El presidente López Obrador señaló que él fijará su postura respecto a las consultas sobre la política energética mexicana demandadas por Estados Unidos y Canadá en… ¡el desfile militar del 16 de septiembre!
Él podrá hacerlo así, pero su gobierno deberá empezar las reuniones en las que se realicen las consultas demandadas a más tardar el próximo 20 de agosto, al cumplirse 30 días de la solicitud formal por parte del gobierno de Estados Unidos.
Y en las primeras semanas del mes de octubre sabremos si las consultas lograron evitar el litigio o bien se habrá detonado el más serio diferendo comercial entre México y sus socios desde que está vigente un tratado comercial, en enero de 1994.
Estoy seguro de que la parte sustantiva del diferendo ni siquiera es entendida por el presidente López Obrador.
Y el gabinete de energía, que es el implicado, pese a que sí lo entienda, manipula la visión del presidente, falseando los términos de la controversia.
Lo que sí entiende perfectamente el presidente de la República es que le han puesto en bandeja de plata una oportunidad de concitar respaldo popular frente a un reclamo norteamericano.
Como no se había presentado en mucho tiempo, AMLO tendrá la posibilidad de convocar a los mexicanos a defender la soberanía nacional, frente a los ‘afanes intervencionistas’ de los gobiernos de Estados Unidos y de Canadá.
Ya lo comentó en la mañanera del viernes pasado cuando dijo: “me llama la atención que haya tanto traidor a la patria, que en vez de defender a México defienden los intereses de países y empresas extranjeras. ¡Es increíble!”.
Esa será la narrativa que ya tiene lista.
Tan rápidamente percibió la oportunidad que señaló como fecha de su respuesta a un acontecimiento que ocurrirá dentro de 52 días.
López Obrador no está pensando en los tiempos fijados en el Tratado. Esos le tienen sin cuidado.
Él está percibiendo que el ánimo popular de una fiesta de la Independencia es el apropiado para lanzar una campaña nacionalista.
En el fraseo del grito del 15 de septiembre, seguramente incluirá algo así como “¡Viva la soberanía nacional!” o incluso, “¡Vivan las empresas energéticas del pueblo mexicano!” o algo semejante.
Pero, el 16 de septiembre, quizás se rompa la costumbre y no sea otro funcionario quien emita el mensaje conmemorativo de ese día, sino que sea el propio presidente quien lo haga.
Y allí recordará a Lázaro Cárdenas y a Adolfo López Mateos y advertirá que cualquier intento de intervencionismo va a enfrentar al pueblo mexicano.
El guión de la visión populista estará completo.
Habrá un enemigo al cual hacerle frente y ahora ya no serán solamente los conservadores, sino directamente un gobierno extranjero, algo mucho más poderoso para convocar el respaldo de la población.
Desconozco qué se haya dicho en la conversación privada entre el presidente Biden y López Obrador, realizada hace menos de dos semanas. Pero, es muy probable que haya sido absolutamente inútil si acaso fue un intento de Estados Unidos para evitar llegar a un litigio.
La Casa Blanca no se chupa el dedo y sabe que si fue necesario llegar a un reclamo legal fue porque no hubo otro remedio. Y saben también que ese hecho puede tener consecuencias.
AMLO considera que tiene a Biden agarrado de salva sea la parte, por la dependencia que tiene de México al tema migratorio precisamente en un año electoral.
Y piensa que es capaz de doblarlo y hacer que Estados Unidos se retracte de sus reclamos para ceñirse la guirnalda de oliva.
Ni siquiera supone que en el 2024 se vayan a decretar sanciones arancelarias que dañen fuertemente a la economía mexicana y que además nuestro país quede con la imagen de una nación que no es confiable.
Pero, lo que sí sabe es que, si logra exacerbar el sentimiento nacionalista en torno a su gobierno, tendrá condiciones ventajosas en las carreras electorales, tanto las estatales que vienen el próximo año, como principalmente en la contienda presidencial del 2024.
¿Habrá alguien que pueda ponerle freno?