La Organización Meteorológica Mundial dio a conocer esta semana el informe Unidos en la Ciencia que sintetiza la última información climática. La publicación se hace en vísperas del Debate General que reunirá a jefes de Estado en Naciones Unidas en Nueva York, hacia donde estoy yendo mientras leen esta edición.
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Estoy escribiendo esta edición desde un avión. Miro por la ventana y estoy en algún lugar entre Argentina y Estados Unidos. Salí en la noche desde un país que aporta menos del 1% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEIs) y llegaré en la mañana al hoy segundo país más emisor. Estoy emocionada y expectante por el motivo de mi viaje.
La última vez que cubrí el Debate General en Naciones Unidas fue en septiembre de 2019, cuando ni sabíamos lo que se vendría apenas unos meses después. La pandemia condicionó las dos ediciones posteriores a videos grabados de los líderes. Ahora, aún con estrictas medidas, la presencialidad regresa. Y por eso estoy en este vuelo.
El motivo de mi viaje es también motivo para la publicación de uno de los informes más esperados de cada año. Si los reportes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) compilan de forma detallada la literatura de ciencia climática, United in Science (Unidos en la Ciencia) es el informe que sintetiza, de forma más concisa, la más actualizada información científica sobre el cambio climático con un propósito no menor: ser un llamado de acción real para los líderes.
Compilado por la Organización Meteorológica Mundial (OMM), la edición 2022 fue presentada esta semana en vísperas de lo que será el Debate General, que reunirá a jefes de Estado de distintas partes del mundo y que inicia el próximo martes. El diagnóstico es contundente: estamos avanzando en la dirección equivocada.
“El informe Unidos en la Ciencia de este año muestra que los impactos climáticos se dirigen a territorios desconocidos de destrucción. Sin embargo, cada año duplicamos esta adicción a los combustibles fósiles, incluso cuando los síntomas empeoran rápidamente. Incluso cuando conocemos la cura”, sentenció el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, en la presentación del informe.
Conozcamos los aportes más destacados de Unidos en la Ciencia con una lente particular: el estado de gravedad de cada punto de análisis y la necesaria acción que cada uno de ellos demanda o, en palabras de Guterres, el impulso de esa cura que ya conocemos.
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Emisiones y temperaturas: las curvas que siguen ascendiendo y que debiéramos bajar. Cuando el Debate General de Naciones Unidas de 2020 no pudo realizarse de forma presencial en la gran sede de la organización en Nueva York, muchos pensaban “de la pandemia saldremos mejores”. Incluso, fueron numerosos los titulares que diagnosticaron que “la Tierra estaba respirando”. Bueno… aquí vengo a ser la aguafiestas de la conversación. No, de la pandemia no salimos mejores. No, al menos, en materia de emisiones.
Si bien es cierto que, por el confinamiento y la suspensión de actividades, las emisiones mundiales de dióxido de carbono (CO2) descendieron un 5,4% en 2020, el informe de la OMM muestra que en 2021 las emisiones volvieron a alcanzar los niveles previos a la pandemia de 2019. Y la tendencia ascendente continúa: de enero a mayo de este año, 2022, las emisiones superaron en un 1,2% los niveles registrados durante el mismo periodo de 2019.
Recordemos que esas emisiones vienen de nuestras actividades basadas en la explotación de combustibles fósiles, usos intensivos de la tierra, deforestación.
Esto en lo que hace a las emisiones que generamos y enviamos a la atmósfera. Ahora bien, ¿qué ocurrió con los GEIs concentrados en la atmósfera? La curva ascendente se repite. Los niveles de CO2, metano (CH4) y óxido nitroso (N2O) presentes en la atmósfera siguen aumentando. De hecho, la reducción temporal de las emisiones de CO2 durante el 2020 pandémico tuvo escasa incidencia en las concentraciones.
Recuerden aquí mi “teoría de la botella”: piensen en las emisiones como “el agua que sale de la canilla” y en las concentraciones como “el agua que está en la botella”. En 2020 cerramos un poco la canilla, pero el agua siguió cayendo y la botella se siguió llenando.
