Se cumple el primer mandato, ¿qué tal ha ido la reelección?
—Bien, muy clara. Ha sido un mandato un poco distinto al resto, porque han sido cuatro años y medio, al renunciar mi predecesor seis meses antes. La votación ha sido unánime, cosa insólita, en ningún país había pasado antes. Para mi, el primer éxito de la Asamblea ha sido sentarnos en la misma mesa los 23, un hecho espectacular. La unanimidad además fue documentada, porque lo que se hace es una nota del ministerio que apoya al candidato, todos lo hicieron.
No hizo falta ninguna votación. La comunicación con el Ministerio de Educación ha sido muy fluida, incluso más de lo habitual por la pandemia. Reuniones presenciales son más difíciles de hacer y caras, de forma virtual son mucho más fáciles y hemos hecho muchísimas. La vuelta a las clases fue un tema muy complejo y debatido. Mantener reuniones con más de seis ministros ha sido frecuentísimo.
La educación une, no se si hay algún otro evento que haya logrado sentar a todos.
—Creo que no lamentablemente, pero la educación, la cultura y la ciencia son tres elementos que nos unen. No son objeto de debates políticos radicalizados. Es más, hay datos que yo pongo como ejemplo y es que estamos haciendo muchas cosas compartidas entre países, como la formación de docentes. En la OEI en los últimos años hemos formado a cientos de miles de docentes. Es un programa que ha enseñado a docentes desde Chile hasta México, pasando por España o Portugal. Se monta el programa, se apuntan y aquí nadie pregunta de donde viene cada uno.
Quizás debería aprender un poco España de esto…
—Si, yo veo una diferencia la educación es siempre un ámbito opinable, pero en tema de cooperación ese nivel de opinión baja mucho. Esto puede ser porque cuando estás trabajando con otro no quieres molestarle. En cooperación se trabajan temas muy concretos, te puedo asegurar que en los últimos años no ha habido un programa de ontología de la educación. Eso no ha existido nunca porque nadie lo ha pedido. Mejora docente, de la habilidad lectora, siempre nos hemos centrado en temáticas concretas.
En cooperación se trabajan temas muy concretos, te puedo asegurar que en los últimos años no ha habido un programa de ontología de la educación
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¿Ha progresado mucho Latinoamérica en esto últimos cuatro años?
—Si, en materia educativa lo que se ha puesto de manifiesto es que hay que pasando a un sistema educativo más actualizado, ha quedado claro tras la pandemia. El debate educativo en el ministerio asombraba a algunos, por tratarse de una educación innovadora, moderna que debatía sobre sistemas híbridos, presencialidad, formación docente… Es un debate muy real y muy innovador. Lo que ha ocurrido también en los últimos años es que se han cubierto objetivos cuantitativos, se ha escolarizado al 100% de los niños en primaria, pero el nivel de calidad es bajo. Por lo tanto la apuesta es por esta calidad y un aumento del nivel tecnológico, maestros formados y un modelo de seguimiento.
¿Se puede decir que están recorriendo el camino que España tuvo hace unos 15 años?
—Si, la historia de España la conocemos todos. Aquí primero hubo una Ley de Escolarización, después una construcción masiva de centros educativos y posteriormente la creación de la Formación Profesional. Allí ahora mismo están con la construcción de centros escolares, hay casos como el de República Dominicana en el que han llegado a duplicar el presupuesto en educación.
Me decía el ministro de Educación que se quejaban de que el presupuesto se dedicase a construir escuelas, pero claro, es la base para poder escolarizar a todos los niños. Además, la Formación Profesional aparece como un tema muy prioritario. Hay una gran diferencia con España, es que ahora mismo se hace en una cultura digital y eso lo está cambiando todo por completo.
¿Qué países son los que más tiran en estos procesos?
