Vanesa Elizabeth tenía 56 años y vivía en Mazarrón (Murcia). Su marido la asesinó el 4 de diciembre de 2022, tras propinarle un fuerte golpe en la cabeza y dejarla tirada en la calle. E.R.C.B tenía 20 años y residía en Madrid. Su pareja la acuchilló hasta la muerte el 28 de diciembre. Sus nombres abren y cierran el mes más funesto, desde que hay registros, en cuanto a asesinatos machistas se refiere. En total, 11 mujeres han perdido la vida a manos de sus parejas, un dato que iguala diciembre de 2008.
Decía Juan Rada, mítico periodista de El Caso, que el crimen no cierra por vacaciones. “Las morgues siguen recibiendo occisos más que durante el resto del año”, escribió una vez. Lamentablemente, parece que así es. Por eso, Ángela Rodríguez Pam, secretaria de Estado de Igualdad; y Victoria Rosell, delegada del Gobierno contra la violencia de género, pedían en rueda de prensa el pasado miércoles 28 de diciembre, “estar alerta” en Navidad ante cualquier comportamiento que pudiera ser considerado sospechoso. “No es una cifra casual ni menor”, sentenciaba la primera ante la oleada que se estaba viviendo.
“Hay dos épocas del año en las que, viendo la incidencia, los homicidios machistas son más altos. Una es julio y agosto y otra es Navidad, que es diciembre y enero“, señala a EL ESPAÑOL Miguel Lorente, profesor de Medicina Legal y Forense de la Universidad de Granada y ex delegado del Gobierno contra la violencia de género.
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El experto explica que, durante estas fechas, confluyen una serie de factores que esclarecen esta situación. Por un lado, hay una modificación de la rutina, con cambio de dinámicas y con el afloramiento de la posibilidad de pasar más tiempo juntos con el agresor. “Al no tener que ir a trabajar, ir a recoger al niño o hacer una gestión, se da una continuidad, que facilita que la situación de violencia se mantenga en el tiempo y se vaya acumulando e intensificando, lo que va a dar a lugar a una agresión mayor dentro de ella, como puede ser el homicidio”, apunta Lorente.
Más tiempo juntos
Con la Navidad, también se suma la probabilidad de que los conflictos y los enfrentamientos surjan alrededor de temas familiares, asuntos que pueden parecer minucias, como elegir con quién se pasa una comida de Navidad o cuánto dinero se destina a los regalos, pero que pueden provocar discusiones que se tornen violentas en el seno de la pareja, sobre todo si el agresor percibe que el entorno de la mujer está interfiriendo en su mundo de control. Como ilustra el médico forense, “cuando perciben que otra persona, especialmente la familia de su mujer, interfiere con lo que él dice, lo vive como una especie de falta o ataque a su autoridad y ellos intentarán imponer su criterio, incluso, con el recurso de la violencia”.
Este punto linda directamente con el aislamiento al que han ido sometiendo a su pareja durante el tiempo que llevan ejerciendo el maltrato. Al comprobar en estas reuniones familiares o con amigos que no han conseguido dejar a la mujer en una situación de soledad, cabe la posibilidad de que ejerzan la violencia con más intensidad.
Pero, ¿y qué pasa cuando no hay convivencia? También los hay, por ejemplo, que matan a sus exparejas. Lo señala el propio Lorente, que hace referencia al asesinato de Elena, una mujer de 32 años de Escalona (Toledo) que fue acuchillada hasta la muerte por su antigua pareja sentimental el pasado 28 de diciembre. También murió el bebé que esperaba.
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“Durante esta época, al modificarse las rutinas, el agresor pierde el control de lo que hace. El resto del año realiza una persecución sin que ella se entere; al menos tiene el control y sabe dónde está”, expone el experto, que para dar más fuerza a sus palabras utiliza el citado caso de Escalona: “El agresor le había puesto un GPS en el coche, sin que ella lo supiera, para saber por dónde se movía y dónde iba”. Los propios amigos de la víctima confirmaron que era el control sobre ella lo que más ansiaba y que, aun estando separados, la joven no abandonó el domicilio familiar ante las posibles represalias que pudiera traer la decisión.
Elementos como estos arrojan algo más de luz a los asesinatos de María, Ángela, Irina, Jaqueline, María del Carmen, Soraya, Carmen y Rebeca, las otras víctimas que deja la violencia machista este mes de diciembre. Sin embargo, como incide Lorente, no lo son todo. “Esto no quiere decir que diciembre del año que viene vaya a ser más terrible o que este mes de febrero no pueda serlo. Son factores que están presentes y, como tales, debemos considerarlos a la hora de valorar el riesgo y de proteger a las mujeres”.
Refuerzan su idea
El médico forense también repara en un punto que suele cobrar importancia cuando se habla de acumulación de casos, como ha sucedido este diciembre, el famoso efecto imitación o contagio. Según detalla, no es que un hombre decida matar a su mujer repentinamente tras ver otro crimen similar, más bien es que “ve reforzada su idea”. “No es que surja la violencia donde no la hay“, sentencia.
Sus palabras se ven refrendadas por un estudio encargado por la Delegación del Gobierno contra la violencia de género y que, entre otros puntos, pretendía analizar si realmente hay agresores machistas que actúen por imitación. Ratificando lo comentado por Lorente, el informe concluye que, “si bien se han observado episodios llamativos, con un número de asesinatos inusual para lo breve de su duración, se constata que son simplemente un reflejo del efecto derivado de la mayor frecuencia de asesinatos en determinados años y meses“.
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Otra investigación, publicada en Plos One y realizada con una muestra de todos los feminicidios ocurridos en España en 2007-2017, también descartó que existiera un efecto contagio en los asesinatos machistas: “Según los datos, no se puede alegar la existencia de un efecto de imitación en los feminicidios”, concluía.
Como dilucida Lorente, lo que ocurre es que “son hombres que están pensando muy seriamente en matar a sus mujeres y, cuando ven que otro lo ha hecho, sienten reforzada la idea, se sienten identificados, piensan que ese hombre sí que ha resuelto el problema, que no se van a reír más de él y que ya ha puesto las cosas en su sitio, lo que hace que sigan adelante con su intención”.
Con estas palabras, lo que quiere expresar es que los hombres que matan a sus parejas “no pierden el control, sino que lo hacen de una manera totalmente consciente y premeditada“. Por eso, espera cambios para que la detección del machismo sea más eficaz y se perciba como la amenaza que realmente es. Así, sentencia: “Puede parecer una barbaridad, pero ahora mismo hay hombres en España pensando en matar a sus mujeres”.