Montevideo Portal
En la casa de María Eugenia Estenssoro se sembró Endeavor Argentina,
una startup para apoyar a emprendedores de alto impacto que hoy está presente en
32 países, entre ellos Uruguay, y que busca promover la cultura y el espíritu
emprendedor. Referente del emprendedurismo, es periodista, entró a la política
argentina, salió y hoy pone su foco de este lado del Plata.
Estenssoro fue senadora nacional por la Coalición Cívica y candidata a Jefa de
Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en el año 2011. Cuatro años después renunció
a la actividad política y retornó al periodismo, para publicar, dos año más tardes y en coautoría, el libro “Argentina Innovadora”. Por estas horas prepara un
nuevo libro, que se editará el año próximo y se titulará “Laboratorio Uruguay”,
con el que busca desentrañar el potencial emprendedor oriental.
Fue editora de economía de la revista Noticias, redactora de
la revista Mercado y co-fundadora de la revista Mujeres & Compañía. Condujo
los programas de cable, Mujeres y Compañía y Los Hombres No lloran. Fue
reportera para la revista Time y el diario The Wall Street Journal, y secretaria
de redacción de la revista El Porteño.
Este 11 de agosto será, junto al empresario uruguayo Nicolás
Jodal, una de las conferencistas de la cena anual de Fundación da Vinci en el Hotel del Prado. Sobre
esta presentación y el desembarco de relevantes emprendedores argentinos en
Uruguay, Estenssoro conversó desde Buenos Aires con Montevideo Portal.
-“Pitch fuera de la caja. Laboratorio Uruguay” se titula la
conferencia que dará en la cena anual de Fundación da Vinci. ¿Qué nos puede
adelantar de esta presentación?
-Es el anticipo de un libro que estoy escribiendo para
Random House de Argentina con mi colega Silvia Naishtat, periodista argentina.
Nosotras habíamos escrito “Argentina innovadora” en el año
2016, donde proponemos una estrategia de país y una visión para el siglo XXI. Decíamos
que Argentina tiene dos activos muy importantes: los mejores emprendedores
tecnológicos -en ese momento era el país con mayor cantidad de unicornios de
Latinoamérica-; y el único país con una larga tradición, tres premios Nobel en
ciencias. Entonces si ponemos a la innovación como una estrategia de
desarrollo, Argentina puede dar un gran salto en su desarrollo productivo.
Lo que pasó en estos años es que lamentablemente nuestro
país ha tomado la decisión opuesta y muchos de esos emprendedores, muchos de
ellos locales y de menos de 50 años, se empezaron a radicar en Uruguay en los
últimos dos años. A raíz de ese movimiento es que empezamos a estudiar qué
pasaba en Uruguay y ahí nos dimos cuenta que Uruguay es realmente un faro o un
oasis en Latinoamérica. Por eso llamamos a nuestro libro “Laboratorio Uruguay”,
porque Uruguay ha sido un experimento exitoso de democracia: es la democracia
más exitosa de Latinoamérica. Desde el regreso a la democracia en los años 80
por gran parte de los países del continente, la mayoría vivió momentos de muy
grandes de inestabilidad política, y ahora estamos viendo momentos de una gran
desesperanza con el sistema político en distintos países, y también
oscilaciones entre izquierda y derecha muy fuertes, mucha incertidumbre, y
sobre todo una implosión de los sistemas políticos, en los que llegan al poder
figuras que no tienen instituciones detrás.
Uruguay es una de las democracias más plenas del mundo:
figura en el puesto 13 del democracy index de la revista The Economist. Estados
Unidos y Francia están por debajo de Uruguay. En su calidad democrática,
Uruguay está a la altura de los países escandinavos, de Canadá, de democracias
muy estables, muy consolidadas, con un gran respeto por los ciudadanos y por
las instituciones, y de los ciudadanos que confían en su sistema.
Nosotros nos preguntamos en el libro -y eso es lo que voy a
explicar- por qué Uruguay es un oasis en un continente donde la democracia no
termina de arraigar: no tenemos más golpes de Estado, pero sí están
implosionando muchas de las instituciones y la confianza de los ciudadanos se
ha debilitado mucho en la última década.
