Se podría argumentar que, al transformar a sus huéspedes en una piara de cerdos, la bruja Circe se erigió en la primera activista del turismo sostenible. Bastante más amables que los métodos empleados por la hechicera de La Odisea contra la tripulación de Ulises son los que ha utilizado el equipo de De Renava al organizar esta nueva bienal de arte contemporáneo, inaugurada en Bonifacio (Córcega) el pasado mes de mayo con ese y otros episodios del poema de Homero como inspiración.
Prisca Meslier, cofundadora y directora artística de la bienal, explica que el objetivo de esta primera edición y de las que sigan es presentar al mundo una visión alternativa al resort de playas idílicas que por lo general sugiere el nombre de Córcega. Se trata de atraer un turismo más sostenible, pero también de que la propia isla recupere su identidad. “El equipo ha crecido en Córcega y todos compartimos la idea de que la isla debe ser protegida del empobrecimiento que está sufriendo tanto a nivel cultural, porque la identidad local y muchas de nuestras tradiciones se están perdiendo; como en el nivel económico, porque una economía exclusivamente basada en el turismo engendra distintos daños, e incluso el humano, porque la gente joven tiene que emigrar y los pueblos están quedándose vacíos. Nuestro trabajo ha consistido en crear un terreno que permita invertir en la creación, valorar nuestro patrimonio, y concienciar sobre el arte como un vector de recursos. Es una visión que compartimos con las autoridades de la isla, que nos han ayudado muchísimo”.
La primera edición de De Renava se prolongará hasta el próximo 6 de noviembre y cuenta con la participación de 13 artistas de renombre como Mat Collishaw o Anish Kapoor. La mayoría de las obras expuestas en la bienal se encuentran entre sus trabajos más conocidos y han pasado ya por algunas de las principales instituciones artísticas de la escena internacional, pero De Renava las presenta en un contexto concebido específicamente para la isla y su patrimonio. “La idea era reunir todas estas obras en Bonifacio y, tras un ejercicio de comisariado muy preciso, ver cómo resuenan en el panorama natural y político de la isla”, explica Prisca Meslier por correo electrónico. “Nuestro deseo es que, al juntar en Córcega a todos estos creativos y pensadores internacionales, se genere un sentimiento de orgullo y pertenencia que conduzca a las nuevas generaciones de isleños a nuevos puntos de vista e impulsos creativos”.
Para esta edición de la bienal se ha elegido como tema conceptual “las olas”, según Prisca Meslier “una metáfora del constante flujo de personas, bienes, e ideas que redefinen la identidad de un lugar y construyen nuestro imaginario colectivo”. El comisariado también ha aprovechado el hecho de que la tradición sitúe en Bonifacio una de las etapas del accidentado viaje de regreso de Ulises a Ítaca. “La exposición explora los temas del exilio, la memoria y la transmisión de las trayectorias humanas. La hemos llamado Odyssey Red [Odisea Roja] en referencia al poema de Homero, en cuyo Canto X Ulises hace una parada en Bonifacio. En el poema, el mar tiene siempre un color entre rojizo y púrpura, pero nunca azul, un símbolo que expresa tanto el deseo como el peligro que emana de este elemento”.
Así, el vídeo que la artista y arquitecta local Mélissa Epaminondi grabó hace algunos años en la isla presenta una serie de imágenes del paisaje de Córcega filmadas con una lente roja para transmitir una sensación de peligro. Titulado Lavezzi, la cinta evoca el episodio en que las sirenas intentaban atraer con su canto a Ulises y su tripulación para despedazarlos, así como los riesgos a los que se enfrentan las personas migrantes que, como el héroe de Homero, navegan el Mediterráneo en busca de un hogar. La obra más conocida de esta bienal es Descension, un amenazador remolino de agua negra creado por el artista británico Anish Kapoor que sugiere la figura del Caribdis, uno de los monstruos con las que tuvo que vérselas Ulises durante su viaje. Las visitas a estas y el resto de obras se llevan a cabo por turnos limitados a grupos de 20 personas y tienen lugar en sitios tan destacados de la ciudadela de Bonifacio como la capilla Saint-Roch o el bastión de L’Etendard, algunos de los cuales “han permanecido cerrados durante décadas y estaban en decadencia”, asegura Prisca Meslier. El enclave de la exposición es tan bello que, tras finalizar el recorrido, se tienen tan pocas ganas de abandonarlo como Ulises de separarse de la ninfa Calipso.