El próximo 15 de diciembre, y luego de un paréntesis de trece años, todo estará listo para el estreno de Avatar 2, el ambicioso proyecto de James Cameron que dará continuidad a las aventuras de Jake Sully (Sam Worthington) y su familia en el fascinante mundo de Pandora.
Como una suerte de antesala que invita a refrescar la memoria, este jueves regresa a los cines la primera pieza de la saga. Y, a propósito de este reestreno y como adelanto de lo que se verá en la esperada secuela, el realizador canadiense dialogó con LA NACION sobre las claves detrás de la exitosa épica de ciencia ficción.
“Literalmente hay millones de espectadores que quizá eran demasiado chicos para ver Avatar en cines en 2009″, dice Cameron, entusiasmado con la idea de que una nueva generación que disfrute del film en pantalla grande por primera vez. “Para esos espectadores, que quizá en ese momento tenían seis o siete años, poder ver la película en cine en comparación a haberla visto en streaming, es como si le agregaran colores a una historia que siempre vieron en blanco y negro”, suma el fiel cultor de lo que implica la experiencia cinematográfica.
El film es una tradicional historia de colonización centrada en un soldado llamado Jake Sully, que llega a Pandora, y que mediante una sofisticada tecnología, es capaz trasladar su mente al cuerpo de un Navi, la raza nativa de ese mundo. Y si bien su misión era la de infiltrarse en en la tribu autóctona para avanzar sobre ella junto a las fuerzas militares de la Tierra, Jake termina por enamorarse de una cultura que vive en profunda armonía con su medio ambiente. De ese modo, el protagonista cambia de bando y se enfrenta a sus antiguos aliados, hasta hacer de ese planeta su hogar, y de ese envase prestado su verdadero cuerpo y espíritu.
Sin lugar a dudas, la estructura clásica del relato tiene un encanto que trasciende las modas y tendencias. “En muchos países hay una historia vinculada a la colonización europea, y eso es parte de nuestro pasado colectivo como raza. Yo quería hacer un relato de invasión, y frente a las usuales películas de ciencia ficción que muestran a la Tierra invadida por alienígenas dueños una tecnología superior, yo decidí contar otra historia: la de un pueblo originario que es colonizado”, explica.
Por último, y sobre la mirada de ese primer film a la distancia, Cameron concluye: “El objetivo primario de la película tiene que ver con la importancia que le damos al medio ambiente y a nuestro vínculo con la naturaleza. Y hoy nosotros, responsables de haber degradado a la naturaleza a través de los siglos, necesitamos pelear por ella y ser guardianes del medio ambiente”.
Avatar parecía algo imposible de realizar allá por 1995, año en el que Cameron comenzó a soñar con esta historia. El director estaba enfrascado en un proyecto de incalculables proporciones (y costos) como era Titanic cuando empezó a esbozar en su imaginación la aventura de un planeta llamado Pandora. Pero la tecnología estaba muy por detrás de esa mirada que el realizador quería plasmar, y debió esperar varios años hasta considerar la posibilidad de hacerlo realidad. “Los efectos especiales de aquel entonces no eran posibles para Avatar. Y una firma llamada Digital Domain fue clave, porque empujó los límites de lo establecido en lo referido a la generación de personajes por computadora”, comenta. Sin embargo, de crear héroes en digital a desarrollar una épica de casi tres horas, el salto era considerable.
“Siempre diré que Avatar fue una gran apuesta por parte de nosotros, pero sobre todo del estudio”, subraya el realizador al recordar el titánico esfuerzo que significó llevar a la pantalla su visión de los Navi. Y en el camino a cumplir esa meta, hubo un eslabón muy importante: “Creo que no hubieran apostado por nosotros sin el éxito de Titanic. Me tomó catorce años hacer Avatar, y estuve solamente tres años hasta que pude ver la primera de sus imágenes terminada. Solo ahí pensé que sí, que quizá iba a poder hacer este film”.
Con mucha emoción, el director rememora esa primera imagen del film, que le permitió confiar en el potencial de esa aventura: “Recuerdo estar sentado en la sala de montaje, y mirar fijamente la belleza de esa imagen. Era el momento en el que aparecía Neytiri por primera vez. Ella tenía esos ojos amarillos grandes, como los de un gato, y yo miraba ese plano una y otra vez y pensaba ‘realmente vamos a hacer esto’. Fue un proceso muy atemorizante”.
La secuela de Avatar es uno de los grandes tanques del 2022 y, según adelanta su responsable, la trama llevará al público a encontrarse una vez más con Jake y Neytiri, pero en una situación muy distinta. “El relato se ubica quince años después, y la pareja protagonista ahora tiene una familia con cuatro hijos. En esta historia, hay mucho sobre qué tanto puede cambiar tu vida cuando tenés hijos. Yo soy padre de cinco, y como artista trabajo a partir mi experiencia en la dinámica familiar, qué es saludable y qué no lo es. Y ubico esta propuesta en este dramático y hermoso planeta alienígena que es Pandora. Entonces todo trata sobre los desafíos que enfrentan como familia, y el intentar luchar por preservar su cultura y su mundo natural”, sintetiza.
