Franklin Rodríguez estrenó Mi padre, Sabina y yo que en El Sitio Espacio Cultural, un espacio que programa hace varios meses. “Es una sala que funciona como lo que antes era el café concert con mesitas, algo para tomar y comer, todo incluido en la entrada”, dice Rodríguez quien el mes próximo estrenará allí un nuevo unipersonal.
Mi padre, Sabina, la protagoniza con Rodrigo Garmendia y Karen Bernasquina y una obra española actualmente en cartel en su país de origen y que acá tiene funciones viernes y sábados. El sitió está en Nuestra Señora de la Encina 1581.
Sobre todo eso, El País charló con Rodríguez.
—El 16 de octubre estrena su unipersonal, Franklin ha salido del grupo. ¿Es un título que lo define?
—He salido de todos los grupos y el no pertenecer es la mejor manera de sobrevivir. Vamos a hacer cuatro funciones acá antes de llevar la obra de gira por Europa. Ya tiene fechas en República Checa, Israel, Finlandia, Alemania y Austria.
—Tenés un espacio cultural en Barrio Sur. ¿Qué le falta al medio cultural local?
—Se ha desordenado mucho después de la pandemia. Sufrimos muchísimo, nos caímos y a mí, en particular, me afectó mucho. Alquilé este teatro y vino la pandemia y se cayó todo incluyendo la obra que estaba haciendo en el Notariado, La verdad. Tuvimos que reubicarnos y arrancamos con los miedos de contagiarse cosa que hoy ya se perdió. Después está el tema económico que siempre incide y ahora tenemos la andanada de obras que vienen de Argentina. Esto hace que todo sea más cuesta arriba porque tenés que distribuir la misma gente para toda la oferta. Tenemos una cantidad enorme de obras de teatro uruguayas, es una cosa demencial y ya eso hace que el público, que es el mismo, se reparta mucho. Y los medios no colaboran en darnos una mano a los uruguayos.
—¿Sentís que hay diferencias con los elencos extranjeros?
—Los otros días en un programa de televisión fue un grupo de actores uruguayos que están haciendo una obra. Tuvieron que cocinar mientras promocionaban su espectáculo, pero ese mismo día fue un grupo de argentinos a hablar su obra y no los pusieron a hacer eso. A ellos los sientan a hablar y la ridiculez la hacían los uruguayos. Si me decís que eran Héctor Alterio o Ricardo Darín bueno, es lógico que no hagan eso, pero eran Pedro Alfonso e Iliana Calabró. Hoy cualquier badulaque argentino tiene más presencia en los medios que un artista uruguayo. No es solo con actores, con los músicos pasa lo mismo. Además, todos apoyan el teatro uruguayo pero corren para ver lo argentino y pagan cuatro veces más.
—¿Pensás que mejor es que no vengan?
—No, pienso que tienen que venir todos y el público elegirá qué quiere ver pero tiene que haber una mayor posibilidad para que uno pueda ir a notas de la misma manera que hacen los argentinos. Ese es el equilibrio que debería de haber para promocionar lo que hacemos. Cuando tenés una trayectoria más o menos dilatada pensás que te van a dar bola, pero no, tenés que volver a remarla como si tuvieras 15 años. Tenemos que buscar formas alternativas para promocionar nuestro trabajo que sigue siendo artesanal, de juntarse dos tipos a actuar para que otros dos te miren. No sé si será el Estado, otros actores pero tenemos que buscar algo porque es muy difícil mantener un sitio. Nosotros alquilamos un lugar donde tenemos un teatro escuela, mantenerlo nos está costando mucho. No es por falta de ideas, es porque tiene que venir la gente, sino no tenés nada.
—Pero no parás de producir…
—Sí, estuvimos con Graciela Rodríguez, hice Debajo de los pantalones y muchos monólogos. Hice mucha cosa pero cada vez que hago un espectáculo solo el pensar en llamar a la prensa es como cuando ibas al baile a ver si conseguías novia. Es desgastante, por eso admiro mucho a la gente joven que trabaja para hacerse un lugar donde no los hay. Hay mucha gente con talento que ha hecho obras fantásticas y que no los conocen porque no los muestran, y es difícil saber quiénes son. Supongo que eso se va a ir entendiendo.
—Trabajaste en Canal 12 y hace poco te desvinculaste de Canal 5 donde hiciste Rara avis, ¿cómo te llevás con la televisión?
—Tenemos una relación rara. Nunca me sentí cercano a la televisión, no me quiere mucho y yo tampoco la quiero a ella. Es una cuestión personal. Me han llamado para ir pero no quiero ir a jugar, quiero hablar. ’Esos programas de competencias tampoco me entretienen. Así que la televisión no me resulta atractiva, para nada y no la miro. Tampoco nunca tuve un amor por la televisión cómo sí tengo por los libros o la radio donde me siento más cercano.
—¿Cuál sentís que es tu lugar dentro de la cultura uruguaya?
—Estoy en un lugar donde no puedo renunciar a hacer teatro, escribir, actuar y dar clases. Por suerte tengo mi rinconcito El sitio cultural y de alguna manera con mi socia lo mantenemos con mil esfuerzos. Ya estoy grande. Soy un tipo que asume el tiempo que ha pasado y ha hecho. En otro lugar me hubiera sobrevivido mucho más pero me tocó vivir acá, y voy a seguir acá. Lo hago bien o mal, pero lo hago. Jamás me quedé parado, siempre trabajé y eso para mí es fundamental. En ese sentido soy un poco un privilegiado. Me esfuerzo, no pido ni recibo plata de nadie, hago las empanaditas y las tortillas que despacho haciendo de mozo en la cantina, actúo. Todo eso, mientras pueda y no me empiecen a doler las rodillas, lo voy a hacer. Ese es mi lugar, el que conozco, el de lucha, búsqueda y convencido que me hace bien a mí. Hay que resistir.