“…el hecho de que Estados Unidos haya hasta ahora peleado tres guerras en Asia en el espacio de una generación es un sombrío pero verdadero símbolo del profundo involucramiento de Estados Unidos en lo que sucede al otro lado del Pacífico”. (1)
–Richard Nixon
Octubre de 1967
De 1972 a 2022
Este año se cumplen 50 años de la visita de Richard Nixon a Pekín. Nixon, el republicano, quien en la década de los 60 perdió las elecciones presidenciales frente a John Kennedy, había preparado, como lo demuestra el ensayo citado arriba, la que preveía podría ser la ruta asiática de Estados Unidos una vez concluida la guerra de Vietnam. En su esquema, la relación de Estados Unidos con Asia pasaba por la normalización de las relaciones de Estados Unidos con China. Nixon no se equivocaba.
La apuesta de Nixon por la presidencia de su país se facilitó por tres factores: el primero, sí entraba en sus cálculos, el hastío del pueblo norteamericano causado por las muertes y el costo de la prolongada guerra de Vietnam; el segundo factor, fortuito, fue el asesinado de Robert Kennedy en Los Ángeles, en la víspera de las elecciones primarias del Partido Demócrata en junio de 1968; el tercer hecho fue la fractura manifiesta en el Partido Demócrata que eligió como su candidato a quien era el vicepresidente de Lyndon Johnson, Hubert Humphrey, cuya candidatura se debilitó por que un ala radical de derecha de los demócratas se escindió en lo que se llamó el American Independent Party, para impulsar la candidatura de George Wallace, exgobernador de Alabama. Nixon resultó el ganador de las elecciones de noviembre de 1968 e inauguró su presidencia en enero de 1969.
Desde temprano en su gestión, según hoy sabemos por documentos desclasificados y que podemos consultar en el Archivo Nacional de Seguridad (2), Nixon y Kissinger intentaron poner en marcha un esquema de acercamiento progresivo hacia la China de Mao. De manera sintética, debemos de establecer que ya en 1967, Nixon (seguramente de la mano de Kissinger) en su ensayo publicado en Foreign Affairs, transparentaba lo que representaría su visión hacia el Asia. La guerra del Pacífico contra Japón, la guerra de Corea y la guerra de Vietnam, eran los indicadores que le imponían a Nixon la urgencia de establecer una política para esta región más allá de Vietnam. De manera cínica Nixon afirmó “Un pequeño país en el borde del continente [Vietnam] ha llenado la pantalla de nuestras mentes; pero no llena el mapa”. (3)
En primer lugar, siendo una de las prioridades de Nixon encontrar una salida honorable de Vietnam, comprendió que para ello era imprescindible contar con China, sin duda su contrincante embozado en las guerras proxy que Estados Unidos libró en Corea, Cambodia y Vietnam.
En segundo lugar, Nixon y Kissinger estaban convencidos de que la confrontación armada fronteriza de mayo de 1969, entre la Unión Soviética y China, preparaba el terreno para un acercamiento con Beijing y así debilitar la posición global de Moscú. No debe extrañar entonces que tras varios intentos de acercamiento con Pekín, estos comenzaron a rendir frutos a través del contacto indirecto vía el entonces presidente de Pakistán, Agha Yahya Khan.
En tercer término, Nixon se refiere al largo plazo. “Cualquier política [estadounidense] hacia el Asia deberá, de manera urgente, hacerse cargo de la realidad de China. (…) También significa distinguir cuidadosamente entre políticas de largo y de corto alcance (…) En una perspectiva de largo plazo, no podemos permitirnos dejar a China por siempre fuera de la familia de las naciones”. (4)
Nixon estaba convencido que la normalización de relaciones con China, congeladas desde el triunfo de Mao de 1949, era el vehículo ideal para alcanzar esos objetivos.
