Participar en el ejercicio de la pseudo-consulta-de-revocación es caer en el juego de López Obrador
Es otro engaño. Una vil trampa. Como mucho de lo que prometió, es otro producto pirata, envuelto en el celofán de su demagogia. Esa, la que se reproduce en las diarias mañaneras. Esa, la que aun muchos le siguen creyendo (aunque ya cada día menos).
Desde su cenit, el 2 de junio de 2018, cuando el mayor número de ciudadanos de la historia de México, le creyeron y votaron por él, obtuvo el respaldo de 30 millones de votos.
Logró la erupción de la esperanza del cambio verdadero. La autoproclamada -con modestia supina-, cuarta transformación.
Hasta quienes no votamos por él, queríamos que sus promesas las cumpliera. Aunque no fueran todas. Pero que lo intentara con ganas, con sinceridad y con buenas recetas. Combatir los privilegios, la impunidad, la desigualdad, la inseguridad, la injusticia.
Pero acabó utilizando el patiño del combate a la corrupción, como el mejor disfraz para justificar sus ocurrencias:
—Cancelemos el Nuevo Aeropuerto Internacional porque está lleno de corrupción; aunque no realicemos ninguna denuncia ni proceso contra nadie.
—Cancelemos el Seguro Popular, el Fondo Nacional Emprendedor, las Estancias Infantiles, los Fideicomisos, el Fondo Minero, los fondos a los municipios para la seguridad pública, ¡todo!, porque están plagados de corrupción; aunque hasta la fecha no hayamos podido hacer una sola denuncia, acusación, ni fincar ninguna responsabilidad a nadie.
Lo suyo es la concepción patrimonial del gobierno y del poder. Lo ha hecho con descaro. Vía decretos que lo blinden, para poder brincarse las leyes, las obligaciones, los compromisos.
—¿Para qué esperar a cumplir el requisito de Impacto Ambiental de las obras prioritarias de mi gobierno? ¿Para qué licitar, si podemos adjudicarlo todo, ejerciendo el gasto público a través de la secretaría de defensa?
—¿Para qué sujetarnos a la consulta previa, libre e informada a los pueblos indígenas para hacer un Tren Maya?
Acaso no recordamos en que acabó su remedo de consulta para “enjuiciar a los expresidentes”. El 98%contestó que sí. Y no se hizo ni pasó nada. Pura caja china. Porque, el tema era jugarle al Poncio Pilatos. Eludir la responsabilidad de su gobierno de armar los expedientes, hacer las denuncias y sancionar a los culpables.
Participó sólo el 7% de la población con credencial de elector.
Otra distracción, desvirtuando los instrumentos de democracia directa, como la consulta popular, en temas que no aplican: la justicia no se pone a consulta.
Si no reaccionamos, correremos el riesgo de convertirnos en una oposición amlocéntrica, codependiente de su autoritarismo patriarcal.
Estaremos pasando por alto que ya lleva 1,172 días en la presidencia. 3 años, dos meses, catorce días, sin apegarse a sus compromisos de candidato, utilizando el aparato público para solamente seguir haciendo campaña, (polarizante y mentirosa); desvalorando las mejores prácticas y las políticas públicas de los gobiernos verdaderamente progresistas y democráticos.
No es austero dilapidar dos mil millones de pesos en consultas estériles. Consultas diseñadas desde el poder, para seguir en el poder. Esta consulta no la pidió la ciudadanía, ni la oposición. La diseñó el mismo hombre perverso que ha mantenido engañado a un gran número de mexicanos (cada día menos GaD) de que es un demócrata, liberal, que combate la corrupción, la separación del poder económico del poder político, que defiende la libertad de expresión de los periodistas críticos y que no los amenaza.
Por eso te pregunto ahora: A ese hombre, ¿tú le crees?
¿Tú le crees a López? Yo tampoco.