Por lo menos desde el sexenio de Ernesto Zedillo, cada que se conocen las cifras de las remesas que llegan a México, casi todas procedentes de Estados Unidos, los gobiernos en turno las festejan e interpretan como indicadores exitosos de la economía, como si se tratara de logros de programas gubernamentales o se derivaran de acciones de su gobierno.
Sin duda, quien más lo ha hecho es AMLO. Cada mes, cuando se dan a conocer las cifras que capta el Banco de México, el presidente califica a los mexicanos en Estados Unidos, que son quienes hacen estos envíos, como héroes y menciona que gracias a esos recursos se superan las crisis económicas del país y se sostienen millones de hogares. Seguramente sin darse cuenta, alimenta con ese discurso que más mexicanos migren.
La semana pasada que se dieron a conocer las cifras correspondientes al mes de junio no fue la excepción.
De entrada, es discutible que se trate de un indicador positivo. Todo lo contrario. Lo que nos dice es que hay millones de mexicanos que no encontraron condiciones de desarrollo en su país, en su economía y tuvieron que dejar sus hogares e irse a otra sociedad a buscarlas. Es en realidad un indicador negativo de la economía mexicana.
¿Qué se hace por ellos? ¿Qué pasa con sus hogares en México? Si realmente el gobierno valora tanto a esos mexicanos y los recursos que envían, ¿dónde están entonces los programas que los benefician? En campaña, AMLO prometió que haría de cada consulado un instrumento de defensa de los mexicanos en Estados Unidos. Cuatro años después no solo no ha cumplido su promesa, sino que les ha reducido el presupuesto considerablemente.
¿Quién o cómo se atienden las necesidades de sus hogares en México? Esos mexicanos que se van (y que envían remesas) dejan un hogar. La mayoría de las veces ese hogar vive de los recursos que el migrante envía. En el arcaico tecnicismo mexicano, son los jefes del hogar, pero están ausentes. ¿Cómo el Estado mitiga esa ausencia? ¿Cómo se ayuda a que los integrantes de esos hogares tengan acceso a servicios de salud o educación? Es muy fácil festejar sus remesas, pero parece que es más difícil hacer algo por ellos.
AMLO no se ha reunido con ellos en ninguna de sus visitas a Estados Unidos, ni ha tratado el tema de sus condiciones de vida y trabajo. Por el contrario, busca cualquier oportunidad para “echar pleito” con el gobierno del país donde viven esos mexicanos cuyas remesas valora tanto. ¿No sería más procedente construir una relación con Estados Unidos que incorpore como tema prioritario a la comunidad mexicana en ese país, en vez de andar peleando por Julian Assange?
Hay además un tema de cifras que el gobierno mexicano debiera cuestionarse más seriamente. Nada cuadra.
Según las cifras más recientes, en junio de este año llegaron a México 5,152 millones de dólares en remesas familiares distribuidas en 12 millones de envíos. Nadie duda que esa cantidad llegó a México por la vía de envíos, se trata de registros bancarios, la pregunta es si todo ese dinero son remesas familiares.
AMLO ha dicho que esas remesas van a 10 millones de hogares (la tercera parte de los hogares que hay en México), aunque ya sabemos que el manejo numérico de la información no es una de sus mayores cualidades. Estimaciones más serias hablan de hasta 5 millones de hogares que reciben remesas.
En México hay 35 millones de hogares. Si es cierto que 5 millones de ellos se sostienen de las remesas que llegan desde Estados Unidos, eso querría decir que cerca del 15% de hogares en México se mantienen del trabajo que se genera otra sociedad. Hay regiones en México que viven de los salarios que se generan en otro país. En estas condiciones lo menos que podría hacer AMLO es revisar su discurso de soberanía.
En Estados Unidos, entre documentados e indocumentados, viven 10 millones de mexicanos nacidos en México (los nacidos en Estados Unidos prácticamente no envían remesas). ¿Todos o casi todos envían remesas? ¿Aun los que ya toda su familia vive en el país vecino? ¿Los adultos mayores, los niños? No puede ser cierto. Diversos estudios en Estados Unidos hablan de que no más de la tercera parte envía remesas. Nada cuadra. Si analizamos las cifras a nivel estatal las contradicciones son aún mayores. Entidades de las que no salen tantos migrantes reciben muchas remesas.
Todo esto debería, por lo menos a nivel de hipótesis, de llevarnos a cuestionarnos si realmente todo ese dinero es “remesas”. Hay por lo menos dos procesos que hacen evidente que hay dinero que se genera en Estados Unidos y circula en México. ¿Cómo llega? Uno de ellos es el derivado del narcotráfico. Sabemos que lo que va de México hacia Estados Unidos, son drogas ilícitas y lo que viene de regreso, son armas y dinero. El otro se refiere a lo que los migrantes de la región pagan por transitar por México y que en gran medida viene de sus familiares en Estados Unidos.
Todos los que nos hemos metido al tema lo reconocemos en privado. Quizá es tiempo de discutirlo más abiertamente. Por lo menos deberíamos preguntarnos si una parte importante de las remesas no esconden otra cosa.
Jorge Santibáñez es presidente de Mexa Institute
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