Durante años se han atribuido al polen de abeja un sinfín de beneficios para la salud y nutrición de los seres humanos, ¿pero cuáles son reales? Esto es lo que dicen los científicos al respecto.
De acuerdo con algunos académicos, es difícil concretar si estas propiedades del polen son o no reales, pues son muy pocos los estudios que han abordado este tema.
Sin embargo, a través de los años se ha establecido que el componente nutricional que puede ofrecer este polvo que las abejas recogen de las flores y con el que alimentan colonias es “innegable”.
Este producto es recogido por los apicultores mediante una pequeña trampa que ponen en las colmenas para que el polen caiga de las patas de las abejas obreras. Es de allí que sale el polen seco, que se comercializa para el consumo humano.
Según los expertos, ese polen seco es un concentrado del que está en las plantas, y puede contener grandes cantidades de proteínas, vitaminas, minerales y otros nutrientes.
Para los nutricionistas es de resaltar que un 25 % del polen es proteína, y este producto es bajo en grasa y sodio, además de ser fuente de ácido fólico, tiamina, riboflavina y demás vitaminas del complejo B.
De hecho, el polen de abeja llega a ser una mejor fuente de proteína vegetariana por su alto contenido de aminoácidos, más que en la leche, queso, carnes y huevos. Este polen seco que se vende para consumo puede añadirse a alimentos como yogurt, batidos, cereales, ensaladas o a las frutas como tal.
No obstante, los científicos aclaran que, más allá de su contenido nutricional, no hay evidencia científica de que el polen de abeja tenga propiedades beneficiosas para la salud o curar enfermedades.