RFI entrevistó a Rafael Urrialde, doctor en Ciencias Biológicas, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid y experto en seguridad alimentaria, sobre las reticencias de algunos países europeos, en especial Italia, a generalizar el etiquetado de productos alimenticios como ya se hace en varios países latinoamericanos siguiendo el modelo chileno.
RFI. La Comisión Europea debía presentar una propuesta de etiquetado nutricional armonizado antes de finales de 2022, pero la presentación se aplazó por presiones del gobierno italiano. ¿Por qué la reticencia de Roma?
El etiquetado nutricional es un debate muy profundo que se debe enmarcar en la Unión Europea. Ahora mismo hay seis modelos de etiquetado frontales de los envases de los alimentos. No solo habría una situación, por así decirlo, de oposición de algunos países de la cuenca mediterránea, sino también por parte de otros países que ya llevan 30 años con un modelo, el del famoso crisol de los países nórdicos, el cual ha dado muy buenos resultados.
La Comisión tiene que gestionar una situación complicada a partir de todos los modelos existentes en la Unión Europea o crear uno exprofeso. O también analizar lo que está ocurriendo en otros países como en algunos latinoamericanos.
Allá se sigue un modelo que surgió en Chile y que está dando sus frutos. En efecto, parece que el etiquetado que mejores resultados está dando en estos momentos, tanto para información al consumidor como para las reformulaciones, es el modelo que se está usando o que ya está muy desarrollado en muchos países de Latinoamérica.
RFI. ¿América Latina podría inspirar entonces a los europeos para su etiquetado nutricional?
En el debate europeo no se ha tenido en cuenta ningún sistema por fuera de la Unión Europea. Recuerde que aquí somos 27 países miembros. Antes, éramos 28. La Unión Europea ha sido un modelo en lo que respecta a seguridad alimentaria. En cambio, en nutrición parece que se está avanzando mucho más en los países latinoamericanos.
Aunar todos los intereses, no solo políticos, sino también de los consumidores y los científicos es muy complejo. Sobre todo, cuando hablamos de seguridad alimentaria o de higiene alimentaria o de cuidar los alimentos. Cuando uno se basa en procesos resulta mucho más fácil porque es muy homogéneo. En cambio, cuando hablamos de nutrición hablamos de modelos comportamentales. En este caso pueden entrar en juego, en cambio, muchos factores.
RFI. Los italianos afirman que el etiquetado actual califica muy mal productos emblemáticos como el jamón de Parma y el queso parmesano, incluso el aceite de oliva. Esto pasa también con productos locales de otros países. ¿Qué piensa de este tipo de casos?
Habría que diferenciar dos temas. En primer lugar, si lo que queremos es un etiquetado frontal que alerte al ciudadano de que ese producto tiene alto contenido en lo que se denomina nutrientes críticos, es decir, grasa y en concreto grasas saturadas, azúcares, en particular azúcares añadidas, sodio o valor energético. O si lo que queremos es calidad nutricional. Lo que presenta el Nutri-Score es calidad nutricional. Lo que es incomprensible es que solo entren en cuenta unos nutrientes en lugar de tener en cuenta todos los nutrientes.
RFI. ¿Cuál sería el segundo aspecto?
Una cosa es entonces el modelo de colores, por así decirlo, y otra cosa es el algoritmo. Es bastante incomprensible que un producto como el aceite de oliva virgen extra quede igual catalogado que un aceite vegetal refinado que no va a aportar el mismo valor nutricional.
Esto podría ocurrir exactamente igual con la leche. Es bastante incomprensible que las bebidas vegetales que son de reciente creación, que son productos procesados, tengan una mejor valoración con el algoritmo que la leche entera y la leche semidesnatada.
RFI. Varios países parecen alinearse con los italianos y su posición anti-etiquetado como Grecia, Chipre, Rumania, Letonia, la República Checa y Hungría. También España se muestra un poco más ambigua. ¿Por qué?
Probablemente por lo que ya le mencionaba antes, es decir, porque el algoritmo se presta a situaciones un poco incomprensibles. Por ejemplo, que en una leche no se tengan en cuenta las vitaminas y los minerales. O que las aguas minerales naturales, que no tienen valor nutricional, entren en la valoración del Nutri-score.
RFI. Por último, ¿la industria ha cambiado sus prácticas gracias a los distintos sistemas de etiquetado nutricional?
Muy poco. En España ha habido reducción de los nutrientes críticos por acuerdo con la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición. De hecho, recientemente se han presentado los resultados desde cuándo se inició el Plan en 2018 hasta 2022 y han sido muy buenos.
En otros casos es más reticente, por así decirlo. Lo bueno sería tener un sistema homogéneo que pudiera aplicarse en todos los países. Y, por otro lado, indiscutiblemente, dar también la opción a la industria para que ella pueda estar preparada. Es decir, antes de implantar cualquier modelo, avisar que se va a implantar para que se pueda reformular pues a veces la industria es un poco reticente a estos cambios.
RFI. Hay productos, sin embargo, que no se pueden reformular.
Es cierto. La leche entera no se puede reformular. Un zumo 100% zumo tampoco se puede reformular. Esta circunstancia se ha tenido muy bien en cuenta en países latinoamericanos. Sobre todo, cuando el producto es de un único ingrediente y por lo tanto no se puede reformular. Y eso también habría que tenerlo en cuenta a la hora del desarrollo de los productos.
Es decir, no se puede medir exactamente de la misma manera un producto que lo puedes cambiar, que puedes intervenir en su composición, diseñarlo, y un producto per se que es tal cual, sobre el que no puedes hacer absolutamente nada. Yo puedo reformular una bebida vegetal, pero una leche entera no la puedo cambiar y siempre me va a salir peor valorada. Esto se ha solventado en algunos países aplicando excepciones a los productos alimenticios o a los alimentos de un solo ingrediente.