Me parece que habría que agregar un cuarto objetivo mediante el cual la mancuerna Nixon–Kissinger, buscaba neutralizar una limitante que le imponía la realidad sociopolítica y militar de Estados Unidos. Este objetivo, a diferencia de los tres anteriores, no pasaba por la aduana del establecimiento de relaciones con China.
Por una parte, Nixon estaba muy consciente del profundo agotamiento que la prolongada guerra en Vietnam, tan cercana a la de Corea, había producido en la economía, en la población y el aparato militar norteamericanos, su reflexión fue, también, un buen intento para socializar y vender su agenda de política exterior: “Cansados por la guerra, descorazonados con los aliados, decepcionados con la ayuda y consternados con las crisis internas, muchos norteamericanos están atendiendo el mensaje de un nuevo aislacionismo. (…) Uno de los legados de Vietnam -continúa Nixon– será, casi con toda seguridad, una profunda renuencia de parte de Estados Unidos a involucrarse nuevamente en una intervención similar, sobre supuestos similares. La guerra ha impuesto presiones en Estados Unidos, no sólo en las áreas militar y económica, sino también en materia social y política”. (5)
Por otro lado, Nixon estaba convencido de que China alcanzaría un importante poderío nuclear y que -en su visión- representaba una amenaza latente para el desarrollo de los países de la Cuenca del Pacífico.
Esa reflexión le llevaría a visualizar una doble estrategia , por un lado instrumentar una labor de contención sin aislamiento frente a lo que entendía era la amenaza china y, al mismo tiempo, asegurar la generación de una zona de contención y amortiguamiento táctico-militar que no conllevara -no, en principio; no, salvo caso extremo-, la intervención armada de Estados Unidos. En su multicitado ensayo de 1967, Nixon proporciona los elementos esenciales de su propuesta.
En primer lugar, ante la resistencia interna que ocasionaría una nueva intervención, la política de Estados Unidos trabajaría, simultáneamente, en la generación de un sistema de respuesta local, es decir, originada en el propio vecindario de China. (¿Esta idea le recuerda algo al lector?, veamos:) “…hay una seria interrogante sobre si el pueblo norteamericano o el Congreso de Estados Unidos apoyarían hoy en día una intervención unilateral estadounidense, aún a petición del gobierno interesado. Esto hace vital, en su propio interés, que las naciones en la ruta de las ambiciones de China se movilicen rápidamente para crear un marco local asiático para su propia seguridad futura”. (6)
Hace 55 años, Nixon ya preveía el declive en la labor de Estados Unidos como superpotencia responsable de la seguridad global. En su juicio, esto se derivaría más de una condición interna, que limitaba -como se recoge arriba- su capacidad de acción, y no era un impedimento ocasionado por la emergencia de un esquema de preeminencia global concurrente o compartida, como se daría en un mundo bipolar, primero, y multipolar, ahora. “No quiero dar a entender que han terminado los días en los que Estados Unidos podría responder militarmente a amenazas [comunistas] o que una respuesta unilateral a una petición unilateral de ayuda está descartada”. (7)
Nixon remata, de manera clara: “Pero otras naciones deben reconocer que el papel de Estados Unidos como policía del mundo (sic) seguramente será limitado en el futuro.” (8)
¿Como vislumbraba Richard Nixon un esquema asiático de contención a China?
En el plano propositivo, las ideas de Nixon preveían que las naciones asiáticas, proclives a la agenda occidental, se agruparan para generar un acuerdo de cooperación militar y de defensa. “Para asegurar que la respuesta [militar] de Estados Unidos pudiera materializarse, de ser necesaria, debe crearse una maquinaria que sea capaz de cumplir con dos requisitos: (a) [debe de tratarse de] un esfuerzo colectivo de las naciones de la región para contener por sí mismos la amenaza [de China] y, si este esfuerzo fracasa, (b) [debería de darse] una petición colectiva de asistencia dirigida a Estados Unidos“. (9)
Los límites de la política de Nixon y más
La famosa diplomacia del ping pong, hábilmente orquestada por Kissinger y gracias a la cual la administración de Nixon pudo vender en lo interno y en el mundo la famosa visita de Nixon a Beijing en febrero de 1972, es uno de los ejemplos exitosos más notables de diplomacia pública. Prácticamente la totalidad de la comunidad internacional acogió con beneplácito la iniciativa de quien, poco más de dos años más tarde, en agosto de 1974, abandonaría en desgracia la presidencia de Estados Unidos. Sic transit gloría mundi.
