Con 42 años, Daniel estaba harto de su jefe. En realidad, estaba harto de sus jefes, de todos los jefes que había tenido. Uno peor que el otro. ¿Por qué dejar en las manos de un jefe energúmeno nuestras vidas? ¿Por qué entrar a trabajar a las 8.30 porque a ese jefe se le canta ese horario? ¿Qué valor agregado me da esa persona que me hace la vida imposible? Daniel renunció y se convirtió en su propio jefe: “Me encanta ser mi propio jefe, pero odio ser mi empleado”. Dicotomías de la vida del trabajo.
Dan Pink, autor de Drive: The Surprising Truth About What Motivates Us, considera que las personas que deciden trabajar por su cuenta fuera de la relación de dependencia buscan autonomía, autenticidad y hacer las cosas de un modo que les parezca más cómodo y productivo. Pink tiene razón, buscamos todo eso, pero la realidad es que, cuando pensamos que nos liberamos del yugo corporativo, nos encontramos solos, sin una red de contención, sin la oficina, sin la cafetera que nos obligaba a caminar unos metros y cruzarnos con colegas queridos y odiados. La vida de la persona liberada pasa ahora por las propias habilidades y por ser productivo, y producir algo que tenga valor. Todo depende de él o ella, no hay nadie a quien culpar. Es tu culpa.
Una vez liberado del yugo organizacional, Daniel tiene que pensar qué va a hacer. Estas son algunas recomendaciones para un mundo sin jefes.
Dedicarse a emprender, a generar un nuevo negocio puede ser algo fascinante y atrapante. También nos puede hundir. Evidentemente, es la mejor manera de liberarnos de la organización, ya que seríamos nuestros propios jefes y crearíamos un negocio que nos haría ricos y felices.
Sí, las utopías son muy lindas. La realidad es que conocemos muchas historias hermosas de emprendedores exitosos que abandonaron la universidad, que tenían una gran idea que elaboraron en el garaje de la casa o en un sótano, y esas personas terminaron creando empresas maravillosas. Esas son las historias que conocemos. La gran mayoría de los emprendedores termina, sin embargo, fundido, trabajando 20 horas por día y extrañando el sueldo que recibía puntualmente de la organización “nefasta” en la que trabajaba. Es más, muchos emprendedores se dan cuenta de que son pésimos dirigiendo sus emprendimientos y que agradecerían un buen jefe para llevarlo a cabo.
La profesora de Management de la Universidad de Michigan, Sue Ashford, considera que las personas que quieren trabajar de forma independiente tienen que pensar en cuatro aspectos o dimensiones para lograr hacerlo de forma adecuada. Primero, hay que poner foco en el espacio que la persona tiene para trabajar. Hay que tener un espacio diferente a la cocina de la casa. El segundo aspecto está relacionado con las rutinas de trabajo para lograr estándares de productividad. El tercer tema son las conversaciones productivas que la persona independiente tiene que tener con aquellas personas o profesionales que otorgan aliento y dirección en el trabajo que estemos haciendo.
Finalmente, hay que tener en cuenta el propósito que uno tiene al realizar el trabajo. Así como las empresas tienen una misión y una visión, el propósito del profesional independiente es fundamental para motivarlo a conseguir sus objetivos.
Ahora bien, estas son recomendaciones para quienes quieren liberarse de las corporaciones. ¿No hay acaso alguna posibilidad de trabajar en organizaciones que nos liberen de los jefes? Existen algunas empresas que, en cierta forma, se están sacando a los jefes de encima o, al menos, están reconvirtiendo la forma de trabajar para dotar al empleado de un sentido de autonomía más apropiado.
Desde hace más de 20 años Wrzesniewski y Dutton, profesoras de comportamiento organizacional, investigan el job crafting y lo definieron como “el proceso a través del cual los colaboradores dan forma a sus trabajos, principalmente moldeando tareas, relaciones y las percepciones de sus trabajos”. Es decir, se trata de amoldar el trabajo a las particularidades de la persona que lo va a desarrollar.
El job crafting tiene tres dimensiones: el task crafting, que implica adaptar las responsabilidades del empleado a sus habilidades o aptitudes; el relational crafting, que consiste en ser más conscientes de los impactos positivos o negativos que se producen al comunicarse con los demás; y el cognitive crafting, que consiste en trabajar en la percepción propia de cada una de las tareas, responsabilidades y relaciones derivadas del trabajo.
En el fondo de este tema está lograr alinear la actividad que realizamos y customizarlo para que nos interese, convirtiéndonos en arquitectos de nuestro propio trabajo.
Algunas compañías están intentando contener a los “Danieles” que se hartan de los malos jefes cambiando el paradigma de liderazgo. Una de esas organizaciones es Novartis, que ha aplicado la idea del libro Unboss, de Lars Kolind y Jacob Botter. La idea no es eliminar a los líderes, pero sí generar una cultura de trabajo y liderazgo diferente de la pirámide en la que el líder está arriba y los empleados abajo, para que cambie a una en la cual el líder es un servidor de la gente y donde no haya un equipo que da soporte al jefe, sino un jefe que da soporte al equipo.
Hay organizaciones que tratan de trabajar con profundidad lo que se llama el self-management (autogestión), que permite que los líderes salgan del rol de jefes y se conviertan en facilitadores de los empleados que se autogestionan. Diferentes empresas son atraídas por esta idea. Algunas por la adaptabilidad que otorga a la organización; otras, porque simplemente quieren reducir costos al achicar la estructura. Sin embargo, hay algunos líderes que quieren avanzar hacia un cambio de paradigma por una misión personal. Ellos o ellas creen en una democratización del management y empujan a las organizaciones en el camino de la autogestión con un rol distinto para los jefes.
Si las organizaciones quieren retener y comprometer a personas como Daniel, que están esperando salir corriendo, el cambio es radical en la concepción del trabajo y el rol del líder. La gente está harta del mal trabajo y del maltrato. La pandemia potenció esto y generó un proceso de reflexión en las personas para las que la calidad de vida tiene un rol prioritario en su escala de valores. Para pasarla mal en una empresa con un jefe podrido, mejor intentarlo solo y ser un poco más feliz.