Pese a decenas de reformas y cambios anunciados por el Gobierno, el panorama para la primera infancia es desolador: un nombramiento por amiguismo en el ICBF y la improvisación en políticas para sacar de la pobreza a la población más vulnerable.
En Colombia la mayoría de habitantes son niñas, niños y jóvenes. Según cifras del Dane el 32 %, es decir, la tercera parte de la población es menor de 18 años, y el 21 % menor de 30. En pocas palabras, más de la mitad del país es joven, pese a lo cual no ha habido una política decidida para favorecer a esta población que sufre terribles problemas, cada vez peores, como el bajo nivel educativo, confirmado por los pésimos resultados de las pruebas Pisa, en el cual ocupamos el último lugar (España está al final de la lista porque no se tuvieron en cuenta los resultados en algunos aspectos). Como resaltó el Presidente, los peores resultados se obtuvieron en matemáticas y ciencias. Pese a tener varios de los mejores escritores del mundo, Colombia es uno de los países con menor índice de lectura, con un promedio de apenas dos libros al año, mientras que los españoles leen 10 y los franceses 17.
El problema, como muchos otros en Colombia, está en la corrupción. Fecode es una asociación politiquera que ofrece votos al mejor postor y chantajea con paros, donde instrumentaliza a los jóvenes. Por ello no extraña que junto a las decenas de reformas que se tramitan en el Congreso (tributaria, salud, pensiones, trabajo, paz…) nadie en el Gobierno y en su bancada habla de la primera reforma necesaria para un país más equitativo: la educación.
El segundo es la desnutrición. Lamentablemente ahora se quiere volver el tema una discusión económica nacionalista. La semana pasada el Gobierno manifestó que la bienestarina es un producto importado al por mayor y que debe ser reemplazado por ollas comunitarias. Ambas afirmaciones no tienen sentido. La primera no es cierta, pues la bienestarina se produce en Colombia, y la segunda es totalmente irresponsable, pues reemplazar de un momento a otro un complemento nutricional con nutrientes necesarios para el desarrollo como vitaminas D, B12, B1, riboflavina y ácido fólico por sopas llenas de harinas y agua es totalmente absurdo. Y no tiene en cuenta que lo que antes se hacía mal no debe repetirse. Si reemplazamos la bienestarina debe ser por un suplemento mejor, pero no arriesgando a nuestros niños a enfermedades que al menos ya no existen como el escorbuto.
La tercera es también muy grave: la falta de oportunidades. En Colombia lamentablemente coexisten 3 sistemas económicos: el legal, el informal y el ilegal. El primero es el formal, al cual se accede cuando se tiene un empleo y que según cifras del Dane de noviembre de 2022 incluye a solo 9,26 millones de personas. El segundo (el informal) según cifras del Dane incluye 12,9 millones de personas en todo el país, individuos sin salario, sin prestaciones sociales, sin derecho a una pensión en el futuro y que están totalmente fuera del sistema. El tercero, y del cual debe hablarse sin reparos, es el ilegal e incluye a cientos de miles de personas que se dedican a actividades ilícitas.
La única forma de darles un futuro a los jóvenes es ampliar el sector legal, legalizar el sector informal y desincentivar la entrada al ilegal. Lamentablemente últimamente en Colombia pasa todo lo contrario. Se desincentiva al sector formal, asfixiándolo con impuestos y generando una doble o incluso triple tributación. Se motiva la economía informal aumentando los trámites y pagos en el sector formal. Pero lo más absurdo es que se incentiva la economía ilegal tratando a las bandas criminales y narcotraficantes como rebeldes y no como delincuentes. Al final para compensar se anuncia que a los jóvenes gestores de paz se les dará un subsidio de un millón de pesos en vez de darles oportunidades para un futuro mejor. El verdadero cambio debe darse con mejor educación y más oportunidades legales para nuestros jóvenes, pero al parecer esa es una discusión que Colombia no está preparada para dar.
LUIS FELIPE HENAO
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