¿Le hace mal la cocina de gas? ¿Le puede provocar asma a sus hijos?
Estas preguntas han vuelto a la palestra esta semana, cuando las autoridades federales han aclarado que no tienen previsto prohibir las estufas de gas natural, a diferencia de Los Ángeles, donde el Ayuntamiento prohibió el año pasado los nuevos aparatos de gas, incluidos los de cocina.
Aunque los estudios científicos demuestran que las estufas de gas natural emiten altos niveles de óxidos de nitrógeno y otros contaminantes perjudiciales para la salud, la relación entre esos contaminantes y la salud humana sigue sin estar clara.
Pero esto es lo esencial: Si utiliza una estufa de gas, asegúrese de que su cocina esté bien ventilada, idealmente con una campana extractora que bombee el aire al exterior y, si no es posible, utilice un filtro de aire HEPA. Y asegúrese de utilizarlas cuando esté cocinando. Pueden ser ruidosas, y la gente que las tiene a menudo no las enciende.
¿Debería deshacerse de su estufa de gas? Emily Oster, economista y especialista en datos de la Universidad de Brown, ha analizado la investigación sobre el tema y ofrece este consejo:
“Si tiene una estufa de gas, ¿necesita cambiarla mañana mismo? No, a menos que tenga algún problema respiratorio importante”, dice Oster, que también trabaja con la Oficina Nacional de Investigación Económica y escribe sobre datos de embarazo y paternidad en parentdata.org. Si vas a comprar una estufa nueva, dijo, “y no estás particularmente comprometido a cocinar con fuego, te diría que compres una estufa de inducción”.
Ahora, el detalle: El gas natural es en su mayor parte metano, un combustible fósil que emite gases de efecto invernadero al arder sus llamas azules. Los partidarios de prohibir las estufas de gas suelen citar la reducción de las emisiones de carbono como su principal objetivo, pero casi siempre mencionan también problemas de salud.
No hay duda de que la estufa de gas natural emite sustancias químicas nocivas, como óxidos de nitrógeno, monóxido de carbono y formaldehído. Varios estudios han señalado que los contaminantes emitidos por las estufas de gas (antes de que se ventilen) pueden superar niveles que violarían las normas de la Agencia de Protección del Medio Ambiente y del aire de California si el aire exterior estuviera igual de contaminado. Y hay estudios que demuestran que las fugas de las tuberías de gas natural contaminan el aire interior y exterior.
Pero la investigación científica sobre los efectos para la salud de las estufas de gas natural es complicada y poco concluyente. Aunque algunos estudios han encontrado una asociación significativa entre las estufas de gas y la prevalencia de asma o síntomas de asma en niños, no se ha identificado ninguna relación causal directa entre el uso de estufas de gas y la mala salud.
Dadas las dificultades que entraña la realización de este tipo de investigaciones, especialmente el enjambre de variables que tienden a confundir los resultados, es difícil obtener una respuesta clara. Y dadas las limitaciones de los datos disponibles, incluso las asociaciones y correlaciones plantean interrogantes.
“No tenemos muchos datos al respecto”, afirma Oster. Para realizar un estudio exhaustivo sobre el asma, “lo ideal sería comparar los hogares de EE. UU. en los que se sabe que se utilizan estufas de gas con los que no, y relacionar estos datos con información sanitaria, como si los niños tienen asma o no. No disponemos de esas cifras”.
Lo que sí tienen los científicos en este caso es un gran número de factores potencialmente confusos que podrían sesgar los resultados. ¿Qué tamaño tiene la zona de cocción? ¿Hay ventilación? ¿Con qué frecuencia se utiliza la cocina? ¿Quién más está en la casa o apartamento cuando se preparan las comidas? ¿Hay moho detrás de las paredes? Si es así, ¿cómo se puede separar de las emisiones de la estufa de gas para llegar a conclusiones sanitarias? ¿Hay un apartamento o una casa cerca de tráfico pesado? ¿Hay camiones pesados retumbando en la calle?
Un informe publicado en 2020 por la UCLA y el Sierra Club que sintetizaba los datos existentes llegaba a una conclusión muy parecida a la de Oster: “La asociación entre el uso de aparatos de gas y la salud [incluidos hornos y calentadores de agua] presenta resultados dispares, en parte debido a las limitaciones del diseño de los estudios, pero también a la falta de datos sobre exposiciones cuantificadas”, dice el documento.
El autor principal, Yifang Zhu, catedrático de la Escuela de Salud Pública Fielding de la UCLA, afirmó que “no cabe duda de que existen problemas de salud” que merecen ser estudiados más a fondo, pero las pruebas no son tan sustanciales como las que se han obtenido sobre el aire exterior”.
Al igual que Oster, Zhu hizo hincapié en la importancia de una buena ventilación.
De hecho, para los pobres, las subvenciones para campanas extractoras podrían mejorar la calidad del aire interior de forma más eficaz que la prohibición de las estufas de gas, al menos a corto plazo. Quienes decidan sustituir sus estufas de gas por una de inducción electromagnética necesitarán entre cientos y miles de dólares para hacerlo. Sin embargo, los compradores podrían optar a descuentos federales, municipales y de empresas de servicios públicos.
El informe de la UCLA dejó claro que “no compara los beneficios y costes de la electrificación frente a la mejora del uso y la eficiencia de las campanas extractoras en términos de reducción de la contaminación del aire interior”.
Según el informe, la mayor parte de la contaminación interior por aparatos de gas procede de calentadores de agua y hornos. El estado de California ha prohibido la instalación de estos aparatos a partir de 2030. No hay una prohibición estatal de las estufas de gas, aunque Los Ángeles y otras ciudades han comenzado a seguir el ejemplo de Berkeley, que se convirtió en la primera ciudad de California en prohibir las nuevas estufas de gas en 2019.
Las últimas cifras disponibles sobre el uso de aparatos de gas natural en California datan de 2009, aunque se está trabajando en una actualización. Ese estudio mostró que los calentadores de agua representaban alrededor del 49% del consumo medio de gas natural de un hogar, la calefacción, el 37%, y la cocina, el 7%.
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