Se inicia una semana de importantes cumbres internacionales, comenzando por la del G7 que se celebra en un entorno de cuento de hadas, el castillo de Elmau, en Baviera, cerca de la frontera con Austria. Un lugar tranquilo y familiar entre Garmisch y Mittenwald, con el telón de fondo de las montañas Karwendel.
Este maravilloso lugar ya había albergado la reunión de las siete principales naciones industriales occidentales en 2015. Queda de recuerdo de aquel encuentro del G7 una foto donde Obama, sentado de espaldas en un banco de madera atiende a una Merkel, bastante expresiva que con los brazos extendidos parece abarcar el paisaje y las montañas. Se hicieron algunos memes de aquella imagen.
Ya por entonces se había excluido a la Federación Rusa, pasando de un G8 a un G7, tras la anexión de Crimea en 2014, y el castillo de Elmau albergó la primera cumbre donde se visibilizó esta exclusión de Rusia.
Fue aquella, de 2015, también una cumbre convulsa por varios asuntos: la lucha contra las milicias del Estado Islámico en Oriente Medio y su expansión terrorista y, en el interior de Alemania, el asunto de las escuchas telefónicas de la CIA y sus actividades de espionaje en Alemania, con escuchas en el Parlamento e incluso al teléfono móvil de la propia canciller, Merkel. Había peligro, entonces, en la cohesión del euro.
Este año la agenda está marcada por la ocupación de Ucrania y el tema central en los próximos días serán las consecuencias económicas de la guerra. Las esperanzas de una recuperación posterior a la COVID se han desvanecido en todo el mundo. Para Alemania, los principales economistas y asociaciones empresariales han rebajado sus previsiones de crecimiento del producto interior bruto (PIB) a menos del dos por ciento. A principios de año, el gobierno federal aún esperaba un crecimiento de la producción económica del 3,6 %, pero eso ya no es nada realista.
En los Estados Unidos, la economía crece con mayor lentitud de lo que esperaban los expertos. Una de las razones es la estricta política de cero COVID de China, que todavía está provocando la interrupción de muchas cadenas de suministro.
El peor problema de Europa es y va a ser el fuerte aumento de los precios de la energía
El peor problema de Europa es y va a ser el fuerte aumento de los precios de la energía. Los estadounidenses se ven menos afectados por la producción de gas en su propio país.
El banco central estadounidense ya ha subido el tipo de interés de referencia debido al fuerte aumento de las tasas de inflación, y el Banco Central Europeo pretende hacer lo mismo en breve. Si las tasas de interés suben, los gobiernos ya no pueden pedir prestado dinero tan barato en el mercado de capitales y la carga de los intereses aumentará. Los países del G7 quieren evitar una reacción de este tipo, con un estricto curso de austeridad.
Otro gran problema es la hambruna que se avecina. Hasta el comienzo de la guerra, Ucrania fue uno de los principales exportadores de cereales. Ahora, los envíos de trigo que necesitan con urgencia África y Oriente Medio están atrapados en puertos del Mar Negro bloqueados por Rusia.
En este aspecto, el pasado viernes se celebró en Berlín una conferencia internacional sobre nutrición mundial, en la que se plantearon rutas alternativas de transporte. La ministra alemana de Relaciones Exteriores, Annalena Baerbock (de los «Verdes»), acusó al presidente ruso Vladimir Putin de hacer un «juego perverso» (…) «Cada tonelada de grano que pueda salir de Ucrania cuenta».
Los caminos hacia una neutralidad climática también se ven afectados por el conflicto, por eso se espera una propuesta de tarificación conjunta de las emisiones de CO 2 asociaciones de transición energética con los países más pobres.
Pero el curso de la guerra lo hace todo cada día más incierto. Este escenario de ensueño en del castillo de Elmau, en la mejor región de los Alpes, no sabemos si aliviará la tempestad que se avecina.