Ray Loriga (Madrid, 1967) esquivó la muerte por un par de días. Así se lo dijeron, o le quitaban el tumor que tenía en el cerebro o en unas semanas acabaría con él. Un tumor benigno que amenazó con destruirlo todo y que al final solo consiguió acabar con la audición de un oído y con parte de su ángulo de visión.
La muerte cuando se ve tan cerca lo llena todo y ahora el escritor que fue casi una estrella de rock de los 90 publica una novela en la que morir o no morir es el tema principal. También el porqué y el cuándo. Cualquier verano es un final (Alfaguara) es el primer libro que publica después de su operación y en el que estar o no estar no son tan importante como el cómo hacerlo.
Pregunta.- Desde el nombre del protagonista, Yorick, el bufón cuyo cráneo sostiene Hamlet, la muerte está en todo el libro. ¿Se puede no hablar de la muerte después de sentirla tan cerca o ya lo ocupa casi todo?
Respuesta.- Es como el que va a la India y no lo cuenta o se va al Carnaval de Río de Janeiro y te lo encuentras el lunes en la oficina y se pone a trabajar como si nada, si vas al Carnaval es para contarlo. Yo he ido a ese carnaval de la enfermedad, los hospitales, la amenaza de la muerte… y de alguna manera tenía que contarlo e incluso me apetecía. Me parecía buen material. Además, lo bueno de escribir es que de las peores cosas te distancias un poco porque piensas: «Esto no estaría mal para una novela», y te ayuda a pasar por encima de ciertas cosas.
P.- «Es benigno pero mortal», te dijo el médico cuando te informó de que tenías un tumor en el cerebro.
Benigno pero mortal», parece el título de una novela. Afortunadamente no era el tipo de tumor que se reproduce»
RAY LORIGA
R.- Me hizo mucha gracia la terminología, tengo que reconocer que me reí cuando me lo dijo. «Benigno pero mortal», parece el título de una novela. Afortunadamente no era el tipo de tumor que se reproduce, que sería de una condición aún peor, ya no es la amenaza de la muerte sino del sufrimiento, de procesos degenerativos… esas luchas tan para nada que son tremendas.
P.-¿Tuviste miedo?
R.- No, realmente no.
P.- ¿Ni a no poder volver a escribir, a no poder volver a hablar?
R.- A eso, sí. Miedo a la situación en la que me podía quedar. Cuando me dijeron las opciones, porque los médicos si se lo pides son muy francos, la de la muerte era casi la que menos me preocupaba porque era un on y un off.
No me dio miedo la muerte pero sí cómo me podía quedar, me preocupaba salir con mermas intelectuales, no quería vivir siendo la mitad de lo que era y no poder hacer lo que hago. Lo único que me apasiona en esta vida es la literatura.
P.- ¿Cuándo estás tan cerca de irte cómo cambia luego tu concepto de estar?
R.- Vuelves a ser el imbécil que eras, no es que te ilumine la inteligencia divina pero eres un imbécil en el que cada cosa ha bajado un escalón de importancia. Lo grave pasa a ser lo importante, lo importante ya es sólo relevante y lo urgente sólo es apresurado. Se va matizando cada palabra que nos angustia.
P.- Uno de los personajes de su novela, Luiz, asegura que la vida se le está haciendo larga. No hay enfermedad, no hay dolor, hay mucha felicidad y dice: «Deseo morir contento». Toma la decisión de acudir a un centro en Suiza donde realizan muertes asistidas. Da un poco de miedo
Vivimos en una sociedad que está obsesionada con las nomenclaturas, que están muy bien para la ciencia pero no son necesarias para las emociones»
R.- Lo que intenta este personaje es darle un final feliz a su propia historia. La vejez futura que nos espera a todos tiene unas perspectivas que asustan bastante, todos tenemos familiares mayores, tíos y tías, personas que han estado perfectamente saludables y en plenitud de sus capacidades que de repente se van mermando y llegan a tener pérdidas de dignidades muy dolorosas. Eso realmente es lo que me da pánico, no la muerte propia, porque la de los seres queridos no la puedo ni concebir, pero la muerte propia no me parece nada relevante.