La otra razón por la que decimos que Uruguay es un
laboratorio es que en su país no están preguntándose si van a ir hacia un
socialismo del siglo XXI, o hacia Sierra Maestra en el siglo XXI, sino que hay
un acuerdo sobre que son una economía de mercado integrada al mundo dentro de
un sistema capitalista, donde el Estado tiene un rol regulador, y aunque han
tenido 15 años de un gobierno de izquierda, de una coalición de izquierda, esas
bases no se tocaron, y, al contrario, en estos 30 años de democracia todos los
gobiernos fueron estabilizando la macroeconomía, con matices, pero no ha habido
volantazos para un lado y para el otro, y eso le da una gran seguridad
jurídica, un ambiente de inversiones muy abierto. Tienen una economía bi-monetaria,
y tengan gobiernos de izquierda o de derecha, nadie pensó en cambiarlo. Eso es
una situación que tampoco se ve hoy en muchos de nuestros países. Y no me refiero
solo a Argentina. Eligieron en Colombia al nuevo presidente, lo vimos en Chile,
se vio en Perú; una seguidilla en la que se empieza a ver una gran interrogante
sobre hacia dónde van a ir.
-¿Desde cuándo Argentina empezó a tomar un camino
opuesto, de regresión en términos científicos?
-El sistema científico argentino nace a fines del siglo XIX,
se va consolidando a principios del siglo XX y tiene un gran desarrollo. En 1945
tuvimos el primer premio Nobel y luego llegaron tres premios más. El sistema científico
es muy fuerte. Eso es un activo que tenemos.
Por otro lado, tenemos emprendedores con una gran capacidad.
Más allá de las crisis económicas recurrente del país, hasta el 2015 y 2016, Argentina
fue y sigue siendo una gran productora de emprendimientos, de startups, de
tecnología y biotecnología. Más allá de las políticas cerradas o no de los
gobiernos, crecieron y se fueron consolidando. Pero a partir del 2020 ha habido
una suerte de diáspora, de emigración de emprendedores principalmente a Uruguay,
porque es una manera de estar en un contexto más estable, más abierto, con posibilidades
de entrar y salir del país, de mover capitales más fácilmente, y me imagino que
también de no estar tan lejos de la Argentina.
Muchas de las grandes empresas de Argentina se están
radicando en Uruguay y usándolo como base de operaciones. Eso empezó en el
2020.
-¿Tiene que ver con la pandemia, con que el presidente sea
Luis Lacalle o con el hecho de que la izquierda pasó por el gobierno de Uruguay
y mantuvo las estructuras del país a las que hacía referencia?
-Este no será el tema de la charla (de la cena en Fundación
Da Vinci), pero lo que ha tenido que ver para esta emigración masiva de
emprendedores y empresarios argentinos al Uruguay ha sido la llegada del cuarto
gobierno kirchnerista, con una visión más bien anti-empresaria, de enormes regulaciones,
cargas impositivas para la producción, y luego con un sistema cambiario y de
alta inflación, situaciones que se hacen muy difíciles y que mucha gente
lamentablemente no cree que en el corto o el mediano plazo se puedan revertir.
Y esto sí es el foco de mi mensaje o mi exposición: la
humanidad está viviendo una revolución tecnológica sin precedentes. Tal vez en
Latinoamérica no tenemos conciencia de este sector de emprendedores y científicos,
creemos que no tiene mucho que ver con la vida de las personas, y en realidad
el mundo está en una revolución tecnológica que es mucho más acelerada, mucho
más fuerte que los libros que leemos de la revolución industrial del siglo XIX,
de Charles Dickens. Estamos en un cambio sin parangón y nuestros países no se
dan cuenta de esta urgencia, de que no podemos hacer cambios graduales en un
mundo disruptivo: hay que cambiar el paradigma productivo.
Estos emprendedores de la Argentina que se han ido a Uruguay
y a otros países, pero sobre todo a Uruguay, eran la fuerza económica que yo
veía que Argentina podía tener como base para superar años de estancamiento. Así
que creo que la visión de este gobierno kirchnerista, que tiene una visión
anti-empresaria, anti-productiva, es lo que de alguna manera desilusionó a una
generación que había apostado mucho al país. Estos jóvenes que empezaron a
finales de la década de los 90, cuando empezaron las puntocom y la economía de
la innovación, el sueño que tenían era crear las mejores empresas tecnológicas
desde Argentina, y lo lograron, pero se fueron del país.
-Marcos Galperin, fundador, presidente y director
ejecutivo de Mercado Libre, es uno de ellos.
¿En quién más está pensando?
-Hay muchísimos: Martín Migoya y Guibert Englebienne de
Globant, que es una de las empresas más grandes del mundo, que le hace la tecnología
a Google, a Disney, tiene 30.000 empleados en todo el mundo, y son cuatro
argentinos [los fundadores], tiene sede en distintos países y varios de sus
fundadores están en Uruguay; hay un argentino que quiere armar una ciudad
tecnológica en Colonia [Carlos Bastitta]; está Facundo Garretón [exdiputado del PRO
que compró la chacra a Susana Giménez para producir cannabis], que es una de
las personas más importantes en la industrialización del cannabis. De esa
generación hay una gran cantidad de empresarios.
