inversión directa al consumidor, el emprendedor Jason Calacanis ensalza las virtudes de una empresa que fabrica caramelos con vitaminas, describiéndola como un “cambio” para conseguir que los niños se las tomen. No es que no sea cierto, pero también lo es que los niños sanos normalmente no necesitan tomar suplementos vitamínicos.
Otro ejemplo: El podcast All-In es una charla amistosa entre Calacanis y sus compañeros inversores Chamath Palihapitiya, David Sacks y David Friedberg. En un momento dado, Palihapitiya habla de una de sus recientes inversiones, una empresa de nutracéuticos —un concepto que nace de la unión de “nutrición” y “farmacéutico”— que fabrica una especie de suplemento para favorecer la salud de las bacterias intestinales. Los amigos responden con un montón de chistes sobre caca, lo cual me hizo gracia. Pero me sorprendió lo poco que parecían saber sobre la investigación nutricional.
Aunque el microbioma intestinal se ha relacionado con algunos trastornos específicos, como ciertas infecciones, los participantes del podcast parecen dar por hecho que la miríada de especies de bacterias en el estómago están directamente conectadas a nuestra salud mental y física. Hablan del tema como si se tratarse de algo científicamente probado, cuando no es así.
En The Pomp Podcast el presentador entrevista a Layah Heilpern, una “autora, creadora de contenidos y conferenciante”. Heilpern argumenta que todas las mujeres jóvenes quieren tener relaciones con hombres poderosos y ricos. “Estoy soltera, quiero casarme y quiero encontrar un hombre masculino”, afirma durante la charla. Además, defiende que Donald Trump tenía razón cuando contaba que las mujeres le permiten ciertas actitudes sexuales por ser un personaje famoso.
En su favor, el presentador del programa, Anthony “Pomp” Pompliano, pregunta a Heilpern si considera esto como algo bueno. Ella responde que lo bueno es que la libertad de expresión permita a Donald Trump hacer ese tipo de afirmaciones. No, dice Pomp, no está bien que lo diga, pero ¿está bien que la sociedad sea así?
No escuché su respuesta, porque ese fue el momento en el que levanté la mano por encima de mi cabeza, tiré de las asas de eyección, salí disparado de mi avión de combate, me estrellé contra la cabina y morí.
Aprendizaje nº 3: Los presentadores quieren que creamos lo que no saben
Hay muchas de estas tonterías en los podcasts de tecnología. Esto se debe en parte a que los presentadores llenan el tiempo con cualquier cosa que se les ocurra sobre lo que han leído en su aplicación de noticias favorita esa mañana. Pero también se debe a que utilizan conscientemente los programas como plataformas para difundir no solo ideas empresariales, sino la ideología de Silicon Valley. Se han enriquecido mucho con cualquier empresa que hayan fundado o en la que hayan invertido, así que ahora se creen expertos en cómo debe funcionar el mundo. No solo nos dicen cómo invertir. Nos dicen cómo pensar.
En un episodio de All-In en el que se habla del plan de Joe Biden de condonar más de 300 millones de dólares (que serían más de 306 millones de euros) de la deuda de los préstamos estudiantiles, Palihapitiya argumenta que habría sido mejor dejar que el libre mercado lo resolviera todo a través de las protecciones para la quiebra que ya existen.
Es común en estos podcasts de inversión, defender el libre mercado por encima del intervencionismo del gobierno. Pero entonces otro de los participantes, decide ir más allá. Comenta que los demócratas quieren perdonar la deuda universitaria porque la gente que va a la universidad tiene muchas más probabilidades de convertirse en demócrata. Condonar los préstamos estudiantiles es parte de una conspiración para apoyar un lavado de cerebro a los adolescentes para que se conviertan en guerreros de la justicia social y de la cultura de la cancelación.
El abandono de la universidad es un tema recurrente en estos podcasts. Forma parte del mito del fundador tecnológico heroico, que abandona la Universidad para ganar miles de millones con sus ideas innovadoras. En realidad, el inversor Marc Andreessen es el que tiene la mejor opinión al respecto. En The A16z Podcast, Michael Dell explica que dejó la universidad porque el negocio que dirigía desde su dormitorio generaba 80.000 dólares al mes (81.642 euros), y Andreessen sugiere que la postura en contra de la universidad de Sillicon Valley es un sesgo de supervivencia. Señala que nadie habla de los aspirantes a fundadores que abandonan la universidad y fracasan. Además, los desertores más conocidos, como Dell, Mark Zuckerberg y Bill Gates, ya tenían negocios que generaban dinero cuando lo dejaron.