—Hay países que tienen una evolución educativa más rápida y mejor, otros peor, pero hay que pensar en la historia del país. Hay países, como Uruguay, que es el líder en el ámbito educativo, que tiene más de tres millones habitantes, casi sin montañas y sin guerras civiles. Por otro lado, El Salvador salió de una guerra civil en 1992, por lo que han vivido la posguerra, una emigración importante… no son comparables.
Ahora, países que han hecho un esfuerzo educativo importante diría Uruguay, Colombia, Paraguay, república Dominicana y Argentina. En Colombia ha habido un gran esfuerzo educativo, siempre pongo de ejemplo el proyecto De 0 a Siempre, un programa educativo de formación de lectores que se ha copiado en muchos sitios. Parte del principio de que un buen lector se puede formar en esos cinco primeros años.
Hay países que tienen una evolución educativa más rápida y mejor, otros peor, pero hay que pensar en la historia del país
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Entre los citados tampoco hay gran impacto de los planteamientos políticos de los gobiernos.
—No, no se puede establecer una relación. Se me ha olvidado nombrar un país que a veces se nos olvida que es Iberoamericano y es Portugal. Portugal es el país que más ha mejorado en PISA de toda Europa. Yo creo que el impacto de la política en educación se puede dar a medio-largo plazo en todo caso. La gente de cultura no quiere trabajar con la de educación, hay recelo siempre de que el sistema educativo se come todo, es una gran apisonadora. Yo creo que los efectos de la pandemia los estamos acumulando ahora por el confinamiento y por la caída de la inversión.
¿Sería posible un pacto latinoamericano?
—Es uno de mis objetivos, es un una cuestión que no creo que sea demasiado difícil si se habla de unos mínimos. Es más, es un tema del que hablan los profesores. Yo tuve una entrevista con el Papa Francisco y me dijo que debíamos trabajar en ese sentido. Ese tema para mi es un activo, pero tenemos que tener en cuenta que son 23 países muy diferentes y las diferencias son abismales de uno a otro. Para empezar, hay 300 lenguas, las zonas son totalmente distintas…
¿Hasta que punto este progreso educativo ha ayudado a transformar social y políticamente a Latinoamérica?
—Tengo que citar a la cultura del privilegio, muy arraigada en cultura americana, en la que una minoría tiene acceso a todo y la mayoría no tiene nada, por una cuestión de cuna directamente. La educación la ha suavizado fuertemente. Voy a dar un dato, según un estudio de Banco Mundial, una persona analfabeta, cuando deja de serlo, duplica sus rentas, solamente por ese motivo.
La reducción de la pobreza en América Latina ha sido significativa, aunque haya vuelto por el coronavirus. América Latina ha sido quien más ha aumentado sus estudiantes universitarios, con unos 73 millones. Muchos de estos universitarios son los primeros de su estirpe que pueden acceder a estos estudios, por lo que van a tener otras oportunidades.
Aun así, hay mucha factura social que se nota, la diferencia entre escuela pública o privada es muy fuerte.
—Así es, es un problema de distribución de la renta. La vía para evitar eso es la educación y la política fiscal. América Latina tiene un problema muy grave, la productividad es muy baja y no ha subido desde 2016. El presidente de Colombia me lo decía, si no hay productividad no hay riqueza y sin riqueza no hay reparto. No se incrementa esa productividad y por tanto la presión fiscal tampoco lo ha podido hacer lo necesario.
Si no hay productividad no hay riqueza y sin riqueza no hay reparto
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Hay una imagen de la educación social, pero no me gusta porque parece que no hay que hacer ningún esfuerzo, ¿habría que buscar un equilibrio?
—He visto la imagen si, yo creo que ya no es tanto así. Hay otros elementos entre medias que influyen mucho, además, la educación a veces, si tiene una mala decisión educativa actúa casi como descenso social. Si lo que se estudia es pertinente para la economía del país te va a ir bien, pero si no es así, vas a ir al paro. Hay algunos países en los que muchos jóvenes estudian derecho, pero no es la profesión más requerida en su país, por lo que pueden terminar trabajando como taxistas.