P.- Además de la muerte, el otro tema del libro es una estrechísima amistad entre dos hombres, pero una amistad muy amplia, con situaciones que rozan lo sexual.
R.- No quería ponerle nombre a esa relación, me he negado. Hay muchos sentimientos en el alma de cada uno que no necesitan una etiqueta, un nombre concreto, basta con que uno lo sienta. Vivimos en una sociedad que está obsesionada con las nomenclaturas, que están muy bien para la ciencia pero no son necesarias para las emociones.
P.- También hay una crítica al mundo editorial, tu protagonista tiene una pequeña editorial que ha sido absorbida por un grupo muy grande que le quita cierta identidad.
R.- Bueno, más que una crítica es una mirada. Estamos ahora sentados en una editorial que es un grupo gigante, que vende desde grandes autores a libros de cocina. Yo empecé en Debate y ahora Debate está aquí, de ahí a Plaza&Janés que está en este grupo e incluso las editoriales extranjeras para las que he trabajado han acabado en este grupo, en la central madre de todo esto que es alemana. Y no tengo nada en contra de ellos, que son mis jefes.
P.- Dices en una entrevista que te gusta más escribir de fracasados que de triunfadores, ¿es más literario el fracaso?
R.- Tolstoi dijo que todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera. Cuando digo fracasado me refiero a no triunfador, porque al final a la gente normal la llamamos fracasada. Conozco a un sólo triunfador, Rafa Nadal, y no en persona; el resto hacemos lo que podemos.
P.- El protagonista tiene cosas tuyas y dice que casi todo el mundo le parece imbécil, incluido él, ¿te pasa lo mismo?
R.- Todo el mundo me cae bastante bien pero pienso que yo soy un imbécil todo el rato. A cada segundo. Imagino que en el fondo nos pasa a todos pero a algunos se les nota menos porque hay gente que se reafirma constantemente porque si no vivir es más complicado.
Me cuesta un poco estar contento conmigo mismo pero intento darme momentos de descanso. Me cuesta perdonarme cualquier tontería, como quedar fatal con alguien o no haberme sabido explicar… Mi único consuelo es la literatura, no que no me juzguen sino que el territorio me da tranquilidad.
P.- Fuiste el primer rockstar de la literatura en España.
R.- Había alguno que sí tenía un perfil mediático como Paco Umbral o Camilo José Cela pero sí a mí me pasó con otro tipo de prensa, con las revistas de tendencias, en esa zona intermedia entre la cultura y el ocio que ahora es muy potente. Coincidió en ese momento y yo pasaba por ahí, como esa escena de Chaplin que va moviendo un palo con una bandera y al girar la calle tiene una manifestación detrás y parece el líder de la manifestación.
Tenía un aspecto distinto a los escritores de entonces. En aquella época como elemento exótico se les permitía un fular y, bueno, llamé la atención. Pero vamos, mi vida ha sido siempre bastante más aburrida de lo que la gente se ha querido imaginar.
P.- «Ray Loriga, el veterano escritor rockero resucita y gana el premio Alfaguara», he leído en un titular de 2017. ¿Estuviste muerto literariamente hablando?
Pensaba que seguía viviendo como escritor, a mi nadie me había avisado que me había muerto»
RAY LORIGA
R.- Nunca entendí ese titular y me tocó mucho porque no sabía que estaba muerto. Seguía publicando libros, estaba en esta editorial que es la de siempre, viajaba a Alemania, Latinoamérica, Rumania… y seguía viviendo como escritor y a mi nadie me había avisado que me había muerto. Mejor no le damos muchas vueltas.
P.- «Hoy hay una malversación de los contextos», dijiste hace unos años.
R.- Parece que andamos en un campo de minas. He llegado a leer que yo decía lo que decían mis personajes… esto me parece ya la malversación más grande del mundo.
P.- ¿Qué opinas del estatuto del artista que se acaba de aprobar?
R.- No lo he leído, he oído algo esta misma mañana en el telediario pero no me he enterado muy bien. Pero si consiste en que se acaba con esa tontería de que no se podía cobrar la jubilación si cobrabas derecho de autor, pues me alegro muchísimo. Este trabajo es muy precario y no se gana el dinero suficiente para retirarse, así que que unos tristes derechos de autor te quiten la pensión… es que es lamentable.