-¿Su foco está puesto ahí, en esa generación?
-El foco es por qué Uruguay se ha convertido en la
democracia más estable, en la economía más estable con el ingreso per cápita
más alto de América Latina: ¿cómo un país pequeño con mucho menos recursos
naturales y posibilidades que Brasil, Argentina, Chile, Colombia o México hoy
tiene el ingreso per cápita más alto? Tiene que ver con el sistema político,
con ciertas decisiones y prudencia en el manejo de la cosa pública, y eso en
Latinoamérica es algo excepcional y un gran capital.
La pregunta ahora es si Uruguay está en condiciones, y ese
es el objeto de la investigación que hemos hecho para el libro, de ser un polo
de innovación para la economía global, como lo es Israel, que es un pequeño
país en medio del desierto y hoy es un líder tecnológico, o Irlanda, que era el
país más atrasado de Europa y en 20 años se convirtió en el país con el PBI más
alto de Europa, emprendiendo el camino de la innovación. Estonia era un país de
la Unión Soviética que hoy está pisando fuerte en tecnología. Hay muchos países
que han emprendido este camino.
No sé si la dirigencia uruguaya está consciente de que si
bien Uruguay ha logrado esta estabilidad no alcanza, porque si uno quiere tener
un nivel de vida más alto, donde las clases medias puedan tener mayor
prosperidad y las clases bajas puedan tener una movilidad social ascendente,
que hoy no tienen, para eso hay que producir mucho más, y no alcanza con
exportar materias primas. Se necesita agregarle mucho más valor a la producción
y por eso hablo de estos países como Corea del Sur, Irlanda, Estonia, Islandia,
países que dieron un salto fenomenal y tienen niveles de vida dos o tres veces
mayores que el de Uruguay.
-¿Qué se requiere?
-Lo importante es unir el sistema científico y tecnológico
con la producción. Hoy, y eso es algo que se repite en Latinoamérica, los
científicos están por un lado, los empresarios y emprendedores por otro: no hay
un vínculo. Se requiere incubadoras que fomenten ese proceso y se necesita sobre
todo una estrategia de país.
Uruguay es un gran exportador de alimentos, pero qué vamos a
hacer en la bioeconomía, donde gran parte de los países empiezan a producir
carne vegetal, sintética, cuando las exportaciones principales de Uruguay son
carne vacuna. Seguramente esto se va a sufrir. Entonces, hay que empezar a unir
a científicos, biotecnólogos, productores agrícolas para ver cómo le agregamos
valor a esa producción.
Hoy el campo ya no es solamente una fábrica de alimentos: se
puede fabricar energía, y nuevos materiales, porque la ciencia de los
materiales está avanzando para hacer un montón de materiales.
-Uruguay hace años que está transitando el camino de
aplicar tecnología al campo, de revolución energética…
-Lo está haciendo, pero lo tiene que hacer a un ritmo mayor.
Esa es la tesis del libro. Nosotras creemos que ustedes tienen en este momento
las condiciones óptimas para dar un salto en su desarrollo. Otros países de
Latinoamérica tienen problemas más serios: ustedes ya han hecho los deberes en
cosas importantísimas.
-¿La clave es la unión de políticos, empresarios y
científicos?
-Sí, es por ahí: cambiar el paradigma productivo. Y lo otro
es la educación: que se mejore notablemente. No se puede tener el 60% de los
jóvenes que dejen el secundario, y los índices son mucho más graves en las
clases más bajas.
Eso es un problema a mediano plazo muy grave porque una
persona, un joven, que no tiene un título secundario, técnico o universitario,
difícilmente pueda adaptarse a la economía del conocimiento, donde ya el valor
no son las manos, sino que es la capacidad cognitiva y el acceso a manejar
diferentes tecnologías.
Uruguay tiene una sociedad cohesionada, con menores índices
de pobreza que el resto de la región, y eso es porque tiene una historia de una
educación pública y gratuita que ha formado una población educada, pero hoy no
está preparando una cantidad suficiente y no está dando oportunidades a vastos
sectores de niños y jóvenes del país.
-¿Qué valor le da al Ceibal en esta estructura?
-Me parece que es importantísimo y creo que un dato fabuloso
es que durante la pandemia, según distintas estadísticas, la plataforma del
Plan Ceibal era el que tuvo más tráfico, lo que quiere decir que se usó, que se
usa, que no es solamente repartir tecnología y no se usa.