¿España sigue inspirando a Latinoamérica?
—Ya no tanto, tenemos que saber que España fue un país muy de moda en la transición, saliendo de una dictadura y pasando a una democracia plena. La entrada en la Unión Europea supuso el ingreso de una gran cantidad de dinero, mucho de ello para educación. Yo la viví muy de cerca, gracias a ella estoy aquí. Antes había una gran admiración al modelo español y ya no tanto, porque los sistemas educativos de estos otros países se han consolidado.
Por ejemplo, los funcionarios de educación, en su mayoría tienen muy alta cualificación, suelen tener doctorados. En América lo que si se nota, que no en España, es con los organismos multilaterales, con la Unesco, OIT… la relación de cooperación multilateral es mucho mayor que aquí, se hacen cosas buscando traer este espectro desde fuera.
Hay dos retos, uno de ellos es la digitalización, explícame un poco.
—La transformación digital es compleja, porque con la pandemia nos dimos cuenta de que más la mitad de los chicos no tenía conectividad. Fueron 180 millones de niños que fueron confinados, que han perdido dos cursos educativos. Lo que hicimos con la pandemia fueron soluciones de educación remota de emergencia. Ahora necesitamos una secuencia ordenada, una adaptación curricular con currículums menos pesados, más significativos y un profesorado más formado y comprometido. En todo eso es en lo que estamos trabajando con apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo. La última reunión fue aquí en España.
Necesitamos una secuencia ordenada, una adaptación curricular con currículums menos pesados, más significativos y un profesorado más formado y comprometido
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No se si tienes la sensación de que tras la pandemia, hemos vuelto al punto anterior a que ocurriese, nos podríamos haber quedado en ese punto intermedio.
—Yo creo que no, que no hay vuelta atrás y si se vuelve atrás sería un error. El modelo de antes de la pandemia tiene grandes carencias, lo vemos en los resultados de abandono, de fracaso… esto no está bien. La pandemia nos puso de manifiesto nuestras vergüenzas. Hay países como Portugal, que están haciendo mediante sistemas de inteligencia artificial un sistema de alerta, para saber cuando un niño está en alerta de abandono por su comportamiento. Eso es inteligencia artificial con buen uso, el resto estamos atrasados en este tema y es un recurso magnífico. Creo que no hay vuelta atrás, la frase que yo pongo en muchos sitios es: “El futuro ya no es lo que era”, del poeta francés Paul Valéry.
Sin embargo, esto es compatible con que tienes una sensibilidad con el cuidado de la formación humanística. Vas a inaugurar el I Encuentro Iberoamericano de Profesores de Filosofía en unos meses.
—Hay un libro de Unamuno, Don Martín, o de la Gloria, en el que plantea el debate entre ciencias puras y no puras. Se creía que habían ciencias que realmente lo eran, como la física o las matemáticas pero se decía que la filosofía no lo era. Unamuno defendía que todo es ciencia, porque al final la definen otras cosas y no la materia o el objeto de estudio, sino el rigor, unas circunstancias…
Otra razón es que estoy convencido de que una persona educada, que vaya a ser un buen profesional, debe ser un buen ciudadano. Es incompatible que no sea así. Mira por ejemplo esos doctorados en Harvard que trabajaban en Lehman Brothers, eran unos delincuentes que arruinaron el mundo. Decía el presidente de Uruguay que las personas somos como cualquier bicho, pero con una diferencia, tenemos lenguaje, pero además, tenemos consciencia para ser responsables de nuestros actos y valorar lo que está bien o no.
Además de eso, tenemos vocación de sentido, de dar sentido a la vida. Pues bien, el otro día hablando con el papa Francisco me dice que trabajemos en que los chicos den sentido a su vida, para lo que sea, pero que no vayan como pollos sin cabeza.