En mayo de 2022, la concentración de CO2 registrada marcó un récord: 420,99 partes por millón (ppm). El límite máximo deseable era 350ppm y lo alcanzamos hace 34 años, cuando llegué a este loco y bello mundo.
Todo esto ya sabemos lo que trae aparejado: otra curva ascendente, la de la temperatura global. El informe de la OMM muestra que los siete años del período 2015-2011 fueron los siete años más cálidos de los que se tiene registro y estima que hay un 93% de probabilidades de que al menos uno de los próximos cinco años (2022-2026) sea el año más cálido jamás registrado. Récords, récords y récords. Y no de los buenos.
¿Entonces? Tenemos que bajar todo esto que nosotros mismos estamos subiendo. Es decir, tenemos que reducir las emisiones procedentes de nuestras actividades. Tenemos que hacer las transformaciones drásticas en todos los sectores y con todos los actores involucrados. Y digo esto mientras en altura las dos únicas opciones de comida que ofrecen los asistentes de cabina son carne o pollo. Inserte emoji de indignación.
La acción no puede estar limitada a quienes pedimos de antemano un menú vegetariano. La acción debe ser ambiciosa.
El informe subraya la necesidad de reforzar las medidas de mitigación —de reducción de emisiones— para evitar que los objetivos del Acuerdo de París queden fuera de nuestro alcance. Sabemos que los países vienen presentando metas de reducción de emisiones. Sabemos que aún no son suficientes. ¿Cuánto más ambiciosas debieran ser estas metas? Cuatro veces más ambiciosas si queremos limitar el calentamiento por debajo de los 2°C, siete veces más si aspiramos al necesario y con efectos menos dramáticos 1,5°C.
Claro que esa ambición implica que no solo sean buenos objetivos a alcanzar, sino que, por sobre todo, sean acciones concretas que se implementen para alcanzar la meta, desde ahora. ¿Será la Asamblea General de Naciones Unidas una oportunidad de conocer nuevos compromisos de mitigación de los países? ¿Se elevará un poco la conversación sobre el tema?
Al menos Guterres no quiere perder la oportunidad de dicho espacio al expresarse en la antesala al gran evento internacional: “Necesitamos una revolución de las energías renovables para reducir drásticamente las emisiones de carbono. Todos los países deben impulsar su ambición climática nacional cada año, hasta que estemos en el buen camino. El G20, que es responsable del 80% de las emisiones globales, debe liderar el camino. No debe haber nuevas plantas de carbón construidas, se debe eliminar el carbón para 2030 para los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), y para 2040 para todos los demás. El actual ´combustibles fósiles gratis para todos´ debe terminar ahora. Es una receta para el permanente caos y sufrimiento climáticos”.
Mientras esperamos la Asamblea, pasemos al otro elemento clave del cambio climático antropogénico: sus impactos ya presentes y la adaptación que demandan.
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Impactos y adaptación: la realidad que ya se sufre y que exige mejor preparación. Como hemos conversado más de una vez aquí en PLANETA, la acción climática no implica solo la reducción de emisiones sino que también significa —debe significar— la adaptación a los impactos ya presentes del cambio climático. Porque el cambio climático está aquí, ahora, entre nosotros y está, por ejemplo, intensificando eventos climáticos extremos.
El informe Unidos en la Ciencia expone que el cambio climático está empeorando las olas de calor y las inundaciones. Solo tenemos que mirar unos meses atrás a las prolongadas, frecuentes e intensas olas de calor en Europa para dar sustento al primer vínculo mencionado o a las presentes intensas precipitaciones en Pakistán y sus consecuentes dramáticas inundaciones para argumentar el segundo. El cambio climático empeora todo esto. Y los más afectados son los más vulnerables porque el cambio climático profundiza las vulnerabilidades ya existentes.