El comentario de Andreessen me hizo darme cuenta de que mucho de lo que estaba escuchando en estos podcasts era en sí mismo un de sesgo de supervivencia. Te hacen pensar que la creación de una empresa millonaria está al alcance de cualquier que se esfuerce lo suficiente. Pero eso es porque los podcasts, por su naturaleza, se centran casi exclusivamente en las historias de éxito. No nos enteramos de los fracasos, más allá de ser elementos narrativos en las historias de aquellos que finalmente triunfan.
Aprendizaje nº 4: Lo rico es más importante que lo bueno
Cuando los periodistas hacen entrevistas individuales, se supone que formulan preguntas difíciles. Los presentadores de los podcasts de tecnología rara vez lo hacen. Una excepción es Guy Raz, el presentador de How I Built This, que se nota que investiga a fondo antes de cada charla. Su episodio con David Baszucki, el fundador de Roblox, explora décadas de cultura tecnológica e innovación a través de la carrera de Baszucki. Esto es lo que debe hacer un buen podcast de tecnología: utilizar el acceso a los mejores y más exitosos inversores e innovadores para iluminar el funcionamiento de Silicon Valley.
Pero los podcasts sobre tecnología e inversión de capital riesgo casi nunca se plantean la pregunta central de su trabajo: ¿Cuál es la definición de “éxito”? Si el éxito es solo ser popular y ganar dinero, que es la sensación general de estas charlas, entonces Roblox es un éxito indiscutible. Pero si el éxito es algo que contribuye al bien de la sociedad (algo que cumple con el valor autoproclamado de Silicon Valley de hacer del mundo un lugar mejor), entonces quizás Raz debería haber presionado a Baszucki preguntando acerca de cómo Roblox anima a los niños a gastar dinero en internet y sirve como patio de recreo para neonazis.
Rivian, el fabricante de vehículos eléctricos, causó un gran revuelo hace unos años con su SUV y furgoneta de alta gama, haciéndole la competencia al propio Tesla. Por ello, RJ Scaringe, fundador de la empresa, le dice a Raz que solía pasar la noche en vela preguntándose si su empresa merecía existir, y que quería tener una compañía que hiciera un bien al mundo. Ha sido el único fundador al que he oído mencionar explícitamente este aspecto como criterio de éxito, junto con los ingresos y el crecimiento.
Pero, a pesar de lo bueno que es Raz, no presiona mucho a Scaringe sobre si los objetivos de su empresa, obviamente bien intencionados, tienen sentido. ¿Son los grandes camiones eléctricos la forma correcta de resolver la congestión de las carreteras, las muertes en ellas y la crisis climática? Desde cualquier punto de vista, no lo son. Pero eso no es lo que importa en el mundo de los podcasts tecnológicos. A pesar de toda la mitología de Silicon Valley sobre hacer el bien en el mundo, lo único que parece importar a los fundadores e inversores en estos programas es hacer el bien para ellos mismos.
Aprendizaje nº 5: El secreto de las startups de éxito es que no hay ningún secreto
En sus introducciones, Raz procura exponer una o 2 lecciones fundamentales de sus entrevistas. Sin embargo, no estoy seguro de que las lecciones que Raz expone sean lo que realmente hace funcionar a las empresas. Por ejemplo, el presentador comenzó su entrevista a los 2 fundadores del Bored Ape Yacht Club (¡valoración: 4.000 millones de dólares!) explicando que ninguno de ellos era informático sino estudiantes de escritura creativa que se interesaron por las criptomonedas. Fue su genio para contar historias, parece sugerir Raz, y no la codificación, lo que hizo que su idea despegara.
Eso sí, por mucho que Raz insistiera no pudo conseguir que ninguno de los 2 explicara cuál es su visión creativa. No parecen tener ninguna idea de por qué han tenido éxito donde tantas otras NFT han fracasado. La principal lección de su éxito, si es que había alguna, es “tener suerte”.
