T res coronas para un rey ( Acantilado), el nuevo libro del filósofo italiano Nuccio Ordine (Diamante, 1958), nace de la obsesión que poseyó al autor con una página de Giordano Bruno (1548-1600), una sola página que le arrastró a diez años de investigación. “Estaba trabajando sobre su libro Expulsión de la bestia triunfante –explica, sentado bajo la cúpula art nouveau del madrileño hotel Palace–, un diálogo entre todos los dioses, a los que Júpiter convoca porque hay una guerra civil en la Tierra. Bruno pensaba en cómo solucionar el problema de la guerra civil entre católicos y protestantes radicales. Un tema muy actual: observaba que la guerra trae la destrucción económica y cultural, lo aniquila todo”. En esa obra, una página se refería a la empresa (emblema personal) del rey Enrique III de Francia, dos coronas en la tierra y una en el cielo con el lema Manet ultima coelo (La última espera en el cielo) . “Maquiavelo defendía que el papel de la religión es el de unir al pueblo. Bruno señala que religión es re-ligar, unir, y que, por tanto, si sirve para matar no hace su trabajo”. En el libro, “Júpiter analiza ese emblema y dice que la tercera corona es para el rey que mate a la hidra de Lerna, a la que le salen cabezas cada vez que las cortas. Esa hidra son los radicales religiosos. Júpiter regala la corona al rey que sea capaz de aplacar las guerras, y llama tiara a esa tercera corona, como las del Papa, que simbolizan la religión. Todo el mundo interpretaba que las dos coronas terrenales estaban al servicio de la religiosa. Yo le doy la vuelta: para el rey, la corona celeste debe servir a las terrenales. La corte de Francia estaba llena de florentinos, que trajeron la idea de Maquiavelo de la religión como herramienta para que el Estado garantice la paz”.
Esa tercera corona también puede ser un reino terrenal al que se aspira, Inglaterra, como sucede en la empresa de María Estuardo, reina de Francia y Escocia, que tiene también tres coronas. “Inglaterra fue siempre un objetivo de Francia, pero Enrique III no es un rey agresivo sino de paz, se sitúa al margen de los fanáticos”.
Tanto, que “el diálogo entre fanáticos y moderados de un mismo bando, protestante o católico, no es posible. Bruno dice claramente que los que pueden dialogar son los moderados católicos con los moderados protestantes”. Hoy, tras cinco siglos, es lo mismo: “Los fanáticos no dialogan, el que cree poseer la verdad no escucha”.
“El diálogo entre fanáticos y moderados de un mismo bando no es posible, pero entre moderados rivales sí”
Ordine rinde homenaje a sus maestros desaparecidos, George Steiner (1929-2020), Umberto Eco (1932-2016) y Marc Fumaroli (1932-2020), que le enseñaron, entre otras cosas, que “para comprender la historia, debes estudiar literatura, filosofía, historia del arte… Los saberes están conectados. Sin la poesía, no se entiende la política de aquella época, en la que todo era propaganda de la monarquía, pues todo el arte, la filosofía y hasta la medicina se ponían a su servicio”. Fumaroli alcanzó a leer Tres coronas para un rey y dice, en el prefacio, que Ordine “nos guía en una expedición antropológica hacia el descubrimiento de una época de gran inteligencia”.
Las empresas analizadas por Ordine, esos sellos que distinguían a los monarcas y a otras personalidades, tienen rasgos en común con los logos actuales de, por ejemplo, Nike, Ferrari, Seix Barral… “Las marcas tienen ese sistema, en efecto. Una buena publicidad transmite una idea global. La empresa era el sello de identidad de un rey, su programa político y religioso en un golpe de vista. Además de la imagen, el lema, el texto escrito, es muy importante”.
Ordine analiza también las fiestas y espectáculos del momento porque “contienen mucha simbología”. En el Ballet Cómico de la Reina, el gran espectáculo de la corte francesa, “Enrique III reunía a los nobles adversarios para crear un momento de diálogo, con obras que hacían comprender los valores de la paz y la justicia”.
Las ‘empresas’, emblemas personales de los reyes, eran como las marcas de hoy, una imagen y un lema
Enrique III “era muy culto, rodeado de escritores, poetas, filósofos… Tuvo una academia con las mejores mentes de su época, entre ellas Bruno. La Sorbona estaba entonces en manos de los teólogos, y su abuelo, Francisco I, creó el Colegio Real como un lugar laico para pensar y estudiar”. Los gobernantes de hoy, lamenta Ordine, “ya no se rodean de sabios, hacen exactamente lo contrario. Maquiavelo decía que, para saber si un príncipe era bueno, tenías que evaluar a sus consejeros”.
Otra idea de Bruno es la del filósofo-pintor. “El mito fundador de la pintura y el de la filosofía tienen la sombra en común –explica–. El primer pintor, dice Plinio, es un hombre que con un bastón contornea la sombra de otro. Platón habla de las sombras de las ideas proyectadas en la caverna. El buen pintor y el buen filósofo muestran más que la sombra”.
Otro tema de gran vigencia es que “Bruno observó que no importa lo que haces o dices, sino la imagen”, por lo que ve el mundo como un teatro. “Señaló la distancia entre la apariencia y la sustancia de las cosas”. Así, “los hombres miran solo la apariencia, como hoy en las redes sociales, donde se confunden la información y el conocimiento. En redes hay muchos textos terraplanistas o antivacunas, cualquiera puede escribir allí. Al principio lo llamaron la democracia de internet y ¡no es verdad! Un ignorante no debería hablar de cosas que desconoce. Internet es una mina de oro para los que saben, pero engaña a los que no. Yo hago leer libros a mis estudiantes, porque el 80% de las webs contiene cosas demenciales, ¿cómo van a poder escoger las buenas? Internet es una trampa muy peligrosa”.
“Hoy no te dan dinero si tu investigación no tiene una utilidad que interese a una empresa, ¡es una locura!”
Aunque escrita desde la apabullante erudición que atesora su autor, la obra contiene algún momento festivo (los bailes), otro de novela de espías (cuando un mensajero debe llevar dos anillos a la reina) y profusión de imágenes al final, para que el lector las contemple por sí mismo. ¿Sería buena lectura para monarcas actuales? “Seguro que los reyes de España conocen la historia, pero puede interesarles ver cómo se construye una política y una propaganda a través de la cultura y el arte”.
Desesperado por el utilitarismo que domina en las universidades, Ordine lamenta que “hoy, si no hay una empresa interesada en tu investigación, no te dan dinero para ella, ¡es una locura! El científico japonés Osamu Shimomura (1928-2018) ganó el premio Nobel de Química tras pasarse 30 años estudiando la fluorescencia de un tipo de medusa. Pero él jamás imaginó que esa proteína acabaría siendo básica en la medicina, para marcar, por ejemplo, partes del cerebro en una cirugía. Si le hubieran preguntado, en uno de esos formularios en que debes detallar para qué servirá tu investigación, él jamás habría encontrado una aplicación práctica. ¿Para qué sirve el bosón de Higgs? Ahora no lo sabemos pero en 50 años puede revolucionar la ciencia”.
En otoño, Ordine publicará Los hombres no son islas, sobre “la importancia de la solidaridad, todo lo contrario de America first; La France d’abord; Los españoles, primero… Eso es muy dañino”.