No me quiero concentrar en las cifras de afectaciones materiales, pérdidas de vidas humanas y costos económicos, eso suele estar con más frecuencia en las coberturas sobre estos temas. Quiero poner el foco en lo que hay que hacer, porque sobre esto también el informe de la OMM nos da herramientas.
Asegurar más y mejores sistemas de alerta temprana puede reducir los riesgos ante eventos climáticos intensificados por el cambio climático. Recuerden que dedicamos toda una edición especial de PLANETA a este tema. Es decir, pueden reducir las afectaciones materiales, los costos económicos, pueden incluso evitar pérdidas de vidas humanas.
“No hay nada natural en la nueva escala de estos desastres. Son el precio de la adicción a los combustibles fósiles de la humanidad”, expuso Guterres. Y agregó: “Ningún país es inmune. El informe es un vergonzoso recordatorio de que la construcción de resiliencia es la mitad descuidada de la ecuación climática. Es un escándalo que los países desarrollados no se hayan tomado en serio la adaptación y hayan hecho caso omiso de sus compromisos de ayudar al mundo en desarrollo”.
El secretario general recuerda la desigual relevancia que la adaptación ha tenido frente a la mitigación en lo que hace a políticas climáticas y eso hoy tiene su negativo impacto. Los sistemas de alerta temprana son un elemento de las medidas en adaptación que se debieran impulsar y apoyar, especialmente en los países más necesitados y más expuestos a los impactos. Y eso lleva a lo que ya les anticipé sería transversal este año en PLANETA: put the money on the table.
La adaptación necesita también de financiamiento, mucho. Según el secretario general, las necesidades del financiamiento en adaptación crecerán al menos a 300.000 millones de dólares anuales para 2030. El compromiso incumplido de financiamiento en general es de 100.000 millones de dólares anuales de 2020-2025. Y, recuerden, dije incumplido. Estamos muy lejos de lo necesario y es necesario acelerar este tema. No creo que la Asamblea en Nueva York dé oportunidad a esto. Sí creo que los países del Sur Global lo pondrán fervientemente sobre la mesa en la COP27 en noviembre próximo.
Pues allí también llevarán el reclamo por medidas y financiamiento para las pérdidas y los daños ocasionados por la no ambiciosa reducción de emisiones y la mala o insuficiente adaptación. Todo está relacionado de forma encadenada y de allí que no se trata sólo de una acción aislada, sino de impulsar e implementar acciones concretas en las tres aristas. Tranquilos que profundizaré al respecto en las próximas ediciones previas a la COP.
Por hoy, me quedo con las palabras de Tasneem Esos, directora ejecutiva de Climate Action Network (CAN), como cierre de esta radiografía que nos ofrece el informe y que no puede ser hecha a un lado por los tomadores de decisión (o, al menos, no se los podemos permitir):
“La imagen aterradora que presenta el informe ya es una realidad vivida por millones de personas que enfrentan desastres climáticos recurrentes. La ciencia es clara, pero la adicción a los combustibles fósiles por parte de las corporaciones codiciosas y los países ricos está provocando pérdidas y daños para las comunidades que menos han hecho para causar la actual crisis climática. Debemos cambiar de rumbo rápidamente y poner fin a esta dependencia de los combustibles fósiles a través de una transición justa y equitativa. Para aquellos que ya están experimentando la emergencia climática, particularmente en el Sur Global, la conferencia COP27 en Egipto debe acordar nuevos fondos para ayudarlos a reconstruir sus vidas”.
— Pueden acceder al reporte completo en inglés aquí —
Termino esta edición de Planeta cuando ya es de día y me aproximo a destino. Después de tres años regreso a la cobertura presencial del Debate General en Naciones Unidas y la Climate Week NYC, temas sobre los cuales, claro está, dedicaré Planeta el próximo viernes.
Si hay algo en particular sobre esto que les despierte interés, dudas o consultas escríbanme a [email protected].
¡Un saludo desde el norte del continente!
Tais
PD: Mi huella de carbono por este viaje será compensada.