En febrero de 1972, al final de la visita de Nixon, se emitió el llamado Comunicado de Shanghai en el cual se establecían las principales líneas de diferencia entre ambos países. El punto saliente era, como lo es aún, el tema de Taiwán. En relación con éste, la fórmula negociada es que ambas partes se responsabilizaron de redactar sus posiciones con un punto de convergencia. Estados Unidos reconoció la existencia de una sola China y que Taiwán era parte de esa China. Ello llevó, previo al establecimiento de relaciones entre la República Popular China y EU, al rompimiento de relaciones entre Washington y Taipei.
Para China, el estatus de Taiwán es un asunto interno y en este tema rechaza la intervención de cualquier otro Estado; en el comunicado demandó el retiro de cualesquiera fuerzas armadas de otros países y el desmantelamiento de las instalaciones militares relacionadas con las fuerzas aludidas. Estados Unidos, por su parte, reconoció que Taiwán es parte de China, expresó que correspondía a los chinos resolver la cuestión de Taiwán y que su confianza en esta cuestión se resolviera por medios pacíficos, al tiempo que señaló que su objetivo último era el retiro de sus tropas e instalaciones de Taiwán. Señalaron, asimismo, que entretanto, retirarían tropas e instalaciones en la medida en la que la tensión en el área disminuyera. (10)
En 1973, ambos países dieron un paso importante hacia la formalización de relaciones diplomáticas. De común acuerdo instalaron en las respectivas capitales Oficinas de Enlace. La formalización de las relaciones diplomáticas ocurrió hasta 1979, hace 43 años.
8 de julio de 2022, el expediente Taiwán, un fantasma que recorrió los pasillos de la reunión de cancilleres del G20 en Indonesia
La cuestión de Taiwán, expediente no resuelto desde hace 50 años, complica de manera indirecta la agenda global. Una muestra de ello se dio en la reunión de cancilleres del G20 celebrada en Nusa Dua, Indonesia, el pasado 8 de julio. La reunión tuvo que lidiar de manera inesperada con dos eventos que causaron gran impacto a nivel global, la renuncia de Boris Johnson y el asesinato de Shinzo Abe. Estos hechos, a querer o no, introdujeron un elemento de disrupción natural en una reunión de este tipo.
El pasado viernes el G20 terminó sin comunicado conjunto. En otro asunto que podría ser meramente anecdótico, tampoco hubo la tradicional fotografía de familia. Ello era el reflejo de una reunión fracturada.
El disenso en la cita se dio en torno al fallido intento de lograr un consenso de los participantes en torno a la guerra en Ucrania. No lo hubo.
La presencia del canciller ruso, Sergei Lavrov y la actitud manifestada por su contraparte China, Wang Yi, fue el elemento catalizador. En general, fue un G20 que tuvo poca cobertura mediática. Fue, además, la primera vez que Lavrov y Blinken coincidieron en la misma conferencia después de las fallidas intentonas de Ginebra de enero de este año. No hablaron, no se buscaron. Se dirigieron mutuamente comentarios desde sus lugares en la plenaria y Lavrov dejó la mesa a su representante cuando Blinken y la canciller de Alemania lanzaron sus comentarios vitriólicos contra Rusia. Nada que no haya pasado antes en otros foros, con otros actores, centenares de veces,
De acuerdo con lo que se desprende de algunas notas, la canciller de Indonesia propuso, en vano, un punto medio donde todas las partes coincidieran en la necesidad de alcanzar un arreglo a la guerra mediante negociaciones. Lavrov, alegó -dicen- que los países de Occidente habían desvirtuado la vocación del G20 que debería de enfocarse a temas económicos. (11)
No sorprenden las duras críticas dirigidas por parte de varios países, entre ellos Estados Unidos y Alemania, contra Rusia por la invasión de Ucrania y por los efectos que la guerra está causando en la economía global en general y en particular en el sector energético y en la producción de alimentos. Sorprende sí, el duro reclamo a China, particularmente por parte de Blinken por el apoyo que da a Rusia. No por el reclamo en sí, sino porque este episodio se convirtió en un incidente más de los serios desencuentros que han caracterizado las relaciones entre ambos países y que se han multiplicado en las últimas semanas.