La posibilidad de una nueva entrega de la saga tiene a su favor el poder profundizar en distintos aspectos el atractivo mundo de Pandora. Y ese fue uno de los aspectos que más entusiasmó al realizador: “Acá seguimos a Jake y a Neytiri a través de una cultura diferente, y en un lugar en el que es muy importante el agua, la superficie, los diferentes climas y las criaturas. Esto es algo muy hermoso, y realizarlo fue un gran desafío desde lo técnico. Tuvimos que pulir nuestra habilidad en la captura del movimiento de expresiones, y a partir de ahí surgieron desafíos adicionales. Un ejemplo de eso nos sucedió con el personaje de Sigourney Weaver. Ella es una actriz que se encuentra en sus sesenta y largos y que aquí compone a una adolescente navi de 15. Ella hizo hermosamente esa interpretación, pero el desafío era si nosotros podíamos recrear un personaje a partir de ese trabajo y dignificar esa performance como una niña Navi. Y finalmente creo que lo logramos, y el de ella es uno de los papeles interesantes”.
Uno de los requisitos más importantes que Cameron le solicitó a su equipo, en el marco de la filmación de Avatar 2, fue el de solicitar que todos llevaran una dieta vegana. Muy lejos de ser una excentricidad, el realizador consideró que, por la naturaleza del relato, era pertinente poner en práctica filosofías opuestas a eso que él denomina “devorar el planeta”.
“Le hablé a mi equipo a través de una pieza que produje, llamada The Game Changers. Pensé que no podía sermonear a la gente con respecto a la crueldad animal y el daño a la naturaleza, y por eso les mostré esta película sobre un grupo de atletas veganos que son más veloces y fuertes gracias a su alimentación. Yo quería romper el mito de que necesitamos alimentarnos con carne para sobrevivir. Y esto lo hice porque Avatar tiene conciencia con respecto al medio ambiente, de hecho pusimos un sistema eléctrico solar mientras trabajábamos, porque sentía que debía predicar desde el ejemplo”, explica.
Confiar en un sistema de alimentación vegano como marco del rodaje, Cameron lo sabe, no tiene que ver con el resultado de la película, sino con una filosofía y una conducta que él describe de la siguiente manera: “La pregunta que me hago es la siguiente: ‘¿El largometraje será mejor debido a esto?’. No lo creo, pero sí hizo nuestras vidas mejores para los que trabajamos en este proyecto, y nos permitió tomar conciencia sobre un asunto muy importante. Avatar 2 no trata sobre la cultura vegana, porque los Navi cazan, pero ellos viven en una perfecta armonía con la naturaleza y su existencia no se aplica a la nuestra. Nosotros somos miles de millones de personas que estamos devorando por completo a nuestro planeta”.
Cameron es uno de los últimos representantes de una raza que, como los Navi, lucha para sobrevivir. Él es un autor en el sentido más tradicional de la palabra, un artista entregado a una mirada que salpica toda su obra, y que lo revela dueño de una sensibilidad que madura y que conforma un cuerpo teórico que se expande en cada nueva pieza. En épocas de grandes franquicias, y de películas tanque que parecen borrar la relevancia de los directores, Cameron puede imponer una mirada autoral que va de la mano con una imponente taquilla.
“Creo que el cine es una expresión artística con gente de perspectiva artística, algo que influye en una película sin importar sus dimensiones. Cuando estaba trabajando en la nueva Avatar, me concentraba en empujar los límites dentro de esta saga, en elaborar su lógica y lo que esta historia significaba para mí, y así fue cómo trabajé todo el proyecto. Entonces necesitamos artistas, necesitamos autores, y nunca dejará de ser así. Pero entiendo que hay un debate con respecto al corporativismo en los tanques cinematográficos, como por ejemplo lo que sucede en las películas ambientadas en el universo Marvel o DC”, reflexiona.
Antes de cerrar la charla, Cameron destaca nuevamente su intención por proponer con Avatar y ese universo una mirada sobre la importancia de un equilibrio en nuestro vínculo con el planeta. Cada vez más mimetizado con esos temas que lo obsesionan, esa mirada lo llevó a experimentar en su obra y su vida (que a fin de cuentas, son una misma cosa) una filosofía que va más allá de la pantalla. En muchos aspectos, Avatar es esa carta de amor definitiva (o visto de una manera menos romántica, la súplica más desesperada) a preservar el mundo que nos rodea. Y como un profeta en tierras propias y ajenas, Cameron confía en que el poder de su palabra solo puede transmitirse a través de su arte.
“Enfrentémoslo: es mucha más la gente que está dispuesta a ver una historia de entretenimiento, que un documental. La gente no quiere sermones, la gente quiere que la entretengan. Los espectadores se pueden entretener y disfrutar de una película a partir de su belleza, y conectar con la naturaleza a través de una reacción emocional frente a lo que ven en pantalla. Entonces creo que esto es arte y entretenimiento, y quizá también un llamado a despertarnos y luchar por nuestro medio ambiente”, señala. “Tenemos que pelear por la naturaleza, cambiar el modo en el que nos alimentamos, y el modo en el que nos relacionamos entre nosotros como seres humanos. No podemos hablar de salvar un país sin tener en cuenta al resto del planeta, porque todo es un sistema conectado. Y por eso Avatar se refiere a una tierra que está íntegramente conectada”.