Aprendizaje nº 6: La valorización del idiota
En el podcast A16z con Michael Dell, los que participan dedican bastante tiempo a destacar su reputación de “majos”. El propio Dell afirma haber despedido a gente con altos cargos por no trabajar bien en equipo. Pero, por otra parte, defiende que para triunfar en el mundo de los negocios “tienes que ser travieso y romper las reglas, y eso no es para todos”.
No hay duda de que el trasfondo es algo espeluznante, ya que sugiere que solo un cierto tipo de persona tiene potencial para construir un negocio multimillonario: alguien de creatividad e intelecto, pero dispuesto dejar de lado la ética.
Otro episodio de This Week in Startups comienza con un debate sobre la decisión del CEO de Disney, Bob Iger, de retirarse para trabajar en una empresa de capital riesgo propiedad de miembros de la familia Kushner. Wood y Calacanis coinciden en lo mucho que admiran a Iger por su cerebro y su “alto coeficiente intelectual”. Sin embargo, es famoso por su amabilidad. Pero entonces, Calacanis se pone a hablar sobre lo que Silicon Valley piensa de la amabilidad. En su opinión, muchos inversores ven a los fundadores con los que trabajan en una cuadrícula de 2 por 2: simpatía/desagrado en un eje, y alta/baja aptitud en el otro. Los fundadores más codiciados, tal y como explica, se encuentran en el cuadrante de la antipatía/alta aptitud, porque son los que más dinero ganan.
En la mentalidad de Silicon Valley, ser un idiota es la clave del éxito. Quizás parezco ingenuo al sugerir que es mejor que la gente sea amable con los demás porque, cuando los jefes se comportan como idiotas, creo que impiden que quienes trabajan para ellos alcancen su potencial. Cualquiera que trate a sus semejantes como lo hizo Steve Jobs está ignorando a todos aquellos que han triunfado y aportado valor portándose bien con los demás. Al final, es otra forma de sesgo de supervivencia. Crees que los idiotas son buenos para los negocios porque son todo lo que has conocido.
Aprendizaje nº 7: Las grandes multitudes no siempre implican más sabiduría
El universo de los podcasts de inversión tecnológica parece un nenúfar invasor que se apodera de lo que, hay que reconocerlo, ya era un pantano. Como nos ha enseñado Internet, la información de calidad suele ser de pago. Los podcasts de tecnología son gratuitos. Y largos. All-In tiene casi 100 episodios, todos de más de una hora. Acquired va por la temporada 11; su episodio actual en Amazon dura más de 4 horas. The Pomp Podcast supera habitualmente la barrera de las 2 horas y ha publicado más de 1.000 episodios.
Se trata de una gran cantidad de contenido. E irónicamente, es la magnitud de los podcasts lo que los hace tan tontos. La estructura del programa matutino obliga a los presentadores a hablar de cualquier cosa que sea noticia. El estilo de las entrevistas, excesivamente amables, hace que no se ofrezca ninguna información relevante. De modo que la ideología básica de Silicon Valley (el dinero es la única métrica, ser idiota está bien, no hay que saber lo que no se necesita, etc.) se acaba imponiendo.
Esto es lo que he aprendido: en mí, este discurso ha funcionado. Cuando llevaba unas 20 horas de escucha, empecé a cuestionar si sería lo suficientemente hombre como para iniciar mi propio negocio. Durante la hora 30 ya estaba buscando por internet esa página que permite a la gente invertir sus fondos de jubilación en criptomonedas y preguntando a mi pareja si podría tener sentido invertir un pequeño porcentaje de nuestro plan de pensiones asumiendo más riesgo. Podía sentir cómo se reescribía mi mapa intuitivo. El gobierno siempre es malo, el mercado lo resuelve todo, la inversión inteligente es un trabajo real aunque no produzca nada excepto dinero. Debería crear una empresa, crecer rápido, conseguir una gran salida, comprar una casa en Atherton y dedicar mi tiempo libre a animar a la gente a no ir a la universidad y a luchar por la construcción de carriles bici protegidos y viviendas multifamiliares.
Al final, luché contra ese impulso; sigo siendo un bebedor de café con leche poco emprendedor, que carece de la valentía para asumir riesgos. Pero después de 40 horas escuchando podcasts de tecnología, me siento un poco mal por ello.