Repasemos algunos de estos desencuentros recientes: el acuerdo entre Estados Unidos y Reino Unido para garantizar que Australia cuente en los próximos años con una flotilla propia de submarinos nucleares; las constantes controversias a nivel comercial entre Estados Unidos y China; la reciente declaración -inédita por cierto- por parte de los encargados del FBI y su contraparte británico del MI5, en relación con las supuestas actividades de espionaje chino en el área de tecnologías clave del sector privado. La fuerte controversia suscitada entre los jefes del Estado Mayor Conjunto de ambos países, en un encuentro que se celebró en Singapur de manera simultánea a la reunión del G20 en Indonesia. En este evento, el general chino Li Zuocheng señaló a su contraparte estadounidense, el general Mark Milley, que China no está dispuesta a negociar en temas relacionados con sus intereses centrales, entre los cuales se encuentra Taiwán. El general chino demandó que Estados Unidos cese la colusión militar que mantiene con Taiwán y que evite afectar los lazos entre China y Estados Unidos y la estabilidad en el estrecho de Taiwán. (12)
Es muy probable que a estos eventos tengamos que sumar la reunión que por más de cinco horas sostuvieron Blinken y Wang Yi en su encuentro celebrado con posterioridad a la reunión del G20.
De los airados reclamos de Blinken a China, si algo no se puede alegar es que Blinken no conociera el contenido del comunicado emitido por Vladímir Putin y Xi Jinping el 4 de febrero pasado. La reiteración del agravio, cuando es pública, sirve más para la tribuna que para negociar una solución. Tampoco sabemos si esa reunión, además de los fuegos de artificio, tendrá algún impacto. No sabemos si Estados Unidos puso una carta atractiva en la mesa. La especulación tiene un claro límite.
Probables repercusiones
Por lo que sabemos de la reunión de cancilleres del G20, hay un efecto que va a ser difícil de asimilar por los jefes de delegación de varios de los países de Occidente, las cancillerías venían de dos cumbres cuyos resultados habían respondido en gran medida, en sincronía con la agenda prevaleciente. Ambas cumbres, concluyeron de manera satisfactoria manteniendo, si bien en líneas gruesas, un nivel de consenso operativo de acuerdo con la visión occidental de la coyuntura actual.
La reunión del G20 se convirtió, entonces, en una anomalía y, por lo pronto, de algún modo pone en entredicho, si no la realización, si el éxito de la cumbre que se llevará a cabo en noviembre de este año en Bali. Por cierto, es muy probable que el escenario de la guerra en Ucrania sea para ese entonces aún más complicado. Por otro lado, en muchas ocasiones, como lo demuestra la experiencia, el éxito de esas cumbres es un concepto relativo que muchas veces depende de la “fuerza de venta” del país anfitrión.
No sería remoto que en el mediano plazo los países del G7 expresen reservas para darle la continuidad adecuada a los trabajos del G20.
Cherchez la Chine
En diplomacia hay una renuencia natural a dejar por escrito acuerdos o compromisos, nunca hacerlo a la ligera. Por ello, uno de los aspectos más complejos de nuestro trabajo consiste en la cuidadosa, detallada, exhaustiva revisión de textos. En ese sentido, no hay que tomar a la ligera el contenido del extenso comunicado conjunto emitido por Xi Jinping y Vladimir Putin el 4 de febrero, no es una alianza militar, en una de sus partes más significativas, Rusia expresa su apoyo a China contra el acuerdo AUKUS que proporcionará submarinos nucleares a Australia. También en él Rusia reiteró su apoyo a China en relación con el tema de Taiwán y en otra parte, ambas partes manifiestan su rechazo a la expansión de la OTAN.
