La Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y de Atención Primaria (Sepeap) señala que “el crecimiento es el proceso fisiológico más característico de la edad pediátrica. Aunque la talla adulta y la edad a la que esta se alcanza están, en cada sujeto, determinadas genéticamente, el resultado final puede variar dependiendo de la compleja interacción a lo largo de todo el período de crecimiento de factores genéticos y ambientales”.
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Para la Organización Mundial de Salud, “el retraso del crecimiento en la niñez es uno de los obstáculos más significativos para el desarrollo humano, y afecta a unos 162 millones de niños menores de 5 años. El retraso del crecimiento, o talla baja (TB), para la edad se define como una estatura inferior en más de dos desviaciones típicas a la mediana de los patrones de crecimiento infantil”. De acuerdo con la entidad al menos 127 millones de niños menores de 5 años tendrán retraso de crecimiento para 2025.
Es de destacar que la talla baja es el resultado, en gran medida irreversible, de una nutrición inadecuada. Advierte la Organización Mundial de la Salud (OMS) que esto conlleva una serie de efectos a largo plazo para los individuos y las sociedades, como disminución del desarrollo cognitivo y físico, reducción de la capacidad productiva, mala salud y aumento del riesgo de enfermedades degenerativas, entre ellas la diabetes.
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Según la doctora Ana María Velásquez, medica pediatra de la Universidad Javeriana con máster en endocrinología pediátrica de la Universidad de Barcelona, Hospital Sant Joan de Deu, “la evaluación de crecimiento es uno de los mejores indicadores de salud infantil. El control anual con el pediatra, e idealmente cada seis meses en la época de pubertad, es muy importante para hacer una detección precoz. Debemos entender el crecimiento como el reflejo del bienestar del cuerpo, en donde es fundamental la equilibrada interacción entre los órganos vitales, la genética y el ambiente”.
Resulta muy importante usar las curvas de crecimiento como una herramienta para identificar el estado de salud en la población pediátrica y saber que dentro de los factores que influyen en la talla baja, la parte genética corresponde casi al 80 por ciento. Pero también son muy importantes el estado nutricional, emocional, los trastornos hormonales, las enfermedades crónicas o inflamatorias, entre otras, agrega la especialista.
Se debe considerar que la talla baja es un motivo de consulta cada vez más frecuente, a pesar de que la mayoría de los pacientes presentan una talla baja idiopática o variante normal, en alrededor del 5 por ciento. Es importante la evaluación por parte del pediatra, que debe incluir una historia clínica completa, examen físico con una correcta evaluación auxiológica y un seguimiento adecuado de la velocidad de crecimiento.
De igual manera, es fundamental un estilo de vida saludable y ambiente psicosocial favorable, que permita que el niño desarrolle al máximo su potencial genético.
Controles y observación
La endocrinóloga pediatra afirma que “el impacto de la pandemia por covid-19 en la atención médica se vio reflejada en un retraso en la consulta por parte de los padres con sus médicos, lo cual generó diagnósticos y tratamientos tardíos, y esto lastimosamente puede dejar huellas en el crecimiento, que no siempre se pueden solucionar con tratamientos médicos”.
En este sentido, es importante que los padres se empoderen y estén informados, pues no solo es primordial la visita al pediatra, sino los controles con el odontólogo, para observar que el crecimiento de los dientes esté bien.
En la casa es recomendable analizar el cuerpo de los hijos, aunque se vuelven pudorosos con la edad; es significativo tener un buen canal de comunicación que permita encontrar signos que indiquen alguna alerta importante, para consultar a tiempo con el pediatra, y así llegar oportunamente al endocrinólogo, señala la doctora Velásquez.
La especialista hace un llamado a los padres de familia para que vigilen atentamente el crecimiento de los niños, destacando que, generalmente, la consulta relacionada con el crecimiento se presenta mucho más por talla baja que por la talla alta. “A los padres les encanta ver que sus hijos crecen mucho y son altos, pero desviaciones en este sentido también pueden representar un signo de alarma”.
Más allá de la estatura
Anomalías en la talla pueden ser reflejo de temas genéticos, hormonales o resultados de terapias oncológicas. Es importante estar pendientes de este registro, más allá de la evidencia física, existen patologías que comprometen seriamente la calidad de vida de los pacientes y deben ser abordadas integralmente.
La Academia Americana de Pediatría establece que dentro de las afecciones médicas que influyen en el crecimiento están las enfermedades crónicas, que afectan casi cualquier órgano principal e incluyen enfermedad cardíaca, asma, celiaquía, enfermedad intestinal inflamatoria, enfermedad renal, anemia y trastornos óseos. También pacientes de oncología pediátrica y aquellos con problemas de crecimiento como resultado de la quimioterapia.
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De otra parte, enfermedades como el hipotiroidismo, deficiencia de la hormona del crecimiento y la diabetes presentan cuadros relacionados con la talla baja. La enfermedad de Cushing y afecciones genéticas, entre las que se encuentran el síndrome de Down, síndrome de Turner, síndrome de Russell-Silver, síndrome de Noonan, forman parte de las condiciones médicas relacionadas con desviaciones de la talla estándar. No hay que dejar de lado la desnutrición crónica.
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