Es un plan que está vigente y por lo que veo el actual
gobierno también lo ha tomado como una prioridad. Acá se va construyendo sobre
lo que el otro gobierno armó. También veo la base que dejó el Frente Amplio
(FA) con la creación de Agencia Nacional de Investigación e Innovación [ANII],
del Plan Ceibal, y de muchas incubadoras, no solamente en universidades
públicas sino también en universidades privadas, el LATU, un parque tecnológico
que se consolidó, donde conviven laboratorios del Estado. Y el actual gobierno
está desarrollando una estrategia y un plan para dar un salto más en este
sentido que a mí me parece importante.
El tema de la innovación no es un nicho, es un nuevo
paradigma de pensamiento, para el periodismo, para la gestión del Estado, para
la salud, la educación, el sistema productivo que tiene que tener un diálogo
muy estrecho entre empresarios, emprendedores, empresas tradicionales que
también tienen que modernizarse, emprendedores de tecnología, científicos.
Cuando hablo de producción ya no hay diferencia entre
industria y campo, o servicios y bienes. En realidad, es todo lo mismo ya. La
innovación tiene que atravesar todos los sectores y Uruguay tiene dos cosas
importantes, una tradición de la industria del software muy importante, lo cual
es un activo, y también tiene un sector de biotecnología, además con el Institute
Pasteur, que tiene científicos de gran nivel. O sea, tienen todo para hacerlo:
la urgencia, la audacia, y ponerse metas.
Así como nosotros queremos ser primeros en fútbol, eso lo
tenemos claro y los uruguayos también, es como que en otras cosas nos parece
que no podemos, y Uruguay puede ser un hub de innovación para el mundo, porque
tiene emprendedores, tecnología digital, científicos, universidad y educación
que hay que mejorar, pero que tiene una base muy buena. La cosa es ponerse como
meta estar entre los mejores países del mundo.
-¿Cuál es su vínculo con Uruguay?
-Tengo una casa en Punta del Este, así que paso gran parte
del tiempo allá. Con la pandemia me fui a Uruguay.
No tenían esas cuarentenas tan largas, y además quería investigar
este fenómeno de los argentinos yéndose a Uruguay.
Algo que me despertó la curiosidad fue cuando nosotros
estábamos en Argentina todavía con problemas para conseguir test para hacer los
rastreos en el primer año de la pandemia, y un amigo que dirige Cites (Centro
de Innovación Tecnológica, Empresarial y Social) me dijo que conocía a Gonzalo
Moratorio, que es quien desarrolló esos test en Uruguay. Lo entrevisté, me puse
en contacto con él y yo no sabía que Uruguay tenía un sistema con científicos
de primer nivel y cómo trabajaban el sector público con el sector privado,
porque fue un caso en el que los científicos desarrollaron algo, pero antes,
una empresa ya estaba trabajando. Eso que a ustedes les puede parecer tan
normal, nosotros acá podemos tener a un científico que invente algo fabuloso,
pero después para que se armonice con la empresa y que el gobierno apoye y que
lo político no interfiera es una misión imposible casi.
Entonces ahí fue que dije: quiero ver de dónde viene esta
cultura de Uruguay, más de colaboración que de confrontación, que es también un
modelo mental fundamental para el desarrollo económico. A veces uno cree que el
desarrollo económico depende de las materias primas o de la cantidad de
población y mucho tiene que ver con la cultura de un país y ahí es donde empecé
a ver que Uruguay tiene características muy interesantes, que no es de la
economía de escala, donde uno necesita tener mercados muy grandes.
Creo que ustedes están en una buena situación para dar un
salto de desarrollo económico, pero a veces me parece que no hay conciencia de
la urgencia. Porque si bien ustedes tienen un país hermoso e integrado sin esos
grandes bolsones de pobreza -y esto lo dice un uruguayo, Ricardo Pascale, en su
libro “Del freno al impulso”, que publicó el año pasado-, desde los años 50 hay
una diferencia cada vez más grandes entre el ritmo de crecimiento de Uruguay y
el de los países desarrollados, porque no se ha incorporado todo este
desarrollo tecnológico unido a la producción.
-¿A nivel político en qué está?
-En 2015, después de 12 años [como integrante de la Coalición
Cívica], sentí que me había quedado sin proyecto político, que el mundo estaba
viviendo una transformación científico-tecnológica fenomenal y nosotros
seguíamos en Argentina discutiendo las mismas cosas de hace 50 años.
Necesitaba volver a estudiar, investigar, tener tiempo para
reflexionar sobre lo que estaba pasando y qué camino deberíamos seguir como
país. Los dos libros, “Argentina Innovadora”, publicado en 2017 por Random
House, y “Laboratorio Uruguay”, que saldrá en marzo 2023, son fruto de esas
investigaciones y de una visión estratégica para nuestro futuro.
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