Es cierto, la declaración no es tampoco un tratado de asistencia recíproca; sí es, sin embargo, el reflejo de la voluntad política de dos líderes en una coyuntura específica, en esta coyuntura. En su parte esencial, refleja una visión compartida.
Un botón del comunicado Putin-Xi.
“Las partes reafirmaron su fuerte apoyo mutuo para la protección de sus intereses centrales, su soberanía como Estados y su integridad territorial y para oponerse a la injerencia de fuerzas externas en sus asuntos internos”.
Al final de este texto que aspira a ser factual, dejo este espacio para que el respetado lector ventile su opinión sobre los líderes mencionados o sobre el que esto escribe. Nos vemos en agosto. Gracias.
Referencias y notas
(1) Richard M. Nixon. “…the fact that the United States has now fought three Asian wars in the space of a generation is grimly but truly symbolic of the deepening involvement of the United States in what happens on the other side of the Pacific.” Asia después de Vietnam. Ensayo publicado en Foreign Affairs en octubre de 1967.
(2) The Beijing-Washington Back-Channel and Henry Kissinger‘s Secret Trip to China. September 1970-July 1971. National Security Archive Electronic Briefing Book No. 66. Edited by William Burr, February 27, 2002.
(3) Richard M. Nixon. “A small country on the rim of the continent has filled the screen of our minds; but it does not fill the map.” op. cit.
(4) Richard M. Nixon. “Any American policy toward Asia must come urgently to grips with the reality of China.(…) It also means distinguishing carefully between long-range and short-range policies, (…) Taking the long view, we simply cannot afford to leave China forever outside the family of nations.” op.cit.
5) Richard M. Nixon. “Weary with war, disheartened with allies, disillusioned with aid, dismayed at domestic crises, many Americans are heeding the call of the new isolationism. (…) One of the legacies of Viet Nam almost certainly will be a deep reluctance on the part of the United States to become involved once again in a similar intervention on a similar basis. The war has imposed severe strains on the United States, not only militarily and economically but socially and politically as well.” op.cit.
(6) Richard M. Nixon. “…they’re is serious question whether the American public or the American Congress would now support a unilateral American intervention, even at the request of the host government. This makes it vitally in their own interest that the nations in the path of China‘s ambitions move quickly to establish an indigenous Asian framework for their own future security.” op.cit.
(7) Richard M. Nixon. “I am not arguing that the day is past when the United States would respond militarily to [communist] threats (…) or that a unilateral response to a unilateral request for help is out of the question.” op. cit.
(8) Richard M.Nixon. “But other nations must recognize that the role of the United States as world policeman is likely to be limited in the future.” op.cit.
(9) Richard M. Nixon. “To ensure that a U.S. response will be forthcoming if needed, machinery must be created that is capable of meeting two conditions: (a) a collective effort by the nations of the region to contain the threat by themselves; and, if that effort fails, (b) a collective request to the United States for assistance.” op. cit.
(10) El lector interesado puede consultar el repositorio The Historian del Departamento de Estado de los Estados Unidos. La referencia del documento es: FOREIGN RELATIONS OF THE UNITED STATES, 1969–1976, VOLUME XVII, CHINA, 1969–1972. 203. Joint Statement Following Discussions With Leaders of the People´s Republic of China.
11) Recomiendo al lector referirse al despacho de AP “G-20 Diplomats Fail on Unity Over Ukraine, War’s Impact”, de Matthew Lee, del 8/7/22
(12) “China demands end to U.S.-Taiwan military collusion. Despacho de la AP publicado en Los Angeles Times el 8/7/22.
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